10 junio,2018 6:49 am

La furia de Trump golpea el G7 

Texto: DPA
Quebec, Canadá, 10 de junio de 2018. Fue un final abrupto para la cumbre del Grupo de los Siete (G7) en Canadá. Con mucho trabajo se había conseguido una declaración de cierre conjunta. Hasta que Donald Trump sacudió el tablero con la furia de un dios vengativo. Todo quedó en la nada.
Desde el Air Force One, el avión presidencial, el mandatario estadunidense echó por tierra a través de Twitter los modestos resultados de la cumbre de países industrializados que acababa de terminar el sábado en La Malbaie, cerca de Quebec.
¿Qué fue lo que ocurrió?
En dos tuits Trump culpó al primer ministro anfitrión, Justin Trudeau. Dijo que Trudeau había hecho declaraciones falsas luego de haberse mostrado “mansamente” en la cumbre. “Muy deshonesto y débil”, lo llamó.
Trump defendió los aranceles al acero y aluminio que puso desde el 1 de junio a Canadá, la Unión Europea (UE) y México y que tanta tensión causaron en la cumbre. Y amenazó con aranceles a los automóviles, algo que podría preocupar también a México.
Dijo que Estados Unidos solo se está protegiendo de medidas similares de Canadá, que impone altos aranceles a los lácteos estadounidenses. Así que punto final. Se acabó. Ninguna declaración final.
¿Es esa la muerte del G7, que nació hace más de 40 años? ¿Es su reconversión definitiva en un G 6+1, con Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón y Reino Unido por un lado y Estados Unidos por otro?
Trump es un hombre muy susceptible que no deja que nadie le diga cosas. Quiere que se juegue con sus reglas. Quien no lo hace es partido por el rayo, aunque como en este caso estuviera ya en un avión camino a Singapur para su reunión del martes con el líder norcoreano Kim Jong-un.
El Presidente Trump ha hecho de sus amigos enemigos y de sus enemigos amigos. Sus seguidores quieren que le den el Premio Nobel de la Paz.
Con su decisión de retirar su apoyo a la declaración del G7 lleva hacia un precipicio todavía más profundo al grupo, una alianza que Estados Unidos impulsó, pero que ahora hace frente a un futuro incierto.
La cumbre tuvo sus rituales y ceremonias. Apretones de manos, banderas ondeando junto al agua azul del río, la “foto de familia”. Dentro del hotel sede, los reclamos mutuos de Trump y los otros fueron dominantes.
En su mensaje final, al cierre de la cumbre, Trudeau dijo que los canadienses eran amables y educados, pero que no se iban a dejar presionar por Trump y que responderían con aranceles equivalentes a sus medidas.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, aseguró convencido que la cumbre había servido para llevar calma al G7. El año próximo Macron será anfitrión en Biarritz. Si es que para entonces el grupo sigue existiendo.
Trump dominó esta cumbre como ningún otro. Fue imán de toda la atención, marcó la agenda, la convirtió también en parte de su gran reality show de la política.
Propuso que Rusia sea reincorporada al G7, de la que fue expulsada en 2014 por la anexión de la península de Crimea y su idea no fue apoyada, salvo por Italia.
Ni siquiera se sabe qué va a ocurrir ahora en el G7. A los otros miembros sólo les queda hacer un control de daños. Después de 70 años de cooperación transatlántica entre Estados Unidos y Europa, en un solo año y medio de Gobierno Trump ha generado una crisis existencial.
Trump sigue marcando su propio rumbo día a día. La declaración final del G7 pretendía todavía tapar lo que internamente se está desmoronando. ¿De qué sirve reafirmar en el papel el compromiso contra el proteccionismo si hay una amenaza de guerra comercial?
Periodistas que acompañan a Trump en su viaje a Asia describieron el vuelo desde Canadá, durante una escala en la isla griega de Creta, como un viaje “sin mayores novedades”.
Eso, sin contar los dos tuits.