21 abril,2023 5:23 am

La Octava Región de Guerrero

La política es así

Ángel Aguirre Rivero

 

La circunstancia de la sierra de Guerrero ha sido y es como su intricada geografía, compleja, difícil, pero con un gran potencial de desarrollo.

La carencia de servicios, de caminos, el atraso y la marginación de sus comunidades generan la sensación de que el tiempo se detuvo en un punto en que el progreso y la modernidad nunca llegaron.

La sierra es tierra de oportunidades, y no tiene que ser vista como tierra de nadie donde sus pobladores huyen del asedio.

Lo que nos debe llevar a reflexionar sobre lo que ha faltado para detonar el desarrollo social y económico aprovechando en sus riquezas forestales y agrícolas, y el empuje de su gente para salir adelante.

Es cierto que el cultivo de la amapola ha sido durante décadas, la base de ingresos de cientos de familias.

El Estado mexicano lejos de convertir el riesgo en oportunidad, optó por perseguir y castigar a quienes siembran el opiáceo.

No es suficiente con decir que la violencia disminuirá si se atienden las causas sociales y económicas, hay que hacer algo y convertir una debilidad en oportunidad, en fortaleza.

Sobre todo cuando las cosas han cambiado, la heroína ya no es negocio, la irrupción de las drogas sintéticas desplazó el cultivo de amapola.

“Hace años, durante el boom de la heroína, en Estados Unidos se pagaba a 30 mil pesos el kilogramo de goma de amapola. Con el auge del fentanilo, el precio descendió a 3 mil pesos por kilo, una cifra que está lejos de ser rentable para los agricultores”, refiere en el periódico español El País, el periodista Alejandro Santos (El efecto mariposa del fentanilo: la agonía de los campesinos de la amapola en Guerrero).

Estoy enterado que, ante ello, muchos campesinos han optado por la reconversión de cultivos, y se orientan a la siembra de aguacate. El programa Sembrando Vida tendría que ser potenciado en esta región y los gobiernos acompañar de manera decidida a los campesinos de esta región en este esfuerzo.

El camino para integrar a la sierra como una región ha sido largo. En mi primer periodo como gobernador se dieron algunos pasos en ese sentido, en 1996, año en que constituí el Consejo Regional para el Desarrollo de La Montaña y el Consejo Regional de la Sierra del Sur, en los que participan organizaciones sociales, presidentes municipales y representantes de dependencias federales y estatales, con el propósito de que las organizaciones sociales tomaran en sus manos su destino, y que las decisiones no sólo llegaran desde el centro del país o del estado.

Posteriormente, el 10 de diciembre el entonces gobernador René Juárez Cisneros, creó la “zona de atención especial para el desarrollo sustentable de la Sierra de Guerrero”.

Más adelante, en noviembre de 2013, mi gobierno emitió el acuerdo por medio del cual se crea la Comisión Técnica para El Estudio y Análisis de la Creación de la Octava Región Económica de la Sierra de Guerrero.

Y en 2015, se declara el Reconocimiento de la Identidad de las y los habitantes de las Localidades de la Región Sierra.

Por eso celebro que se haya aprobado la iniciativa que envió la gobernadora Evelyn Salgado de reconocer a la sierra como la Octava Región de Guerrero.

El proceso es arduo, requiere mucho trabajo para dar los pasos siguientes, la planeación de las políticas públicas que trasladen a los hechos los buenos propósitos.

Si estos planteamientos no se lleven a los hechos, serán sólo buenos deseos.

En 2019 escribí en estas páginas: “Durante su campaña política, López Obrador prometió que de ganar La Presidencia, destinaría más inversión que en otras regiones del país, a La Montaña y La Sierra de Guerrero; “justicia es darle más al que tiene menos”, dijo en Tlapa el 7 de junio del año pasado”.

Aún es tiempo, presidente AMLO. Con voluntad y decisiones de su gobierno es posible.

Demos el siguiente paso. Cambiemos la historia de esta región.

Del anecdotario

Emilio llegó hace ya varios años desde el reino amuzgo (Xochistlahuaca) y se estableció para vender sus tacos de cabeza de res en Acapulco, por ahí por La Garita y para muchos incluyéndome, son sin duda los mejores de nuestro amado puerto.

Hace unos días lo visité como cualquier hijo de vecina, y puede percibir su alegría desde que notó mi presencia. Y es que ya nos conocíamos desde varios años, incluso algunas veces le pedí que atendiera algunos eventos oficiales.

Y me platicó que uno de mis colaboradores que no voy a mencionar su nombre para no ventanearlo, se devoró más de 25 tacos de su manufactura.

Y es que si usted no los ha probado, no se quede con las ganas de hacerlo, en verdad son únicos: los de lengua, sesos, maciza o los de ojo, que son los preferidos de mi amigo el exrector Javier Saldaña Almazán.

Estos tacos son únicos y la salsa que prepara Emilio no se encuentran en otro lugar, solo ahí y está de chuparse los dedos.

Eso sí, no se desespere porque Emilio tiene una gran paciencia para atender, y la única que le apoya es una maravillosa mujer, su esposa, también originaria de Xochistlahuaca.

Hicimos gratos recuerdos: hablamos algunas palabras en su lengua madre y quedaron muy sorprendidos cuando con una gran familiaridad les hablé de mi conocimiento de tantas comunidades amuzgas.

Tres de lengua, dos de sesos y dos de ojo me mandaron más que satisfecho a dormir plácidamente ese día.

Antes de despedirnos, Emilio y su esposa me pidieron una fotografía, a lo que accedí con mucho cariño

Y fue más allá: –oiga licenciado, yo sé que a usted le cuesta mucho trabajo venir hasta mi taquería, entonces cuando usted mande por sus tacos que me digan una clave y yo les daré prioridad.

Y le pregunté: –¿y cuál es la clave, querido paisano?

–Ya vine… Esa es la clave: ya vine.

Así que se las paso al costo para que todos tengamos prioridad.

La vida es así…