El sicólogo clínico Ramón Mendoza Zaragoza, quien participa en un programa de atención terapéutica en el municipio, remarca que “en situaciones de desastre, también hay un desastre interno”
Acapulco, Guerrero, 10 de febrero de 2024. La atención de la salud mental de los damnificados del huracán Otis es una obligación del Estado y debe ser parte del proceso de reconstrucción de un nuevo Acapulco, señaló a El Sur el sicólogo clínico, Ramón Mendoza Zaragoza, quien participa en un programa de atención terapéutica prolongada a distintos sectores del municipio.
Como parte del proyecto de atención de salud mental de la organización Guerrero es Primero, Ramón Mendoza Zaragoza llegó a Acapulco para dar atención sicológica a damnificados del huracán Otis, pero el especialista tiene antecedentes de incidencia en el municipio, y en el estado.
En los años de 1980 y 1990 fue un sacerdote activo en la promoción de los derechos humanos con la construcción de “comunidades eclesiales de base, que tuvieran a su vez una incidencia en lo social para transformar la sociedad desde sus demandas particulares”. Contó el “acoso” del gobierno por formar parte del Centro de Promoción y Defensa de los Derechos Humanos, vinculado a redes estatales y nacionales, además de que la Iglesia Católica de Acapulco le prohibió dar cursos de derechos humanos.
A los 42 años renunció a la sotana, tiene 67 años y actualmente da terapia en la ciudad de Querétaro, donde radica, y desde donde apoya a comunidades otomí “hacia la construcción de autogestión, autogobierno, de proyectos multidisciplinarios” para que los pobladores tomen las riendas de sus vidas y del gobierno.
Ramón Mendoza es hermano del párroco del poblado de La Sabana y articulista de El Sur, Jesús Mendoza, y comentó que también regresó a Acapulco al ver la devastación del huracán Otis porque “en situaciones de desastre, también hay un desastre interno, emocional”.
En una pequeña oficina de la biblioteca pública número 22, en el zócalo, explicó ayer que desde el 8 de enero empezó en este espacio el proyecto de atención psicológica durante cinco sesiones en igual número de semanas, a 12 grupos de cinco personas, que fueron damnificadas por el meteoro del 25 de octubre, pero que al mismo tiempo participaron como voluntarias de organizaciones civiles durante la emergencia de las primeras semanas.
Las sesiones consistieron en analizar la conducta el 25 de octubre y en días posteriores, “y a partir de ahí, ver qué consecuencias tuvo, qué impacto tuvo en su vida y prever cuál es la nueva conducta que podría crear en una nueva situación para establecer a partir de ahí un compromiso consigo mismo o con la comunidad, de tal manera que no repitiera los mismos patrones mentales o de conducta que vivió durante el huracán Otis”.
Se realizaron ejercicios de respiración, meditación y mindfulness, es decir, la “atención plena, consciente, en el momento presente, sin juicios en los propios procesos internos, sino más bien aceptándolos como tales”, y hubo sesiones únicas a familias con víctimas mortales del meteoro.
Ramón Mendoza expuso que los participantes, algunos de ellos psicólogos, presentaron síntomas de estrés prolongado, depresión, ansiedad, trastorno del sueño y “dificultades para la concentración”. Las sesiones presenciales terminaron este viernes, pero el proyecto continúa con sesiones trimestrales con el fin de construir una red en la que los participantes iniciales apliquen el protocolo de atención en sus entornos familiares, sociales y laborales.
Esto va a permitir identificar a pacientes con “trastornos mentales, emocionales o de conducta agudos, que llevan mucho tiempo y que solamente se agudizaron con ocasión del huracán Otis”, para que puedan ser canalizados a las instituciones públicas.
El proyecto también plantea “que la salud mental tenga una incidencia no solamente en los procesos de salud individual, sino también en un nuevo modelo de reconstrucción, que no tome en cuenta únicamente las propuestas gubernamentales, sino también las propuestas ciudadanas, de los sueños que tiene la misma sociedad a partir de sus dolores y esperanzas”, expuso el sicólogo.
Indicó que “la salud mental no es algo meramente individual o de pareja o grupal, sino que está también vinculado con un modelo de sociedad, está vinculado también con un modelo económico, político”, dijo el activista del grupo 52, en Querétaro, de Amnistía Internacional.
“Una persona que se recupera mental y emocionalmente también puede ser conectada desde un proyecto de vida, desde un propósito de vida consciente, con un proyecto colectivo, humanitario, de una sociedad donde ya no haya necesidad de tener terapia psicológica”.
Dijo que “los procesos de atención a la salud mental son responsabilidad del Estado, en sus diferentes niveles e instituciones”, destacó el impulso del gobierno federal a la atención de salud física, pero criticó que en los hospitales del ISSSTE y del IMSS de Acapulco, por ejemplo “no está todavía suficientemente atendida la salud mental porque tienen muy pocos psicólogos, muy poco personal que se ocupe de la salud mental”.
“Les dan poco tiempo, la consulta psicológica de 15 minutos, en algunos casos de 30 minutos. Yo lo sé por los pacientes que he tenido y que se esperan porque tienen citas periódicas de hasta de un mes o dos meses, y por lo tanto los procesos de salud mental no les ha ayudado suficientemente a una recuperación”.
Planteó que el Estado debe de atender de la misma manera la salud física y la salud mental “porque eso tiene que ver con la conducta de emociones debidamente sanadas y de estados mentales debidamente sanos para una conducta que incida también en crear un nuevo mundo, un nuevo país, nuevas condiciones comunitarias”.
Texto: Ramón Gracida Gómez