31 octubre,2017 8:28 am

La erección del Estado de Guerrero

Fernando Lasso Echeverría*

El pasado 27 de octubre, nuestro estado cumplió 168 años de haber sido formado concretando así una inquietud abierta desde el inicio del movimiento independentista. El sur de la entonces colonia presentaba características geográficas, políticas, militares, demográficas, etnográficas y sociales afines, y una serie de problemas internos comunes, de urgente resolución por medio de su autonomía; el principal de ellos, lo representaba la distancia y la deficiente comunicación con las capitales de las intendencias a las que pertenecía, y también de la capital colonial, situación que dificultaba notablemente la atención que requería la población,

Fue don José María Morelos y Pavón a quien le tocó concretar esta idea por primera vez, al crear la Provincia de Tecpan en octubre de 1811, reconocida oficialmente mediante el decreto constitucional expedido por el Congreso de Apatzingán, el 22 de octubre de 1814, quedando don Ignacio Ayala como su primer intendente o gobernante, e Ignacio López Rayón como su comandante general. Esta Provincia, que fue creada en tiempos de la guerra de Independencia, sólo subsistió durante el lapso en el cual  estuvo en funciones el Congreso insurgente. Al morir Morelos y disolverse el Congreso, la provincia de Tecpan desapareció.

Pero el afán de los surianos por tener una entidad geográfica independiente y con gobierno autónomo continuó vigente, y al consumarse la independencia de México, Vicente Guerrero negoció con Agustín de Iturbide la creación de la Capitanía General del Sur, y ésta se formó el 19 de octubre de 1821. Tenía un territorio semejante al de la Provincia de Tecpan, y su cabecera política lo fue la Villa de Chilapa.

Posteriormente, ya en plena época independiente y muerto don Vicente Guerrero, don Nicolás Bravo realizó gestiones en 1835, para que el Congreso General aprobara la creación del Departamento del Sur, sin embargo, éstas fracasaron y la región continuó formando parte del Departamento de México, con cabecera en Toluca, capital designada en 1830, pues originalmente lo había sido el pueblo de Tlalpan y después Texcoco. ¿Por qué cuando Bravo fue vicepresidente en el  gobierno de Guadalupe Victoria, o cuando Guerrero llegó a la primera magistratura del país, no intentaron como destacados ex insurgentes surianos el establecimiento formal del Departamento del Sur? No existe respuesta.

Al desintegrarse la primera República Central en 1841, Álvarez –heredero político de Guerrero– y Bravo –oponente político de don Vicente–, olvidando sus diferencias, unificaron esfuerzos, y el 10 de octubre, lanzaron un manifiesto en Chilpancingo por el que convocaban a una Junta de Notables que debía reunirse en esa población para redactar el acta de Constitución del Departamento del Sur, que llevaría el nombre de Acapulco, y que comprendería las Prefecturas de Acapulco, Chilapa, Tlapa y Taxco; la subprefectura de Huetamo y el Distrito de Cuernavaca, “si éste quisiera incorporarse”, decía la propuesta. Con ello se pretendía crear de facto la nueva entidad, sin previo consentimiento del gobierno central; no obstante, al restablecerse el gobierno federal con Santa Anna como presidente, éste –quien desconfiaba del ex soldado de José María Morelos y de Vicente Guerrero después– se resiste al proyecto, y el Congreso desaprueba la creación de la nueva entidad. Uno de los personajes que más se opuso a esta intención, lo fue el coronel Florencio Villarreal, quien había sido enemigo acérrimo de Vicente Guerrero y en ese entonces –con la absoluta confianza de Santa Anna– fungía como comandante militar de la Costa Chica, con cabecera en Ometepec, zona que alcanzaba hasta San Marcos y Acapulco. Villarreal argumentaba que la creación del Departamento era ilegal, pero la realidad era que la formación de esta nueva entidad federativa y la instalación de un gobernante, le restarían poder.

