4 diciembre,2023 4:47 am

La vanguardia

 

Silvestre Pacheco León

 

Pues bien, al parecer los acapulqueños han pasado ya del tiempo del azoro y el miedo, del coraje y el enojo, a la reacción ante la realidad del desastre dejado por Otis, el huracán más poderoso de los que se conocen.
Resulta satisfactorio saber que cada vez son más sectores de la sociedad y las instituciones de cultura, colegios y universidades que ya discuten el contenido del nuevo concepto bajo el cual se levantará el puerto de Acapulco.
Destaco en este esfuerzo la iniciativa de la UAGro con la organización del foro Diálogos para la reconstrucción y/o construcción de un nuevo Acapulco donde se escuchó la opinión y propuestas de especialistas que ayudan a que se divulgue la situación real que vive el puerto y explique las razones del desastre junto con sus propuestas para la reconstrucción tomando en cuenta que cada vez serán más frecuentes y desastrosos los fenómenos naturales.
En ese foro fue muy importante la intervención de Octavio Klimek como especialista en medio ambiente por su larga experiencia como delegado federal de la Semarnat y académico connotado quien afirmó contundente que el desorden en la planeación urbana es lo que conviene a los inversionistas, pues todos sabemos que durante el régimen neoliberal, para favorecer la inversión se justificaba pasar por encima de la ley porque la doctrina del libre mercado sacraliza al capital facilitándole su establecimiento y reproducción sin pensar u ocuparse de las consecuencias del desorden en el crecimiento de las ciudades donde se despoja a los dueños de la tierra, no se respetan las áreas vulnerables ni los humedales con tal de favorecer a los llamados desarrolladores de viviendas y fraccionamientos que resultan un fraude alentado y permitido por las autoridades.
A Octavio Klímek le tocó vivir con nosotros en su papel como delegado de la Semarnat, la experiencia de la grave contaminación del agua en la bahía de Zihuatanejo, al despuntar el presente siglo, como resultado de una obra ilegal construida en la zona federal, que desvió las corrientes marinas y provocó la acumulación de sedimento de las aguas residuales de la ciudad frente a la dársena, generando una fetidez irrespirable en la ciudad. La dependencia en la que trabajó, responsable de la zona federal, se fingió ciega dejando que la inmobiliaria Punta del Mar, dueña del hotel Puerto Mío, sin ninguna autorización construyera un espigón de piedra para desviar las corrientes marinas y facilitar la construcción de una terminal de cruceros para acaparar ese negocio conocido como la Escalera naútica durante el gobierno de Vicente Fox, favoreciendo a los panistas que en el Fonatur tenían como titular a John MacCarthy.
En Zihuatanejo fue la sociedad civil organizada la que salvó a la bahía y al turismo de la voracidad del capital, poniendo en su lugar a los inversionistas corruptos y a las autoridades cómplices después de una larga lucha que duró ocho años.
Hasta donde pudo Octavio Klimek ayudó en la demanda social aún en contra de los lineamientos federales pero hoy, frente al caso de Acapulco, sin mayores ataduras podrá decir las verdades que se necesita conocer para evitar futuros desastres en el puerto porque, como lo dijo el especialista Roberto Carlos Almazán en el mismo foro, los huracanes son fenómenos naturales que se pueden predecir, y entonces prevenir.
Traigo a colación lo siguiente porque si bien en Zihuatanejo fueron las organizaciones no gubernamentales la vanguardia en el rescate de la bahía, involucrando a todos los sectores sociales y a la clase política en la causa común de preservar los recursos naturales, en Acapulco donde las organizaciones sociales son casi testimoniales, se extraña la presencia y actuación de la militancia de Morena cuya energía y vitalidad que mostró en la campaña electoral del 2018 para ganar las elecciones debería estar a la cabeza de los contingentes ocupados en levantar el puerto, como es el propósito confeso del líder máximo de su partido.
Pero algo extraño sucede que dicha organización política está como pasmada, acaso hecha exclusivamente para las lides electorales, porque no es solo Acapulco, sino también la capital Chilpancingo, ciudades gobernadas por dos mujeres que parecen abrumadas por la realidad que cada una enfrenta en soledad por la ausencia de su base partidista.
Se supone que la militancia de Morena está hecha de otra levadura, muy distinta de la que conformó al PRI o a los partidos tradicionales, manipulada y mediatizada par moverse al ritmo marcado por la casta como ahora la están poniendo de moda los seguidores de Miley para designar a la gente que se ha profesionalizado para vivir de la política.
Digo lo anterior porque ni siquiera en las redes sociales los morenistas tienen la presencia alcanzada en las elecciones, ya sea para resaltar y defender la gestión de sus gobernantes o de plano par criticarles cuando, cosa de humanos, cometen errores.
Han llegado al puerto de Acapulco 20 mil servidores de la Nación más otro tanto de las corporaciones militares así como cientos de brigadistas en las que destacan los trabajadores electricistas, pero la fuerza local de Morena nomás no aparece.
Por eso la crítica a esa conducta de la militancia del partido del gobierno que parece pasmada, por no decir desilusionada con sus gobiernos locales. Esa actitud no parece estar acorde con los tiempos democráticos que vivimos en donde la iniciativa de la crítica está en manos de la derecha, cuando pensábamos que en adelante nos acostumbraríamos a una convivencia distinta en el interior de los partidos, donde la crítica y la autocrítica fueran la fortaleza de su organicidad.
Se supone que en estos tiempos, en los que se requiere el ejemplo de los más entregados al cambio de régimen, en cada pueblo, cuadra y colonia, los morenistas deberían estar alentando y dirigiendo las acciones anunciadas por el gobierno federal y las dependencias que lo acompañan. Desde la orientación y organización de los vecinos para gestionar y recibir los apoyos disponibles, hasta para supervisar que los servicios públicos en rehabilitación beneficien a todos.
La autoconstrucción de las viviendas como lo ha propuesto el presidente López Obrador para levantar Acapulco provocó un alud de criticas de los conservadores que poco conocen sobre ese que ha sido el método tradicional de la construcción de las ciudades y los pueblos en el país.
Los fifís quienes han de pensar que las ciudades y sus edificaciones son producto de las máquinas y no del sudor y el esfuerzo de los peones y albañiles se burlaron de la propuesta ignorando que no hay otro puerto con más mano de obra abundante y calificada que la de Acapulco a la que se debe las grandes edificaciones desde la zona tradicional donde todavía se pueden ver las grandes y lujosas mansiones, hasta la Diamante con sus altas torres de carísimos departamentos.
La autoconstrucción forma parte de la cultura de los pueblos a tal grado que los dueños de las viviendas allí aprenden lo que es un desplante, la cimentación y construcción de paredes a plomo, para que no se caigan, y el reforzamiento con las zapatas en las esquinas par el soporte de todo el peso de la construcción y luego el colado de las traves y la loza, trabajos que se festejan con una comida por la obra terminada.
En Acapulco está todo a propósito para que los morenistas, el sector más avanzado y organizado de la sociedad sea la vanguardia en la reconstrucción.