2 noviembre,2020 3:09 pm

La llave de la Casa Blanca pasa por los “estados bisagra”

Los focos están puestos en media docena de estados que Biden y Trump necesitan para inclinar la balanza a su favor

Washington, DC, EU, 2 de noviembre de 2020. En Estados Unidos la política es roja, por los republicanos, y azul, por los demócratas. Como en otras partes del mundo, los dos grandes partidos cuentan con bastiones tradicionales que elección tras elección se decantan por su candidato a la Casa Blanca, pero hay otros donde el electorado no es tan fiel. Son precisamente estos, a los que se conoce como swing states o “estados bisagra”, los que decantan la balanza de uno u otro lado.

Su importancia radica principalmente en el hecho de que la elección del presidente no es directa, sino que lo que votan los ciudadanos es a sus representantes en el Colegio Electoral, que a la postre será el que elija al presidente. Cada estado cuenta con un número de representantes en función de su población y dado que en todos ellos –salvo Nebraska y Maine– el ganador se queda con todos ellos, perder nunca es una opción.

La victoria en uno de estos estados, aunque sea por un puñado de votos, puede ser determinante, como ocurrió en las elecciones de 2000, cuando el republicano George W. Bush se terminó llevando la Presidencia tras lograr la victoria en Florida por solo 537 votos, previo paso por el Tribunal Supremo, y con ello el número suficiente de compromisarios en el Colegio Electoral.

Otro caso sonado fueron las elecciones de 1948. Entonces, el republicano Thomas Dewey era considerado como el máximo favorito pero terminó perdiendo ante el demócrata Harry S. Truman, quien ganó por menos del 1 por ciento en algunos de los estados ‘bisagra’ de esas elecciones. La derrota quedó para los anales de la historia porque pese a que el recuento aún no estaba concluido en todos los estados el ‘Chicago Tribune’ mandó a imprimir su edición del día siguiente dando a Dewey como ganador. Dos días más tarde, un Truman sonriente se fotografió con la portada que informaba de su ‘derrota’.

Pero, ¿cuál es el origen del término swing states? El uso de este término lo acuñó en 1936 el New York Times durante la campaña de Franklin D. Roosevelt, pero no fue hasta las ajustadas elecciones de 2000 cuando comenzó a cobrar fuerza y los “estados bisagra” se convirtieron en el principal foco de interés no solo de los candidatos, sino también de la prensa.

Aunque varían entre elecciones, en general se trata de en torno a una docena de estados, puesto que desde 2000 en 38 de los estados del país el voto en las presidenciales ha ido a parar al mismo partido. Esto hace que sea más predecible si un estado será “azul” o “rojo” y explica el por qué los candidatos suelen centrar sus esfuerzos, tanto publicitarios como de campaña, en los swing states.

Según la organización National Popular Vote, durante las ocho primeras semanas de campaña –hasta el 22 de octubre–, el 98 por ciento de los actos de los candidatos presidenciales y vicepresidenciales se concentró en solo doce estados. Más concretamente, el 80 por ciento de los 122 actos tuvo lugar en siete estados: Florida, Pensilvania, Michigan, Carolina del Norte, Wisconsin, Nevada y Arizona.

FLORIDA

En general, expertos y medios coinciden este año en que los swing states son Arizona, Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Carolina del Norte y Florida. De entre todos estos estados, sin duda el que más importa es Florida, ya que en juego están 29 de los compromisarios del Colegio Electoral.

Tal y como están las cosas, con Biden con una ventaja de unos 10 puntos a nivel nacional, si Trump aún quiere dar la campanada el 3 de noviembre, sus opciones pasan en gran medida por Florida.

Según FiveThirtyEight, si el candidato demócrata gana en Florida sus opciones de conseguir la mayoría en el Colegio Electoral aumentan un 99 por ciento, mientras que en el caso de Trump, solo aumentarían en un 39 por ciento. No obstante, como subraya su director, Nate Silver, si el presidente gana en este estado, en el que los sondeos le sitúan ligeramente por detrás, también podría hacerlo en otros en los que se encuentra en la misma situación.

PENSILVANIA

El segundo de estos estados más codiciado es Pensilvania, ya que otorga 20 compromisarios. El estado natal de Biden –quien luego creció en Delaware– fue para Trump en 2016 –la primera vez que un candidato republicano ganaba desde 1988–, pero no por una contundente mayoría y ahora el candidato demócrata parece partir con ventaja para alzarse con la victoria, entre otras cosas gracias al mayor peso demográfico que tienen ciudades como Pittsburgh y Filadelfia.

