8 junio,2018 6:34 am

La franqueza de Richard Ford

Adán Ramírez Serret
 
El escritor norteamericano Richard Ford (Jakson, Mississippi, 1944) es uno de los novelistas más importantes y desconocidos de su país. No es que nadie lo lea sino que su existencia, su naturaleza es tan estadunidense, tan franca, que al parecer los habitantes de este país dan por sentado que exista un escritor así.
Con dos premios Pulitzer, un PEN/Faulkner y un Princesa de Asturias en su carrea y con al menos tres novelas definitivas como El periodista deportivo, El día de la Independencia y la auténtica obra maestra Canadá, Ford sigue estando fuera de los grandes reflectores y, me atrevo a decir, marcando una pauta desde un bastión cada vez más extraño a los escritores: su casa de campo marginada y su solitario escritorio.
Es un novelista contundente y lo es de manera deliberada, no deja nada a la suerte y esto se puede ver en cualquiera de sus libros, pues su exploración es siempre hacia dentro, hacia lo que significan las marcas de la vida en los humanos: los sentimientos. Sus libros, pues, no buscan la perfección sino algo que, últimamente, está de moda en algunos escritores: la franqueza.
Lo que sucede es que la destreza narrativa de Richard Ford no se esconde ni en los efectos, ni en los matices ni en los ambientes, sino que su estilo consiste en la caída de un velo y en la honestidad de mostrarse a sí mismo. Dije antes que ahora eso está en cierta forma de moda, no lo digo de manera peyorativa ni mucho menos; al contrario, pienso en dos escritores que me parecen de lo mejor y de lo más representativo de la literatura actual, en Emmanuel Carrère y en Karl Ove Knausgard. Quienes suelen narrar desde una posición con la cual, me parece, Ford marcó la pauta: desde un principio de honestidad en donde el escritor y los personajes son heroicos por mostrarse como seres con muchas dimensiones. Buenos y malos, honestos y deshonestos.
La entrega más reciente de Ford no es una novela sino un libro sobre sus padres, Entre ellos. No es la primera vez que este autor entre en el terreno de las memorias, ya lo había hecho antes con Flores en las grietas y en Autobiografía y literatura. Sin embargo, en esta nueva exploración sobre su vida, él no es el centro de sus pesquisas sino sus padres; la vida de ellos, sobre todo antes que Ford viniera al mundo. Divide el libro en dos partes, la primera que está centrado en su padre, y la segunda, en su madre. Narrando y mostrando fotografías de sus padres, Ford nos cuenta dos vidas de dos norteamericanos comunes en los cuales todo fue normal y sólo hubo cosa diferente: que al parecer no podían tener hijos. Así que lejos de distanciarse por eso, hicieron de esta carencia una cualidad con la cual hicieron una vida en donde lo más importante para cada uno, era el otro. Un equipo perfecto, en donde la madre de Ford acompañaba a su esposo en sus recorridos por el país en busca de clientes y viviendo en hoteles, restaurantes baratos y sobre todo, en la carretera. Hasta que un buen día, con el padre de 39 y la madre de 33, cuando ya no lo esperaban y viejos para la época, 1944, se dieron cuenta que venía un hijo en camino.
Ford, en estas reflexiones sobre sus padres, lejos de lamentarse haber arruinado, en cierta forma, un equipo, descubre que se transformó rápidamente en un testigo. En alguien otro que podía observar a los que se querían.
Es un libro, por supuesto, de amor que podría escribir cualquier persona sobre sus padres, pero que Ford tiene el privilegio de ser escritor y además de ver la vida de frente; así que más que pintarlos como seres excepcionales los describe como seres ordinarios que fueron lo más importante de la vida del autor. Ford, con su franqueza, hace descubrimientos que no se podrían hacer desde otra posición, pues más allá de sentirse acompañado por sus padres mientras los recuerda, siente lo contrario y por eso escribe. Dice en una de las líneas de este libro, “Los padres –por encerrados que estemos en nuestras vidas– nos conectan íntimamente con algo que no somos, y forjan una ‘ajenidad unida’ y un misterio provechoso, de tal suerte que aun estando con ellos estamos solos”. Ford hace de la franqueza poesía y de lo ordinario algo sobrenatural.
(Richard Ford, Entre ellos, Barcelona, Anagrama, 2018. 162 páginas).