8 febrero,2023 5:25 am

La inversión china en México: los nuevos rumbos de la globalización

Saúl Escobar Toledo

 

Con mi solidaridad y reconocimiento para el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.

 

Uno de los fenómenos mundiales de los últimos años más comentados en la prensa y en las publicaciones especializadas es el llamado “nearshoring” o “friendshoring”. Consiste en que las compañías multinacionales, principalmente de capital estadunidense, están moviendo sus fábricas de China a otros lugares del mundo que se ubican más cerca de Estados Unidos o que no representan un riesgo político para Washington. Esta reubicación obedece a dos causas: los problemas de transporte de mercancías que se observaron durante la pandemia; y las tensiones geopolíticas derivadas de la guerra en Ucrania y la rivalidad creciente entre China y Estados Unidos.

El término se desprende de otra palabra en inglés, offshore, la cual designa el proceso que marcó la globalización de las últimas décadas: la fragmentación de los procesos productivos y la instalación de empresas industriales fuera de Estados Unidos y Europa. El principal receptor de esas inversiones ha sido el gigante asiático, pero también otras naciones con salarios inferiores a los existentes en los países desarrollados.

Bajo la nueva tendencia (nearshoring) México formaría parte de los países beneficiados debido a su cercanía con Estados Unidos y porque se le considera un socio comercial y político de la Casa Blanca. Sin embargo, algunos observadores han señalado que este movimiento de inversiones y plantas industriales no lo están haciendo sólo empresas de capital estadunidense o europeo: de manera similar, aunque en menor medida, se están registrando inversiones provenientes de China.

De acuerdo con un reportaje del New York Times (03022023), compañías de esa potencia oriental están invirtiendo “miles de millones de dólares” en México. Pone el ejemplo de una empresa dedicada a producir muebles para el hogar que invirtió 300 millones para levantar una fábrica en Monterrey con el propósito de exportar esos productos a Estados Unidos. Los representantes de la empresa dijeron que habían elegido el norte de México debido a que los precios de embarque interoceánico se estaban disparando y a la “guerra comercial” entre su país y Estados Unidos. Para estos empresarios, el mercado estadunidense seguía siendo el más importante. Por ello, y para competir en mejores condiciones, dice el reportaje, grandes compañías chinas de capital privado están invirtiendo “agresivamente” en México.

Lo anterior es una muestra, dice el NYT, de que los inversionistas chinos consideran que, no obstante las tensiones políticas, las relaciones económicas entre las dos potencias son muy fuertes y continuarán siendo así.

Según el mismo reportaje, otra empresa, Lizhong, también está invirtiendo en una planta de partes automotrices en Nuevo León para abastecer a Ford y General Motors. Las empresas estadunidenses “ven con buenos ojos” estas inversiones ya que pueden eliminar el riesgo de disrupción de las cadenas de valor como el que se presentó durante la pandemia.

No obstante, los inversionistas chinos que están invirtiendo en el norte del país ven con preocupación algunos asuntos, destacadamente, la contratación de trabajadores y los proveedores de insumos. Acerca del primer tema, según el NYT, los inversionistas chinos están acostumbrados a las condiciones laborales que prevalecen en su país y en Vietnam, donde no hay vida sindical y existe una abundante oferta de mano de obra que viene del campo a la ciudad. En cambio, en Nuevo León, la tasa de desempleo es baja, del 3.6 por ciento, y las nuevas inversiones están desatando una fuerte competencia por la contratación de trabajadores. Para atraerlos, han ofrecido prestaciones como transporte y servicio de alimentos en los centros de trabajo. Sin embargo, las estrategias de los directivos en China, afirman sus representantes, consisten en gastar poco en salarios ya que consideran que los trabajadores son fácilmente reemplazables. Lo anterior puede causar conflictos o frenar su expansión.

En cuanto al abastecimiento de insumos, uno de los problemas que han detectado es que el T-MEC dispone que las empresas deben utilizar porcentajes determinados de refacciones y materias primas producidas en la región norteamericana para gozar de las ventajas aduaneras.

Según datos oficiales, la inversión china en México ha venido aumentando en los últimos años: de 75 millones de dólares en 2009, a 386 en 2022. Sin embargo, lucen todavía reducidas si tomamos en cuenta que el flujo total de la Inversión Extranjera Directa (IED) en México en el segundo trimestre de 2022 fue de 32 mil millones de dólares (mmd). La gran mayoría provino de Estados Unidos (12.5 mmd) y luego le siguieron Canadá, España, y Argentina. Si tomamos en cuenta la inversión acumulada hasta 2022, la proveniente de Estados Unidos representaba 310 mmd y la de China apenas 2 mmd.

Estas cifras, agrega la nota de otro diario, El País (26112022), podrían ser inexactas. Académicos del Centro de Estudios China México (Cechimex), de la UNAM, calculan que las inversiones de ese país serían ocho veces superiores a los registrados, debido a que las empresas suelen “utilizar sus subsidiarias instaladas en Estados Unidos para enviar el capital que invertirán en México”. Por ello, para la Secretaría de Economía, ese capital es estadunidense, no chino.

Lo que estamos observando, dice el diario español, es apenas el comienzo de una gran ola de inversiones. Sin embargo, este proceso no será fácil ni rápido: hace falta infraestructura, fuentes de abastecimiento de materias primas, suficiente disposición de energía eléctrica, y fuerza de trabajo calificada.

En resumen, se está llevando a cabo una nueva configuración del comercio y la producción a nivel mundial motivada por las múltiples crisis que se observan actualmente. México se está beneficiando al recibir inversiones de diversos rincones del mundo, incluyendo China. No obstante, hay muchos factores que pueden acelerar o retardar este reacomodo. En el caso de las inversiones provenientes del gigante asiático, los conflictos de Estados Unidos con el gobierno de Beijing, así como la guerra en Ucrania, podrían llegar a tal punto que nuestro vecino exigiera a México vetar la instalación de algunas fábricas o empresas de origen chino en nuestro territorio por considerarlas peligrosas para su seguridad. En segundo lugar, sobre todo si nuestro país no define una política industrial, los empresarios extranjeros podrían traer a México los procesos productivos más sencillos (con menor valor agregado, como muebles para el hogar) y no los más complejos. Lo anterior confirmaría la tendencia maquiladora de nuestro país, lo cual, como hasta ahora, no ha redundado en un crecimiento sostenido del conjunto de la economía.

Se dice que China pronto será la nueva potencia económica mundial y rebasará a Estados Unidos. También, que los flujos de inversión tienden a recolocarse de acuerdo con criterios políticos. Desde este punto de vista, la globalización, basada en la libertad de los mercados, está desapareciendo. Pero también se ha señalado que es aventurado asegurar tales cosas. Los nexos económicos entre China y el mundo, incluido en primer lugar Estados Unidos, se mantendrán todavía por largo tiempo. Lo único que podría romper estos vínculos, se afirma, sería una guerra frontal entre ambas potencias, lo cual es poco probable, por fortuna.

En este proceso de transición, que se observa tan confusamente, México debería asegurar su futuro y tratar de cambiar el curso neoliberal en el que todavía navega. La elección no radica en apostar por China o Estados Unidos, sino en buscar un lugar en el mundo basado en un Estado rector del desarrollo; en una fuerza de trabajo más calificada, mejor pagada y protegida; en el aprovechamiento racional y sustentable de nuestros recursos naturales; y en un proyecto industrial de largo plazo basado en la adopción creativa de las nuevas tecnologías.

 

saulescobar.blogspot.com