MICHIGAN

Por lo que se refiere a Michigan, quien gane en este estado se llevará 16 votos en el Colegio Electoral. Aquí, Trump logró una exigua victoria que sin embargo fue clave –junto con Pensilvania y Wisconsin– para llegar a la Casa Blanca.

Los expertos creen que Biden tiene bastantes opciones de imponerse en este estado, más después de que hace unas semanas el FBI evitara un plan para secuestrar a la gobernadora, la demócrata Gretchen Witmer, por parte de miembros de un grupo de extrema-derecha. Además, el estado se ha visto duramente golpeado en el plano económico por la pandemia de coronavirus, con una mayor destrucción de empleos y negocios que en otras zonas del país.

CAROLINA DEL NORTE

Carolina del Norte es otro de los estados en disputa para estas elecciones. Aquí están en juego 15 compromisarios que en nueve de las diez últimas presidenciales han ido a parar para los republicanos, con la excepción de Barack Obama en 2008. En esta ocasión, las opciones de Trump pasan por movilizar el voto rural como hizo en 2016 y contar con que el peso de las ciudades, que se inclinan hacia Biden, sea menor.

ARIZONA

En lo que se refiere a Arizona, otro de los estados que los expertos coinciden en considerar como “bisagra” este año, hay 10 compromisarios en liza. Este estado fronterizo con México ha votado republicano en todas las presidenciales desde 1952, salvo en 1996 cuando apoyó a Bill Clinton.

Ahora, sin embargo, Arizona parece inclinarse hacia Biden, algo que se explica por el hecho del tirón que los demócratas tienen entre los votantes de las zonas suburbanas y al cambio en su electorado, con un peso creciente de los votantes hispanos. En 2016, estos últimos representaron a uno de cada cinco votantes y respaldaron con contundencia a Hillary Clinton.

No obstante, dada el aumento de las comunidades de jubilados, su electorado también es ligeramente mayor que la media del país. Aunque a priori esto podría beneficiar a Trump, la pandemia, que aquí ha golpeado con fuerza, le ha arrebatado parte del respaldo del segmento mayor de 65 años, incluso en el feudo tradicional conservador del condado de Maricopa.

WISCONSIN

Por último, otro de los swing states que entra en todas las quinielas es Wisconsin. Este estado del llamado rust belt (el cinturón de óxido) es uno de los más castigados por la pandemia y fue además escenario el pasado agosto de protestas en el marco del movimiento Black Lives Matter tras disparar un policía contra un afroamericano en Kenosha.

Aunque demográficamente, con su población mayoritariamente de clase obrera y rural de raza blanca, debería ser un estado fácil para Trump –en 2016 fue el estado que inclinó la balanza a su favor–, lo cierto es que los sondeos sitúan a Biden con ventaja. Para materializar esa ventaja, el demócrata necesitará una alta participación en Milwaukee, la principal ciudad del estado.

En total, estos seis estados suman 101 compromisarios. Partiendo de la base de que para llegar a la Casa Blanca hacen falta 270 votos en el Colegio Electoral, ello explica por qué son claves tanto para Biden como para Trump y por qué quien quiera salir airoso necesitará ganar al menos en tres de ellos.

La decisiva Pensilvania, muy divivida en estas elecciones

Pensilvania se ha convertido en el escenario principal de los últimos días de la campaña electoral de Estados Unidos. El estado norteño ofrece 20 codiciados votos del Colegio Electoral y está muy dividido.

Tanto el presidente, Donald Trump, como su rival demócrata, Joe Biden, han visitado insistentemente el lugar en los últimos días, para intentar convencer hasta al último de los indecisos.

El candidato demócrata reservó, de hecho, sus dos últimas jornadas de campaña íntegramente a su estado natal. Sabe que si gana Pensilvania tendría la victoria más cerca, teniendo en cuenta los sondeos en otros lugares clave.

“Está en juego la personalidad de este país. Hay mucha división, y necesitamos estar unidos. Esa polarización se produce porque el liderazgo del país la está promocionando”, señala Randy Richardson, un comerciante de mediana edad, en las calles de Scranton, la ciudad donde Biden vivió sus primeros años.

Votará a su paisano. “No me gusta cómo está manejando la pandemia Donald Trump. No existe un mensaje unificado. En otros países no se delega la decisión sobre qué hacer en medio centenar de estados. Se hace una política federal. Aquí no se ha hecho eso”, justifica Richardson.

