1 abril,2024 4:09 am

La FM levantó a un indígena en su pueblo del Edomex y bajo amenazas lo volvió sicario  

 

Según el mazahua, de 22 años, como él hay varias decenas de jóvenes y menores de edad en la sierra de Guerrero peleando sin voluntad, y con el miedo de que sus familias sean asesinadas si desertan o denuncian. Por 14 mil pesos al mes, peleó dos años contra Los Tlacos en pueblos de Tlacotepec y de San Miguel Totolapan. Estuvo en el enfrentamiento en Las Tunas, donde los muertos de su grupo sumaban ya 17, entonces su comandante les dijo que había tregua, que ya nadie podía tirar balazos ahí, y que se desplazaran hacia otros municipios donde seguía la guerra

 

 

 

Chilpancingo, Guerrero, 1 de abril de 2024. Fernando José es un indígena mazahua que durante dos años perteneció a una célula del grupo de la delincuencia organizada La Familia Michoacana, fue reclutado a la fuerza para pelear los territorios de la sierra de Guerrero, donde vio fuego, sangre y muerte.

Originario de Mahuixtlán de Hidalgo, municipio de Ixtapa del Oro del Estado de México, y de 22 años de edad, sabe lo que es sembrar, vivir en la pobreza y vivir de la violencia, donde sus pequeñas manos empuñaron un arma para matar a sus rivales, rivales que nunca conoció y tampoco lo conocieron, pero que fue parte de la supervivencia de los niños y jóvenes que los grupos delictivos mantienen secuestrados para controlar sus plazas.

Antes de su corta edad delictiva, Fernando se dedicaba ayudar a su padre en la siembra de aguacate, ir a la iglesia con su madre y cuidar de su hermana, que fueron el motivo por el que aceptó su vida de sicario, porque si no lo aceptaba lo mataban.

El día que el grupo delictivo lo levantó, él se encontraba con unos amigos, tuvo un conflicto con uno de ellos que lo amenazó con matarlo, Fernando dijo que él no se dejó, porque “aunque sea humilde”, siempre está dispuesto a defenderse, a no agacharse, aunque aquellos tuvieran dinero él nunca fue dejado.

Aquella noche por defenderse y defender la dignidad de su familia, un grupo de hombres armados llegó por él, lo sometió y se lo llevó, sin que en su pueblo se supiera más de él.

“Fue una camioneta, venían hartos, de repente bajan y de repente te llevan, de repente abren las puertas y sale la gente, te agarra y ni modo que corras, si todos vienen bien armados, uno no puede ni correr”, contó a los pobladores y algunos medios de comunicación durante una asamblea en la comunidad de Santa Rosa, municipio de Tecpan de Galeana, el pasado 25 de marzo luego de ser retenido.

“Te llevan, te golpean, te amarran. Te dan culatazones, si no te vas, te vas a morir, no te dan de otra. Pero uno no que quiere morir, soporta; primero te traen (en los cerros) para que les despiques la mariguana, eres un prisionero, si el señor quiere algo, tú tienes que estar para hacerlo, a ti te dicen todo lo que hagas y ellos sí son malos, tienes que hacer las cosas, si te dicen que está mal es porque está mal y lo tienes que hacer de nuevo, aunque esté bien; si dicen que este color es azul y es rojo, no les puedes contradecir de nada”.

Fernando José fue presentado en la escuela de la comunidad de Santa Rosa, después de un enfrentamiento en la sierra de Petatlán y Tecpan se perdió siete días, hasta que el 21 de marzo encontró a un campesino cerca de la comunidad de El Venado, al que le pidió ayuda.

“Yo me perdí, sí, yo me perdí, me perdí la mera verdad, andaba perdidísimo, de hecho, estoy perdido”, dijo ante la asamblea.

Fernando fue enviado por la FM a pelear en la sierra de Heliodoro Castillo y San Miguel Totolapan, donde vivió lo peor de su juventud y donde conoció el coraje, la muerte, el miedo y la supervivencia.

Durante esa guerra contra el grupo de Los Tlacos, mantuvo varios enfrentamientos, junto con sus compañeros quemaron pueblos completos, mataron gente, “dejaron calaveras y cabezas colgadas por todos lados”.

