7 agosto,2022 9:43 am

La tabla periódica en 118 pinturas

 

Ciudad de México, 7 de agosto de 2022. Era como mirar el universo: 118 elementos químicos. Existencias puras. Definidas e inofensivas algunas, intensas y asesinas, otras. Igual que el arte. A los 82 años, diagnosticado con cáncer terminal, cuando escribió esa despedida en The New York Times, Oliver Sacks tenía algunos en estuches sobre su escritorio.

Ahí, el talio, el elemento 81 por su número atómico. Metal suave, blanco azulado, que le regalaron sus amigos por su cumpleaños 81. Allá el reciente 82, dedicado al plomo. El 90 tan imposible: torio, cristalino con profundidad de diamante. Neurólogo inglés, divulgador, explorador, Oliver Sacks estaba seguro de que no llegaría al polonio, el 84. Pero tenía un trozo de berilio, el elemento 4, para recordarle su infancia y el tiempo lejano en que comenzó su vida.

“En este punto crítico, cuando la muerte ya no es un concepto abstracto, sino una presencia -demasiado cercana e innegable-, vuelvo a rodearme, como cuando era pequeño, de metales y minerales, pequeños emblemas de eternidad”. Murió el 30 de agosto de 2015 y ese fue un punto de partida.

Con lectores por todo el mundo, el autor de Un antropólogo en Marte, una colección de casos neurológicos (un hombre que al fin recupera la vista pero ya no sabe ver), Sacks recibía más de 10 mil cartas al año que contestaba siempre. “Invariablemente contesto a los menores de diez años, los mayores de 90 años o la gente que está en prisión”. Rogelio Cuéllar, autor de fotos icónicas de Borges, y la editora María Luisa Passarge, de La Cabra Ediciones, planearon un homenaje: enviarle un bastidor a 118 artistas plásticos, científicos y músicos para que pintaran un cuadro inspirado en cada uno de los elementos químicos. Carlos Chimal, escritor científico, y otros autores escribirían una cuartilla por cada elemento de los que está hecho el universo conocido.

“Es el ADN del universo, arte ligado a la ciencia y toda la emoción de la vida. Es maravilloso”, decía Cuéllar, de 72 años, hace unos días en el Museo del Palacio de Minería, un edificio de la UNAM en el Centro Histórico con pedazos de meteorito en la puerta. Los meteoritos, dice el catálogo del proyecto La Tabla de los Elementos Químicos, son contenedores de vanadio, elemento 23, maleable, dúctil, con el que en el siglo III AC se forjaban espadas tan filosas que podían demediar un cabello.

En 2019, declarado Año Internacional de la Tabla Periódica, montaron la exposición de los cuadros en el Museo Universum. Era un homenaje a Oliver Sacks, por su puesto, y al químico Dmitri Mendeléyev, que en 1869 había creado la primera tabla periódica, cuando apenas se conocían 63. El ruso había encontrado un patrón de los pesos atómicos que ya prefiguraban más elementos. Arma tarjetas, las despliega sobre una mesa, las barajea, las reordena una y otra vez. “Pareciera que está jugando un solitario de cartas, armado de una paciencia atómica”, apunta el Premio Nobel de Química 1981, Roald Hoffmann, en un texto incluido. Bosqueja una tabla y la llena de tachones. “Y he aquí que se revela lo más emocionante y bello de esta tabla: los tachones. El borrador personaliza el acto creativo, un acto de intimidad que lo hace profundamente humano”.

Miguel Ángel, Caravaggio, Rubens, Rembrandt, Goya, Van Gogh, Renoir, Klee, Frida Kahlo y los romanos habrían sido envenenados por el plomo. Pintura y química han estado peligrosamente unidos. “Ya se sabe que el arte también envenena. Hay elementos que son tóxicos, por ejemplo el silicio que se usa mucho en cerámica y se te van solidificando los pulmones”, contaba Antonio Gritón (Ciudad de México, 1953), en el patio de Minería, los zapatos viejos salpicado por un arcoiris de azules, amarillos, rojos y blancos.

