20 mayo,2018 6:29 am

La hipocresía de los neoliberales y los privilegiados

RAZONES VERDES
Eugenio Fernández Vázquez
 
O es ceguera o es mezquindad, y casi siempre es la primera alimentando a la segunda. Quien esté contento con el estado actual de cosas, quien piense que es bueno el balance general de lo que ha pasado en el país en los últimos 20 o 30 años, quien rechace la necesidad de cambiar las políticas públicas, será porque no ve cómo persisten y empeoran la pobreza y la desigualdad a pesar de los esfuerzos de los más pobres, o porque ha perdido toda capacidad de empatía y generosidad. Quizás es también porque, para no renunciar a los privilegios de los que goza –y para que la realidad no le duela–, se dota de parches que le impidan ver lo injusto de la situación actual, que le impidan sentir el dolor de las víctimas del sistema. Eso es lo que parece ocurrir, entre muchos otros, al economista Isaac Katz, académico del ITAM de gran renombre, que acaba de decir en Twitter que los pobres son pobres porque quieren, y que las políticas públicas progresivas son terriblemente injustas.
Este viernes, Katz publicó –con faltas de ortografía que no reproduzco aquí– un hilo de tuits en los que decía: “Suponga dos individuos que al nacer tienen exactamente la misma igualdad de oportunidades. ¿Tienen los mismos genes? No. ¿Acumularán igual KH (capital humano)? No. ¿Tienen las mismas preferencias de consumo e intertemporales? No. Entonces, ¿por qué carajos va a haber igualdad de resultados? Y entonces, como a pesar de la igualdad de oportunidades de inicio hubo resultados diferentes, se aparecen los que proponen tasas impositivas altamente progresivas e impuestos a la herencia, porque eso de ser exitoso es injusto con los demás”.
Es sorprendente que un economista tan brillante como Katz ignore el enorme volumen de literatura académica que muestra que en realidad las cosas son más complicadas, que el entorno es determinante para que una persona progrese o no, que hay un sistema y unas instituciones que privilegian a los ricos y castigan a los pobres independientemente de sus esfuerzos. Es increíble también que no muestre ningún atisbo de solidaridad hacia los más maltratados de la sociedad –no, donar un poco de dinero para becar a alumnos de escuelas públicas, como dice que hace, no es solidaridad: es una forma de taparle el ojo al macho y nada más.
La postura y la actitud de Katz son muy comunes entre los más privilegiados de todas las sociedades, aunque por lo general no tienen ese tono de ideología disfrazada de saber científico tan común entre los postulados neoliberales. Lo que ocurre es que ser un verdadero sicópata que no siente empatía es muy difícil, porque la solidaridad es uno de los impulsos más elementales del ser humano. ¿Cómo se compaginan, entonces, unos privilegios mantenidos a costa de los demás, a los que no se quiere renunciar, con el impulso de la solidaridad, que implica renunciar a ellos? Fácil: negando la realidad, justo como hace Katz. Hay que convencerse a uno mismo de que ese es el estado natural, inevitable de las cosas, o de que la pobreza y la riqueza son premios y castigos a acciones libres y nada más.
La actitud responsable, lo verdaderamente solidario, es hacer exactamente lo contrario. Como propone la filósofa Amia Srinivasan, “los privilegiados (de la sociedad) no deberían sentir compasión, sino una emoción moral que registre su propia complicidad en el sufrimiento de los oprimidos”. Los privilegiados de la sociedad deben –debemos– sumarnos a la lucha contra el sistema que nos otorgó injustamente esos privilegios y pelear por un mundo sin opresión, en el que todos seamos libres, juntos.
Más que cerrar los ojos para no sentir dolor ante la miseria que nos rodea, hay que luchar para que la realidad no duela al verla de frente; hay que transformarla para que sea justa, libre, alegre. Los consentidos del sistema tenemos que asumir nuestra responsabilidad. En lugar de negar –como hace el doctor Katz– la evidencia científica que muestra que la pobreza es consecuencia de un entorno y no tanto de las decisiones individuales, deberíamos entender esa evidencia a fondo, para saber cómo el mundo que refleja. Lo otro es hipocresía y, simplemente, mala economía.