27 junio,2020 5:31 am

La apertura y sus riesgos

Héctor Manuel Popoca Boone

 

Parece ser inminente que la autoridad estatal emita el Decreto oficial para el cambio del semáforo pandémico de Guerrero al color naranja, que sigue significando una situación de riego, pero con mayor permisibilidad de movilidad social y apertura de actividades económicas no esenciales. El riesgo es grande porque, por un lado, Guerrero es un estado pobre en extremo y la crisis económica le está pegando en demasía, con efectos devastadores en el ingreso y empleo de la mayoría de la población económicamente activa. No contamos con una economía fuerte y diversificada. El hambre ronda y cuando se presenta no respeta nada ni a nadie.

Por otra parte, hay fuertes probabilidades que la pandemia se agudice en el Estado. Las cifras y reportes diarios oficiales, indican que sigue en expansión y como dijo el gobernador, ni la hemos disminuido, ni aplacado su intensidad de crecimiento. La cruda verdad es que habrá mayor mortandad social. No esperemos nuevo brote, porque sencillamente no ha dejado de brotar a diario. Si en máximo riesgo algunos no cumplieron con las normas establecidas por Decreto oficial, ahora que pasemos a una fase de riesgo aminorado, el desbordamiento ciudadano y la desobediencia civil se acrecentaran en forma notable.

La gravedad estriba también en que la estructura gubernamental no está aún bien preparada para afrontar los fuertes efectos letales del Covid-19. Tenemos un endeble sistema estatal de salud pública poco preventivo, ya reseñado en mi artículo de opinión del 20 de marzo pasado en este diario.

El nivel de la consciencia ciudadana sobre la gravedad del asunto dejó que desear debido a nuestro bajo nivel educativo estatal y a la falta de credibilidad civil en los señalamientos precautorios difundidos por el gobierno; y el evidente manipuleo de cifras y frases edulcorantes de los gobernantes y funcionaros públicos, que han tratado siempre de ocultar la verdadera gravedad del tema al máximo posible.

La dimensión de la tragedia en Guerrero debemos tenerla presente a partir de estimaciones y datos más fidedignos; porque los difundidos institucionalmente, adolecen de subestimaciones y subregistros. El académico universitario, Raúl Rojas, ha calculado para el caso de México, factores de corrección a las cifras oficiales con el propósito de tener una estimación más realista de la magnitud de la pandemia. Usando esos parámetros correctivos para el caso de Guerrero, nos arrojan que a estas fechas el número de decesos asciende a alrededor de mil personas; los contagiados positivos a poco más 6 mil personas y los contagios sospechosos por arriba de los 188 mil habitantes.

Por lo tanto, la decisión de cambiar el color del semáforo pandémico de rojo a naranja en Guerrero será de índole política y económica; más no de salud pública. De por sí convalidaremos lo que ya acontecía: el pueblo pobre salía de sus casas a buscar el pan de cada día para su familia, afrontando todos los riesgos. Con semáforo o sin semáforo. Con el cambio de color otra ciudadanía más, verá ampliadas sus oportunidades de ingresos y también de satisfactores al abrirse mayores actividades de producción y mercadeo de bienes y servicios.

Reconozcamos que estamos llegando a los límites de la forzada contención económica, so riesgo del advenimiento masivo de la delincuencia generalizada. El gobierno estatal tendrá que aplicarse con mayor contundencia y eficacia para que la situación no se escape de control y nos encaminemos a una situación catastrófica en lo general. Si algo falta en Guerrero es más honestidad, orden, disciplina y legalidad.

Será una decisión difícil y amarga que debe tomarse, sabedores que los mayores contagios y decesos correrán a cargo de los pobres. Aún con la invisibilidad por siempre sometidos, las estadísticas lo demostrarán. Bienaventurados aquellos que tenemos algún ingreso fijo mensual sin salir de la casa. Ahí cabemos los gobernantes, legisladores, los políticos del sistema, los burócratas, los grandes y medianos empresarios, los rentistas, los académicos, la jerarquía eclesiástica y militar, los analistas políticos, etc.