3 noviembre,2020 5:08 am

La importancia de las historias sucias

Federico Vite

 

¿La Liga de La Decencia también prohibirá la obra de James Hadley Chase? Temo que sí. Pero antes de que eso ocurra (más bien, antes de que las buenas consciencias conozcan a este escritor inglés), sería prudente reflexionar sobre las obsesiones literarias de este hombre. ¿Por qué? Porque a él también le interesaron las derivas de la pobreza, la inseguridad social y, por supuesto, los amplios márgenes de la ilegalidad. Es decir: sus personajes quieren hacerse ricos porque están hartos de mendigar, de vivir sin dignidad. Anhelan algo que merecen: bienestar. Obviamente, el rencor social es todo un tema que en manos de Hadley moldea el destino de los personajes.

En varias de las historias de Chase, el protagonista trata de hacerse rico y la única manera (la más fácil) es cometer un crimen, ya sea un fraude de seguros, un secuestro, un robo e incluso un asesinato. A pesar de la quemante pasión por la riqueza, esos hombres de acción se equivocan y, por tanto, malogran sus proyectos. Aparte del ansia están acompañados de mujeres fatales: hermosas, inteligentes e inestables emocionalmente. Ellas matan sin piedad cuando alguien les obstaculiza el camino. Las tramas de Hadley nacen en familias disfuncionales. Como usted nota, este escritor recurre a un caldo de cultivo esencial para analizar a los hambrientos y a los obcecados por el dinero, pero lo más interesante no es que infrinjan la ley por ser pobres sino que recurran a las artimañas criminales para expresar una insatisfacción social tremenda.

En el caso de In a vain shadow, cuyo título en castellano es Entre sombras (Traducción de Eduardo Goligorsky. Ediciones Martínez Roca, España, 1987, 191 páginas), James Hadley Chase narra la historia de Frank Mitchell, un ex soldado que está en banca rota. Vive con una mujer que lo mantiene, lo cuida y lo cela: Netta. Lee el diario y encuentra un anuncio atractivo: Se busca guardaespaldas. Redacta una carta para solicitar el empleo y la envía por correo. Recibe a cambio la cita para una entrevista. Asiste a la oficina de un comerciante, Henry Sarek, quien posee un auto en mal estado y un abrigo espantoso de colores chillantes. Obtiene el trabajo y se va a vivir a la casa de su nuevo jefe, una granja ubicada a media hora de Londres, en Chesham.

Henry Sarek ha recibido tres cartas amenazantes. Así que Mitchell debe cuidarlo. Rita, la esposa de Sarek, trata con frialdad al guardaespaldas. Y él siente una atracción irresistible por ella.

Henry y Rita viajan a París. Así que Mitchell aprovecha la soledad para hurgar en la habitación matrimonial. Descubre la máquina de escribir y el papel en el que fueron escritas las cartas intimidatorias. Eso prueba que Rita envió las amenazas a su esposo. También se entera que ella fue una estrella musical en El Cairo y que Sarek la conquistó por una misteriosa razón. Decide entonces enviar una carta amenazadora a Sarek y así obtiene, además de una prórroga de su contrato, los favores carnales de Rita. Su plan da resultados. Hace de Rita su amante. Ella pide a Mitchell que mate a Sarek para embolsarse una fortuna en diamantes. Ahí se pone en marcha todo el engranaje de la novela. El cómo más que el qué resulta sumamente atractivo. Ergo: ¿cómo ganarle la partida a una mujer fatal sumamente inteligente? Es obvio que un personaje como Mitchell resuma machismo, practica como un medallista olímpico el Mansplainig (cuando un hombre explica a una mujer algo de manera condescendiente o paternalista) y la misoginia. ¿Qué tan mal ven las buenas conciencias a personajes como este? No lo sé, pero no es fácil construir un patán como Mitchell. Reúne todas las características ejemplares de un buen personaje y en torno a él se desarrolla esta inteligente trama que obviamente muestra el ejemplar dominio del suspense de Chase.

No tiene sentido revelar toda la historia, pero sí enumerar las virtudes de un personaje que gracias a los errores que comete pone en marcha la novela. Por principio, el libro está narrado en primera persona de singular; de hecho, el propio Mitchell es quien cuenta las evoluciones de la historia. El autor logra con acierto que el protagonista no vea, aunque lo tiene al frente, el muro contra el que se estrellará. La estructura del relato posee una línea de tiempo clásica, aristotélica, digamos. No hay innovaciones en ese rubro, pero sí un ejemplar conocimiento sobre la violencia y el rencor social. Todo está puesto en su sitio, sin excesos ni adornos. Los diálogos, en estilo directo, fluyen con naturalidad asombrosa. El autor va directo al grano, sin demora, con un estupenda habilidad para dar giros inesperados a la trama, esto lo logra gracias a las mentiras de los personajes, quienes expanden los registros de un engaño en múltiples fragmentos. Pedazos de realidad que Mitchell arma de manera confusa, porque confusa es la manera en la que entiende el mundo.

Entre las sombras nos recuerda que gran parte de la literatura está hecha por autores que ejercitan con destreza la malicia. Esta novela rezuma rencor social, corrupción y sed desmedida de riqueza porque, tal parece decirnos Hadley, la pobreza es un mal tan grave que solo puede paliarse trabajando fuera de los márgenes legales impuestos por el Estado.

Me parece prudente desempolvar la obra de James Hadley Chase porque revitaliza algo que ahora vemos con certeza: el Estado es muy pequeño para controlar los enormes y musculosos tentáculos de la delincuencia organizada. Entre la sombras es ejemplar en ese aspecto.