Adán Ramírez Serret
El gran escritor inglés Julian Barnes, en su novela La única historia, dice que los humanos podemos vivir muchas historias, pero, en realidad, hay una que es la historia más importante de nuestras vidas. Sólo un relato, es la columna vertebral de nuestra existencia.
Pienso que en un escritor esta idea se dimensiona, pues un autor puede escribir sobre las vidas de diferentes personas o sobre diversas partes de su vida, pero hay una, que es definitiva, única. Lo cruel es que muchos autores nunca supieron cuál fue su historia, y los más valientes mueren en el intento.
Pensaba en esta idea mientras leía la más reciente novela de Cristina Rivera Garza (Heroica, Matamoros, 1964), pues ella misma ha dicho que se convirtió en escritora para poder contar la terrible historia del feminicidio de su hermana, sucedido a finales de los años ochenta.
No es cualquier cosa esta declaración de Rivera Garza, pues se trata de una de las escritoras mexicanas más consolidadas y vanguardistas.
Desde 1999, cuando publicó Nadie me verá llorar y Carlos Fuentes escribió sobre esta novela que “Estamos ante una de las obras de ficción más notables de la literatura no sólo mexicana, sino en castellano, de esta vuelta de siglo”. Nada más y nada menos. Con este impulso, Rivera Garza ha seguido trabajando, escribiendo, formando escritoras y dando cursos consolidándose cada vez con más fuerza.
Sin embargo, se trataba hasta antes de ésta, su más reciente novela, El invencible verano de Liliana, de una escritora un tanto para escritores, para puristas de la forma y académicos. Pero ahora, aquella escritora virtuosa de la forma y de lenguaje, se lanza a escribir una crónica, unas memorias y un homenaje a su hermana asesinada, cuyo crimen nunca fue resuelto.
El invencible verano de Liliana comienza con la autora viniendo a México de su lugar de residencia en los Estados Unidos, para reabrir el expediente del asesinato de su hermana, cometido hace treinta años. Comienza con una crónica en primera persona recorriendo las calles de una Ciudad de México hipster, unas veces, burocrática otras o sufrida o valiente con el tráfico y el esfuerzo sobre humano que involucra a muchas personas transportarse en esta ciudad.
Recorre las calles de la colonia Condesa, camina desde allí hacia la colonia Doctores, al Centro de la ciudad y, finalmente, toma un taxi a Azcapotzalco para buscar el expediente de su hermana. Se encuentra con una terrible burocracia, pero también con gente que tiene ganas de ayudar.
Después, decide recorrer en Metro los lugares en donde su hermana estuvo, acercarse a las calles de la universidad en donde ella estudiaba, entrar en el campus, intentar ver el mundo desde los ojos de Liliana. Entonces da un salto importante y nos muestra los cuadernos de su hermana, que era, dice Rivera Garza, “sin duda la escritora de la familia”, además de feliz, creativa y muy guapa.
También recurre Rivera Garza a las personas que conocieron a su hermana en los años que estuvo en la universidad. Sus mejores amigas, amigos lejanos, novios incipientes, pretendientes y demás, quienes van mostrando, cada vez con más fuerza, el retrato de esa hermana asesinada hace más de treinta años.
Sin embargo, Rivera Garza no hace una apología: cuenta también la historia del hombre que la asesinó, aparece en fragmentos que se van convirtiendo en un retrato más potente, en los propios diarios de Liliana y en los recuerdos de las personas que la conocieron. Allí anduvo todo el tiempo el asesino, pero al no saberse, al no hablarse de los feminicidios, las víctimas potenciales carecían, carecen de toda protección.
El invencible verano de Liliana, es hasta ahora el libro en donde Rivera Garza ha mostrado más de sí misma, es quizás, la historia única de su vida; una autoficción escrita desde las entrañas y buscando la única justicia a la que puede aspirar una víctima: revivir en los recuerdos de quienes las conocieron y en las páginas de quienes leen un libro.
Cristina Rivera Garza, El invencible verano de Liliana, Ciudad de México, Random House, 2021. 218 páginas.