27 octubre,2021 5:11 am

La fragilidad política de Guillermo Lasso en Ecuador

Gaspard Estrada

 

Desde hace algunas semanas, Ecuador vive una nueva crisis política. Primero, una serie de motines en varias cárceles del país, dejando decenas de muertes. Después, un aumento de varias decenas de puntos en los índices delictivos –en particular de homicidios– en sus principales ciudades. Y finalmente, un aumento sustancial del precio de la energía –en particular de la gasolina–, que sumado a una crisis política entre el ejecutivo y la mayoría del parlamento, está poniendo al gobierno del presidente Guillermo Lasso en una posición comprometida. Paradójicamente, hasta hace pocas semanas, el ex banquero, electo a principios del año, era uno de los presidentes más populares de la región, tras haber conseguido vacunar a buena parte de la población, en particular gracias a la compra de vacunas chinas. Pero las cosas se le han ido complicando en cuestión de meses.

El principal problema de Lasso es político, y se originó durante la elección presidencial de principios de año. En efecto, Guillermo Lasso decidió ser candidato a la presidencia a través de una coalición electoral que agrupaba a varias organizaciones políticas, entre ellas el movimiento CREO, fundado por Lasso, así como el Partido Social Cristiano (PSC), creado por el ex presidente León Febres Cordero y actualmente dirigido por el histórico alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot. Esta coalición electoral de centro derecha tenía como objetivo principal evitar al regreso al poder del correísmo, movimiento político del expresidente Rafael Correa, que gobernó el país durante poco más de una década. Ya había sido el caso en 2017, cuando Lasso perdió por un mínimo margen frente al entonces candidato de Correa, Lenin Moreno (nadie imaginaba en ese entonces que Moreno traicionaría a su mentor político). En esta ocasión, el candidato del correísmo era el joven economista Andrés Arauz (que residía en México –realizaba un doctorado en economía en la UNAM antes de empezar su campaña presidencial), que reemplazó a Rafael Correa, impedido de competir a la presidencia por la justicia. Este perfil, joven, contrastaba con el de Lasso, un miembro eminente de la alta burguesía de la ciudad de Guayaquil, la segunda ciudad del Ecuador después de Quito. Sin embargo, después una dura campaña de segunda vuelta, obtuvo una victoria apretada. Y más preocupante para él, su partido, CREO, no obtuvo la mayoría de los escaños en el congreso. Por el contrario, UNES, la coalición electoral de las fuerzas políticas del correísmo, así como el PSC de Jaime Nebot se impusieron como las dos principales fuerzas políticas en el parlamento. Es ahí donde se reside el principal problema político de Lasso.

Cuando comenzó su gobierno, su alta popularidad le permitía imponer su agenda y sus prioridades a los congresistas. Pero conforme las nubes se fueron acumulando en el horizonte de Lasso, los miembros del parlamento comenzaron a cobrarle factura. Y en este marco, los dirigentes del PSC decidieron dejar la coalición gubernamental, dejando al presidente ecuatoriano solo frente a los parlamentarios correistas. Si bien durante algunos meses, su popularidad se mantuvo, la caída en las encuestas de opinión es perceptible desde el mes de septiembre: según un sondeo de la encuestadora Clima Social, la tasa de aprobación de su gobierno cayó casi 20 por ciento en dos meses, ubicándose en 42 por ciento. Por su parte, la tasa de desaprobación creció de 22 por ciento, pasando a 53 por ciento.

Es en este contexto que las revelaciones del consorcio periodístico internacional ICIJ (el escándalo de los “Pandora Papers”), hicieron temblar de nueva cuenta a Guillermo Lasso. Se trata de uno de los tres presidentes latinoamericanos (junto con Sebastián Piñera de Chile y Luis Abinader en República Dominicana) implicados directamente por el escándalo, tras haber sido descubiertas varias cuentas bancarias en paraísos fiscales a su nombre. A raíz de ello, las presiones de los movimientos sociales se multiplicaron, en particular en las zonas rurales e indígenas, históricamente contrarias a las propuestas de Guillermo Lasso. Todavía es demasiado pronto para evaluar la incidencia de estas revelaciones. Pero queda claro que Lasso comienza mal su mandato.

 

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

Twitter: @Gaspard_Estrada