Biden, su opción, lidera los sondeos con unos 4,1 puntos de ventaja sobre Trump, lejos de los 7.3 puntos que separaban a ambos candidatos el 12 de octubre, según el consolidado de encuestas realizado por el portal Real Clear Politics.

El presidente ha conseguido recortar la distancia. No es la primera vez. En 2016 ganó Pensilvania por apenas 44 mil votos, después de darle la vuelta a unos sondeos que situaban como ganadora a la entonces candidata demócrata, Hillary Clinton.

Trump se alzó con la victoria en 2016

Trump consiguió romper un ciclo de dominio demócrata de hasta seis victorias en elecciones presidenciales consecutivas en el estado norteño. Lo consiguió prometiendo traer de vuelta los empleos perdidos durante décadas debido a la deslocalización de industrias en otros países con manos de obra más barata.

Tras cuatro años de mandato, el desempleo se había reducido, en febrero, antes de la pandemia, medio punto con respecto a la cifra dejada por la Administración del ex presidente Barack Obama.

“Hay que hacer que este país trabaje. Hay que sacar a los sin techo de la calle y los demócratas no lo hacen. Sólo les interesan sus bolsillos”, comenta Robert Smith, un mecánico de Wilkes-Barre, una pequeña localidad del condado de Luzerne, en el este de Pensilvania, donde el horizonte aparece regado con fábricas de ladrillo vivo, y que Trump consiguió teñir de rojo hace cuatro años.

Defiende la política de ley y orden esgrimida por el presidente. “Hay que mantener financiados tanto a la Policía como al Ejército. Son los únicos que pueden enfrentar a los grupos terroristas. Prefiero que vayan ellos a luchar contra los criminales, porque si tengo que ir yo, la cosa se va a poner muy fea para ese criminal”, comenta Smith.

No está de acuerdo, por otro lado, con parte de la posición demócrata con respecto al manejo de la pandemia. “Odio las mascarillas, aunque sé que hacen sentir a la gente segura. Pero el hecho es que no me gustan, y no quiero estar obligado a llevarlas todo el rato. Hay muchos sitios abiertos y tampoco es que protejan tanto”, asevera el mecánico.

Campaña muy reñida

En las áreas residenciales de Scranton y Wilkes-Barre, las calabazas de Halloween se mezclan estos días con la cartelería y propaganda electoral. En algunos barrios parecen auténticas zonas de batalla de campaña, con la mayoría de casas apoyando a uno u otro candidato, en un estado muy dividido.

“Trump intenta que la gente se enfrente. Selecciona a algunas personas para crear discordia. Dice que los suburbios no van a estar seguros si dejamos a las minorías mudarse allí, y cosas así”, cree Bill Herbert, un sindicalista retirado del sector del acero, que votará a Biden.

No le molesta que el magnate pinte a parte del partido demócrata como socialista. “En América ha habido un lavado de cerebro sobre el comunismo y el socialismo. Nos han dicho, durante años y años, que debemos rechazar eso y todavía están con ese discurso. Pero, en lo que respecta al partido demócrata, no es socialismo per sé, sino usar el dinero de los impuestos para desarrollar el país, para ayudar a la gente y para mejorar la economía. Los republicanos no quieren hacer eso. Quieren quedarse con todo el dinero y dárselo a los ricos”, asevera Herbert.

El sindicalista es demócrata y apoya el fracking, una industria que se ha convertido en el centro de la campaña en Pensilvania. Trump alega que los demócratas quieren prohibir la extracción de gas por esa vía, acabando con los 26.000 empleos directos que ofrece. Biden lo niega, pero la facción más progresista, aunque minoritaria, de su partido, sí aboga por una limitación mucho más restrictiva del fracking.

La dividida Pensilvania será uno de los estados que centrarán la atención durante el recuento. El entorno republicano ha denunciado un posible fraude en torno al voto por correo, especialmente en este estado, y no se descartan tensiones en la noche electoral.

De hecho, las autoridades de Filadelfia, la mayor ciudad del estado, ya han hecho saber este lunes que el recuento podría “fácilmente llevar varios días” debido a que se han emitido más de 400 mil votos por correo para estas elecciones.

En una carta abierta a los votantes de la ciudad, el alcalde, Jim Kenney, y la comisionada, Lisa Deeley, han recordado que no se puede comenzar a contar los votos por correo y anticipados hasta las 7:00 horas del 3 de noviembre, por lo que habrá papeletas por contar después de la noche electoral. Por ello, “esto podría determinar el resultado en Filadelfia” y en el estado en su conjunto, han prevenido, pidiendo paciencia.

Texto y foto: Europa Press

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