“Fue una guerrísima fea, tanto nos tumbaban, como les tumbábamos, tanto nos mataban, como los matábamos, recuerdo la batalla de Cashacuauilt (Buenavista de Los Hurtado, municipio de Heliodoro Castillo el 5 de enero), ahí les dimos feo”, recordó.

Aquel día, más de 10 integrantes de Los Tlacos fueron calcinados arriba de una camioneta, ese día la Fiscalía General del Estado (FGE) informó que sólo eran cinco cuerpos.

El indígena recibía un pago de 14 mil pesos mensuales por trabajar con el grupo, dinero que nunca vio en su casa porque son personas pobres, pero que tampoco lo podía ocupar “porque en la sierra no había nada que comprar”.

“Pues en ocasiones no nos pagaban, pero no se podía decirles nada, pero tampoco se podía comprar algo, sólo nos daban un taco dorado por las noches y muchos para quitarnos el hambre nos obligaban a comprar droga”, platicó visiblemente nervioso, con los ojos llorosos y la voz entrecortada.

Según el mazahua, como él hay varias decenas de jóvenes menores de edad en la sierra de Guerrero peleando sin voluntad, bajo amenazas y con el miedo que sus familias sean asesinadas si desertan o denuncian.

“Hubo ocasiones que nos preguntaban qué quién quería irse a descansar, entonces si había alguno que alzaba la mano lo mataban, después de eso nos decían que ahí estaba su descanso”.

“Fueron días muy duros, hasta el hombre más malo, más tatuado sentía miedo, veíamos muertos en donde quiera, en los pueblos no había ni una persona, las iglesias todas llenas de casquillos (disparos). Todos los muertos los quemaban, en muchas partes caminabas y veías muertos, a los compañeros nos hacían excavarles una tumba para sepultarlos”, reveló.

La última batalla cruenta que vivió fue el 20 de febrero, cuando el grupo de Los Tlacos tomó una de sus bases en la comunidad de Las Tunas, sierra de San Miguel Totolapan, donde mataron y calcinaron a 17 sicarios de la FM.

“Ahí mataron a 17 compañeros, yo estuve cerca, ahí ellos tanto nos tumbaban, les tumbamos y nos tumbaban y les tumbamos. Todos tenían ganas de seguir y hacerles lo mismo, de repente nuestro comandante nos dijo que se hizo una tegua, que ya nadie podía tirar bala y que se acabó todo”.

Fernando José dijo que desde ese día se bajaron todas las células, tanto de Los Tlacos como la de ellos, nunca supieron cuál fue el acuerdo, pero él junto a más de 200 sicarios fueron mandados a pelear a la sierra de Tecpan, Petatlán, Coyuca de Catalán y Ajuchitlán del Progreso.

“Nos dijeron que viniéramos por el territorio, que esta gente es mala, lo que buscan es salir y tener el control de los caminos, yo me perdí luego de que dronearon (la comunidad de El Porvenir municipio de Tecpan) tuvimos un enfrentamiento, me fui siguiendo a un novato y después ya no supe dónde quedé, hasta que me encontré a un campesino y le entregué el arma”, comentó.

El joven contó su historia a los pobladores de comunidades de la ruta Santa Rosa-El Durazno, reunidos en asamblea, les pidió que no lo entregaran al Ejército “porque si me entregan, ellos me regresan (al grupo delictivo) y me matan, porque todas las autoridades están con ellos, sólo hacen como presencia y después se van, nos dan luz verde para volver a atacar”.

Finalmente, Fernando José fue puesto en libertad el miércoles 27 por los pobladores de Santa Rosa.

El joven mazahua les pidió la oportunidad de trabajar en las comunidades de la ruta y poder encauzar de nuevo su vida en el campo, vida que según sus palabras la echó a perder durante dos años.

El lunes 25 de marzo, pobladores reunidos en Santa Rosa presentaron al joven presunto sicario, detenido, ante los medios, y dijeron que sólo lo entregarían al gobierno federal.

Pero las autoridades federales nunca llegaron ni preguntaron por él.

 

 

 

 

 

Texto y foto: Lenin Ocampo Torres