Texto y foto: EFE
Bogotá, Colombia, 8 de abril de 2018. El árbitro Diego de Leo actuó como salido de la película del oeste norteamericano “El Bueno, el Malo y el Feo”, una de las más taquilleras de 1968, y se hizo célebre en los Juegos Olímpicos de México aquel año por expulsar a tres futbolistas de Bulgaria en el partido por la medalla de oro.
La insinuación de que De Leo dirigió como si tuviera una pistola en vez de un silbato fue hecha sin recato por los integrantes del equipo búlgaro, que con ocho jugadores en la cancha del estadio Azteca no pudo evitar la derrota por 4-1 frente al de Hungría, campeón del futbol olímpico por segunda vez consecutiva.
Ese día, un 26 de octubre, buena parte de los 75 mil espectadores presentes en el Azteca protestaron por la actuación del árbitro y lo violento del partido y desde los graderíos lanzaron almohadillas al campo de juego.
El primer tiempo transcurrió con normalidad casi hasta el pitido final.
El búlgaro Tzevan Dimitrov anotó el único gol de su selección a los 20 minutos de juego. Hungría, que era la favorita, tardó en igualar, pero lo consiguió a los 41 mediante Ivan Menczel.
Apenas un minuto después Antal Dunai marcó el 2-1 para los húngaros y ahí fue Troya.
El búlgaro Tzevan Dimitrov fue el primer expulsado a los 43 por juego violento. Indignado por la decisión arbitral, su compañero Atanas Christov le tiró un pelotazo a De Leo y también se fue a las duchas, segundos antes de Kiril Iivkov, quien insultó al referí oriundo de Italia y naturalizado mexicano.
Los jugadores búlgaros estaban tan exaltados y el árbitro De Leo fue tan radical en su proceder que solo faltaron las pistolas para que este censurable episodio se pareciera a una escena de “El Bueno, el Malo y el Feo”.
En el segundo tiempo, el dominio de Hungría fue tan obvio como aplastante. Antal Dunai, que llegaría a seleccionador de su país y que entrenó en España a equipos como Betis, Castellón, Levante o Murcia, metió el segundo tanto de su cuenta y el tercero de los magiares a los 49 minutos, mientras Istvan Juhasz decretó el 4-1 a los 62.
El juego violento no terminó y Juhasz, cansado de recibir patadas, pagó con la misma moneda, se fue expulsado y dejó a los ya campeones olímpicos con diez hombres en los últimos cinco minutos.
El equipo de Hungría subió a lo más alto del podio otra vez, como lo había hecho en los Juegos de Tokio’64. El de Bulgaria, ya con los ánimos apaciguados, recibió la medalla de plata.
Los búlgaros llegaron a la final del futbol olímpico de México’68 gracias a su triunfo por 2-3 contra la selección anfitriona en semifinales, ronda a la que avanzaron por la suerte de la moneda luego de empatar a un gol frente a Israel.
Hungría terminó invicto, igualó a Inglaterra y a Uruguay como los ganadores del oro olímpico en el fútbol dos veces seguidas y su victoria ayudó al país a situarse en el cuarto puesto del medallero de México’68.
Cuenta la historia que este triunfo inició el final del ciclo dorado del futbol húngaro y que el defensor Dezso Novak fue el único jugador que integró ambos equipos campeones.
De él se afirma que colaboró con la policía secreta húngara para espiar a la selección. Tras ser descubierto como contrabandista de relojes hacia su país mientras jugaba en Austria, fue obligado a informar sobre las actividades de sus compañeros cuando estaban fuera de Hungría.
“Me dijeron que me convirtiera en informante o me enviarían a prisión y terminarían con mi carrera”, confesó Novak en 2004.
También cuenta la historia que el árbitro Diego de Leo murió en 2015, a los 94 años, en su natal Italia. Antes de nacionalizarse mexicano dirigió en su país, Argentina, Brasil, Chile, Perú y Colombia entre 1948 y 1963, cuando emigró a la tierra azteca.
La final del futbol olímpico de 1968, en vez de terminar la carrera de Diego de Leo, la consolidó. Estuvo en el grupo de árbitros del Mundial de México’70 y dirigió el partido entre Rumania y la extinta Checoslovaquia.
Al retirarse a finales de ese año fue instructor FIFA entre 1971 y 1973. Escribió el libro Reglas del Futbol y luego ejerció como observador de los árbitros de Italia a nivel FIFA y UEFA hasta 1991.
Pasó sus últimos años en la ciudad italiana de Vicenza, donde también lo reconocieron por haber dirigido una de las finales más escandalosas en la historia del futbol olímpico.
(En la imagen: Vista general del estadio Azteca durante los Juegos Olímpicos México’68)