14 febrero,2018 11:48 am

La totoaba “mexicana”, la “cocaína del mar” 

San Felipe, Baja California, 14 de febrero de 2018. Las cálidas aguas del Mar de Cortés, hogar de cientos de especies marinas, se han convertido en el escenario de una pugna entre traficantes, autoridades y grupos ambientalistas. Una pugna con un pez como protagonista: la totoaba.

Con una longitud que puede alcanzar los dos metros, la totoaba es una especie en peligro y endémica del Alto Golfo de California. Los pescadores la conocen también como corvina blanca, pero la pesca ilegal y el tráfico de este animal le han otorgado el título de la “cocaína del mar”.

Para el biólogo mexicano Lorenzo Rojas Bracho, enfrentarse a la pesca ilegal de totoaba es enfrentarse a “mafias”. “Nadie ha logrado controlar la pesca ilegal ni el tráfico de drogas en el mundo. Aquí se nos combinan los dos factores. La totoaba no es una droga, pero con los precios que tiene es como si lo fuera”, dijo a dpa.

Un solo buche de totoaba puede alcanzar sumas de hasta 4 mil dólares si pesa un kilo y conforme pasa de mano de los pescadores a los traficantes, su costo se eleva. El buche es la vejiga natatoria del pez y es muy demandado en China, donde se le atribuyen propiedades afrodisíacas y curativas.

El dinero hace que los pescadores de Baja California y Sonora –estados mexicanos que comparten el Mar de Cortés– salgan con sus lanchas y sus redes de enmalle, especiales para pescar totoaba, pese a la prohibición que pesa sobre su pesca desde 1975 y a la vigilancia de las autoridades.

Sin embargo, la vigilancia no es suficiente. Aunque barcos de la Armada y de la fiscalía ambiental patrullan la zona, los pescadores ilegales siguen entrando a dejar sus redes de enmalle, arriesgándose a ser detenidos.

“Es lamentable encontrar cada día redes nuevas. Hace que te preguntes en dónde está tanta vigilancia que se presume”, comenta Claudia Olimón, coordinadora de la Iniciativa para el Retiro de Redes Fantasma del Alto Golfo de California, un proyecto que inició en octubre de 2016 con la colaboración de varias instituciones.

(Redes de enmalle utilizadas para la pesca ilegal de totoaba, un pez endémico del Golfo de California en peligro de extinción. (Sólo para uso online) Foto: Museo de la Ballena)

Al proyecto se ha sumado un grupo de pescadores más amigables con métodos de pesca alternativa. Cada vez que las condiciones climáticas son favorables, salen en una decena de lanchas para “peinar” el mar en busca de redes ‘fantasma’, llamadas así porque llevan tiempo indefinido en el agua.

Cuando encuentran una red, marcan el lugar con una boya para que embarcaciones más grandes sean las encargadas de sacarlas del mar. Solo en 2017 lograron sacar casi 50 toneladas de redes, la mayoría de ellas redes de enmalle.

Estas redes no solo amenazan a la totoaba, sino también a otras especies, como la vaquita marina, de la que quedan menos de 30 ejemplares. Olimón explica que junto a las redes se han encontrado lobos marinos, tiburones, tortugas y otros animales muertos.

Pero eso poco importa para los “bucheros”, quienes salen a pescar totoabas con la esperanza de hacerse con más dinero en una noche de lo que podrían ganar en un mes, sobre todo en un pueblo como San Felipe, donde gran parte de la población son pescadores y personas de bajos ingresos.

A esto se suma la veda a la pesca que impuso el gobierno mexicano en 2017 como una medida para salvar de la extinción a la vaquita marina. Aunque los pescadores de la zona reciben una compensación económica mientras se desarrollan artes de pesca menos riesgosas, son muchos los que se han quejado de no haber recibido ni un centavo.

“A mí no me dieron nada del dinero que me debía compensar a mí y a mi familia”, dice Arturo Flores, conocido como “El Colibrí”, un pescador de San Felipe de 60 años que, como muchos otros, acusan a los dirigentes de las federaciones de pescadores de no repartir debidamente el dinero compensatorio.

(Arturo Flores, pescador de San Felipe, acusa a los dirigentes de las federaciones pesqueras de no repartir adecuadamente las compensaciones económicas otorgadas por el gobierno mexicano por la veda. Foto: Carmen Peña/dpa)

Flores cuenta que por la veda debe viajar a otras ciudades para trabajar y que al menos unos 400 pescadores están en su misma situación en San Felipe. “Los que están a cargo de las federaciones son más bandidos que nosotros porque se quedaron con el dinero”, señala. “Se lo dan a sus amigos o se lo gastan”.

Autoridades como el secretario de Medio Ambiente, Rafael Pacchiano, han llegado incluso a relacionar a algunos dirigentes pesqueros con el tráfico de totoaba.

Uno de ellos es Sunshine Rodríguez, que fue detenido en noviembre, pero por portar anfetaminas. Pacchiano dijo en su momento que su captura era un “buen mensaje” para los traficantes de totoaba. El dirigente, sin embargo, fue liberado un par de semanas después.

El inicio de la temporada más alta de totoaba -desde fines de enero hasta abril- solo empeora la situación en el mar. Los pescadores furtivos van armados, atacan los drones de vigilancia y le hacen frente a embarcaciones de la Armada o de Sea Shepherd, que participa en acciones de vigilancia y búsqueda de redes fantasma.

“Ellos (los pescadores furtivos) salen de noche a dejar sus redes, no lo hacen por la mañana. Salen de 25 a 30 lanchas”, contó Francisco Gómez, director del Museo de la Ballena, institución que también contribuye en quitar redes en el Golfo de California.

Frente a esto, la Secretaría de Medio Ambiente anunció que se reforzará la inspección y vigilancia en la zona, con un sistema de videovigilancia de largo alcance y la participación de 14 embarcaciones, 23 vehículos y cuatro aeronaves.

También creará tres granjas para el aprovechamiento sustentable de la totoaba con el fin de impulsar la economía en San Felipe y hacer frente a su tráfico ilícito.

(El muelle de San Felipe, pueblo pesquero donde se impuso una veda general a la pesca. Foto: Carmen Peña/dpa)

(En la primera imagen: una totoaba  o corvina blanca en el mar de Cortes. Foto tomada de http://www.naturalista.mx/photos/12115483 (c) Robertson, D Ross)

Texto y fotos: Carmen Peña / DPA