Metal grisáceo, de matices plateados, el terbio es tan suave que puede rebanarse con un cuchillo. Una de las escasas aplicaciones es en los billetes del Euro: si se les pasa un rayo ultravioleta resaltará un fulgor verde. “Y yo no sabía que existía o si lo vi en en la tabla periódica de la secundaria”, decía Gritón, pintor activista social, autor de cuadros sobre los desaparecidos políticos en la guerra sucia. Su cuadro inspirado en el terbio -elemento 65- es un óleo con polvo de plata y material tornasolado. Un Pentimento: cuando la pintura de encima se seca más aparece el cuadro de fondo, igual que la memoria de los desaparecidos.

Vicente Rojo, fallecido en 2021, pintó para el proyecto una de sus últimas obras, inspirada en el cobre, un elemento de al menos 8 mil años. Fernando Aceves, en el plutonio, una escena atómica. Rafael Cauduro, en el hafnio, un hombre crucificado en un trascabo. Brian Nissen, en el radón, una figura geométrica, un animal, unas placas superpuestas. Perla Krauze, una vista área lunar, inspirada en el paladio. A un lado de la obra está una foto del artista, junto a un pizarrón con el símbolo químico, tomada por Cuéllar. Está una cuartilla también con la presentación del elemento. Una combinación de datos, usos, anécdotas y versos, de Chimal, Juan Villoro, Gerardo Herrera o Daniela Franco.

El azufre pertenece a la familia del oxígeno, por lo que no es un metal. Es inodoro e insípido, suave y ligero. Para San Agustín representa el infierno un “lago de fuego y azufre”. El sodio existe en forma de iones y átomos en el Sol y en las estrellas y en el papel kraft, vidrio y detergentes. El hierro fundido hierve en el centro de la tierra y en el corazón humano: es el responsable del color rojo de la sangre. El astato es uno de los elementos más raros de la tierra, sólo se han podido extraer entre 25 y 30 gramos en toda la superficie terrestre, no está claro si es metaloide sólido o un gas.

La pandemia del Covid-19 suspendió el recorrido de la exposición La Tabla periódica. El proyecto parecía muerto, pero el gobierno del estado de Hidalgo, la Secretaría de Relaciones Exteriores y la UNAM acaban de publicar el catálogo, distribuido sólo como regalo y que fue presentado en el Palacio del vanadio. El Canciller Marcelo Ebrard informó que será llevada a otros países. “Será un símbolo de la modernidad mexicana del conocimiento y el sentido humano”, dijo.

“Las épocas de tensión a lo largo de mi vida me han llevado a volverme, o a volver, a las ciencias físicas, un mundo en el que no hay vida, pero tampoco muerte”, escribía Oliver Sacks en 2015, un mes antes de morir. El proyecto La Tabla de los Elementos Químicos contiene eso, elementos químicos, instantes definidos en los que nada pasa.

 

Destacan al estado de Hidalgo en el mapa de la ciencia

“Tenía que expandirse la idea”, dijo como si hablara del Big Bang, Lamán Carranza Ramírez, titular de la Unidad de Planeación y Prospectiva del Gobierno de Hidalgo. Hablaba sobre la publicación del catálogo del proyecto La Tabla de los Elementos Químicos, 118 pinturas inspiradas en ellos.

La obra comenzó como exposición en 2019, declarado por la Unesco como Año Internacional de la Tabla Periódica. Y hubiera muerto con la pandemia del Covid-19, si no fuera porque el Gobierno de Hidalgo financió la publicación del catálogo de casi 300 páginas y pasta dura.

“Fue una gran idea de María Luisa Passarge (editora), Pepe Franco (investigadora del Instituto de Astronomía de la UNAM) y Rogelio Cuéllar (fotógrafo), y ellos culpan a Oliver Sacks y pensamos publicar el libro para que el proyecto continuara”, decía Lamán Carranza el miércoles en el Palacio de Minería, luego de la presentación del libro.

Había también un interés local en imprimir el universo de los elementos químicos. En 1801, el español Andrés Manuel del Río descubrió en la mina Purísima del Cardonal, Zimapán, en Hidalgo, el vanadio, un elemento nuevo de la tabla periódica.

“En este Palacio de Minería se hicieron los estudios de laboratorio, imagínate que Hidalgo ha estado en la aportación científica desde 1800, de hecho, fue el primer elemento que se descubrió América Latina”, celebró el funcionario de Hidalgo.

Texto y fotos: Agencia Reforma