No obstante, Álvarez, quien con el grado de general de división participó en la defensa de la Ciudad de México contra la invasión norteamericana de 1846-1848, ya concluida la guerra y con el país disminuido a la mitad, volvió hacia su proyecto prioritario: la erección del nuevo estado del sur, cumpliéndose por fin sus esfuerzos de tanto tiempo, en octubre de 1849, cuando el Ejecutivo federal encabezado por el veracruzano don José Joaquín de Herrera, mediante el Decreto del 27 de octubre del año mencionado logró que el Congreso aprobara la creación del estado de Guerrero. En dicho Decreto se ordenó nombrar a un gobernador provisional y en cumplimiento de ese mandato, el Congreso de la Unión designó a don Juan Álvarez para este cargo, convirtiendo la ciudad de Iguala en capital provisional de la nueva entidad federativa.

Los guerrerenses hemos agradecido hasta la fecha el fallo del mandatario De Herrera. No obstante, en este punto, vale la pena hacer las siguientes consideraciones: ¿Qué o quiénes influyeron en don José Joaquín, para que éste tomara esta decisión? Que obviamente le creaba conflictos con los gobiernos y habitantes de las entidades federativas –México, Puebla, y Michoacán– que iban a ceder tierras para tal efecto; en el caso de los ciudadanos que residían en ellas, éstos se oponían porque les incomodaba emigrar, situación que afectaba sus intereses o bien, perdían su origen natural e iniciaban una nueva vida con incertidumbres legales si se quedaban en el nuevo estado; en esa época, se vivían momentos en los cuales la República estaba pasando por múltiples y difíciles crisis políticas y económicas, que preocupaban y ocupaban a De Herrera; una de las más notables, era el riesgo de que el país se fragmentara en varias naciones, pues ya varios estados como Puebla y Yucatán lo habían intentado desde que México se independizó de España, y quizá, la espinosa decisión de fraccionar aún más la nación creando nuevos estados, disminuía este peligro.

Si bien la erección de una entidad federativa sureña era un viejo anhelo de los habitantes de estas tierras, encabezados por personajes notables, como Juan Álvarez y Nicolás Bravo, el proyecto no había progresado fundamentalmente por razones políticas, argumentándose que el sur carecía de hombres para cubrir los cargos públicos, y que por otro lado, esta región no tenía los recursos necesarios para sostenerse; sin embargo, también era cierto que el tamaño del Estado de México –que en aquella época tenía costa y que prácticamente rodeaba a la vieja y colonial Ciudad de México, abarcando los territorios de lo que son ahora Guerrero, Hidalgo, Morelos y parte de Tlaxcala– preocupaba a los gobiernos nacionales, quienes veían a los gobernadores de esta entidad con celo y desconfianza, por los recursos materiales que tenía su entidad y el gran número de habitantes que en ella vivían, los convertían en gobernantes muy poderosos.

En principio, esto hacía atractivo para los gobiernos centralistas o federalistas que hubo en ese periodo de la historia de nuestro país, disminuir la extensión geográfica del Estado de México, formando otras entidades federativas, sin embargo, los antecedentes históricos del sur los atemorizaban y frenaban el proyecto; por otro lado, es conveniente recordar también, que la nueva petición de Álvarez de nombrar Guerrero al nuevo estado, no era bien vista por muchos malquerientes que había dejado don Vicente, y que estaban enquistados en el poder en esa época; entre ellos, lamentablemente se encontraba el propio Nicolás Bravo; por otro lado, es dudoso que el presidente  De Herrera –que fue un militar realista que luchó contra los insurgentes durante toda la guerra independentista de 1810 a 1820, y posteriormente gobernó el país independiente en tres ocasiones como interino– hubiese tenido un interés personal para erigir nuestra entidad y menos, ponerle el apellido del insurgente suriano; entonces, ¿dónde estuvo la razón de este asunto? ¿Estamos siendo injustos históricamente, con personajes que intervinieron en forma decisiva para la formación del estado de Guerrero? …Seguramente.

Debemos recordar que don Mariano Riva Palacio, el yerno de don Vicente Guerrero, era un destacado político en esos tiempos, y que en parte del último periodo gubernamental de don José Joaquín fue el ministro de Hacienda, y es este personaje –quien salió del ministerio mencionado para ir a gobernar el Estado de México del 31 de agosto de 1849 al 2 de mayo de 1852– el que no sólo consiguió que don Joaquín decretara la erección de nuestra entidad a través de su trato personal con el presidente, sino que también como gobernador –no mexiquense de origen por cierto– facilitó la cesión de parte de departamento de México para la formación geográfica de la nueva entidad federativa, a pesar de que éste ya había sido mutilado en varias ocasiones en beneficio de la capital de la República.

