13 agosto,2018 3:54 am

La restauración forestal, un reto como país

Eugenio Fernández Vázquez
El reto que se ha planteado Andrés Manuel López Obrador al comprometerse a restaurar un millón de hectáreas en su sexenio es titánico, y su tamaño sólo es comparable con su importancia. Si se hace bien –y la calidad, formación y experiencia de quienes quedan a cargo del proyecto indican que así será– puede ser la clave para activar las economías de estados en los que la miseria es la norma. Al mismo tiempo, centrar ese crecimiento y desarrollo en la agricultura y la silvicultura sustentables será garantía de conservación de la biodiversidad.
La experiencia de los cafetaleros organizados en México ha mostrado que el café de sombra es una herramienta portentosa no sólo para frenar la deforestación, sino para recuperar las selvas perdidas. Cuando este aromático grano se cultiva bajo la sombra de árboles locales, permite encontrar alternativas naturales para combatir pestes y plagas, para fertilizar los suelos, para ganar en calidad y productividad. Esto supone un ahorro en insumos para los productores, el acceso a mercados de nicho que pagan mejores precios y, al mismo tiempo, la restauración de ecosistemas perdidos o en riesgo; lo mismo ocurre con el cacao, que puede crecer bajo la densa sombra de las selvas sin perder productividad.
El aprovechamiento de las maderas preciosas de las selvas del sur y el sureste de México, por otra parte, permite hacer rentable la conservación de estos ecosistemas, al tiempo que se generan empleos y oportunidades de negocio en comunidades muy remotas y, más seguido que no, muy pobres. Los silvicultores de Quintana Roo han mostrado que mantener con buena salud el hogar del jaguar, el pecarí, el quetzal, es compatible con la extracción de caobas y cedros.
Este logro, sin embargo, no se dará en automático. En primer lugar, cultivar productos agroforestales, hacer agricultura de conservación y aprovechar la madera en forma sostenible requiere un hondo conocimiento técnico. El anuncio de que León Jorge Castaños quedará al frente de la Comisión Nacional Forestal es, en ese sentido, estupenda noticia. Castaños ha convertido su predio en la Sierra Norte de Puebla en una escuela en la que se han formado decenas de ingenieros forestales, comisariados ejidales y técnicos de todas las profesiones. Cuando ocupó la Subsecretaría Forestal y de la Fauna, en los años ochenta, comandó un grupo muy brillante de extensionistas que se dieron a la tarea de mostrar al país cómo aprovechar los bosques sin perderlos.
También será crucial formar empresas que permitan dar salida a los productos que se obtengan en las hectáreas recuperadas. La futura titular de la Secretaría de Desarrollo Social, o del Bienestar, María Luisa Albores, tiene una enorme experiencia en ello. La organización en la que se formó, Tosepan Titataniske, también de la Sierra Norte de Puebla, ha sido un ejemplo de organización y formación de empresas sociales.
Además de eso, está el reto de comprometer al resto del país en este esfuerzo. Sólo fortaleciendo el mercado interno de productos agrícolas y forestales se podrá hacer realmente rentable para los productores este esfuerzo de restauración y conservación. Urge fortalecer a la industria maderera nacional y es de vital importancia que los consumidores más privilegiados del país usen su poder adquisitivo para contribuir a este esfuerzo.
Todos dependemos de los bosques tropicales del país. Sin ellos, el cambio climático nos arrasará, las lluvias seguirán patrones imposibles para la agricultura y el hambre será cada vez más un fenómeno común. Todos, por ello, debemos contribuir como podamos a la restauración y conservación de nuestro medio ambiente.