Es muy probable –y lógico– que el caudillo suriano don Juan Álvarez, viendo la situación favorable para ello –por la situación social de Dolores Guerrero– además de manifestar en ese momento su añeja pretensión a los poderes nacionales, haya mantenido comunicación personal y epistolar con la hija de don Vicente y esposa de Riva Palacio, para que ésta influyera en don Mariano su esposo, con la finalidad de que él a su vez, convenciera a don José Joaquín para que se decretara la formación del estado, y se le pusiera merecidamente el apellido de su suegro: Guerrero, ya no Acapulco, como había sido la intención inicial.

En estas gestiones para crear nuestra entidad con el apellido del guerrillero suriano, seguramente ya no intervino don Nicolás Bravo, por su eterna antipatía política por don Vicente; Bravo jamás condescendió con Guerrero, porque nunca le interesó hacerlo, ya que la imagen y popularidad de don Vicente le estorbaban políticamente; don Nicolás, el suriano que alcanzó la vicepresidencia de México en el primer gobierno republicano que suplió al “imperio” de Iturbide, no pudo perdonarle nunca a don Vicente la derrota militar que éste le propinó en Tulancingo a finales de 1827, cuando –buscando el poder total– se reveló contra Guadalupe Victoria, no obstante que Guerrero le condonó la muerte después de derrotarlo y tomarlo prisionero. Finalmente Bravo fue exiliado del país con sus principales cómplices, y estos eventos fueron una humillación que don Nicolás jamás pudo superar, sobre todo porque durante su ausencia falleció su único hijo varón, de quien no pudo despedirse ni participar en su sepelio. Todo lo anterior, más sus diferencias ideológicas, provocadas en gran parte por sus distintos orígenes sociales y de formación, provocó también que posteriormente don Nicolás Bravo luchara a favor del general y médico ex realista Anastasio Bustamante, cuando éste –por medio del golpe armado urdido en el Plan de Jalapa– depuso al presidente Vicente Guerrero y se posesionó de la Presidencia.

El nuevo estado de Guerrero fue erigido por medio del decreto # 3346 del Congreso General de la Federación, publicado el 27 de octubre de 1849, atendiendo la solicitud del presidente José Joaquín de Herrera. Se integró con los Distritos de Acapulco, Chilapa y Taxco del Estado de México; el de Tlapa –que llegaba hasta la costa– perteneciente a Puebla; y la municipalidad de Coyuca de Catalán, correspondiente a Michoacán que, merece recordarse, decidió en forma autónoma integrarse al nuevo Estado, en contra de la voluntad del gobierno michoacano.

Sin embargo, merece mención que la nueva entidad federativa llamada Guerrero, nació en medio de una aguda pobreza y marginación, que persiste hasta la fecha en la mayor parte de su territorio y mantiene inconforme a su población; las regiones correspondientes a la nueva entidad federativa no tenían en aquel entonces sus límites territoriales bien delimitados con los estados contiguos, situación que provocó graves conflictos poblacionales entre municipios colindantes durante muchas décadas. Guerrero carecía de todo en ese entonces; con excepción de Taxco Tixtla y Chilapa, no existían poblaciones “grandes”, pues las mayores que había –que no eran muchas– eran pequeños asentamientos poblacionales de alrededor de mil habitantes, situación en la que estaban por ejemplo Acapulco, Chilpancingo e Iguala; por lo anterior, no existía infraestructura alguna en el terreno abrupto del nuevo estado; éste se encontraba aislado totalmente de las grandes urbes de la ex colonia de la que había formado parte. Hasta la fecha, los guerrerenses seguimos esperando de la federación que ésta pague ya todas las deudas sociales que tiene con la población de nuestro estado.

El 31 de octubre de 1849, por acuerdo del gobernador del Distrito Federal, general Pedro María Anaya, en el zócalo de la capital de la República se anunció solemnemente entre salvas de artillería y repiques de campanas, el bando nacional por el que se daba a conocer al pueblo capitalino la creación del estado de Guerrero, esa entidad federativa tan ligada a la historia del país. Es de recordarse cómo, con ese motivo, desfiló por las calles céntricas de la ciudad, una brillante columna militar al mando del general Nicolás Encino.

* Presidente de Guerrero Cultural Siglo XXI AC.