10 julio,2018 4:49 am

La victoria de AMLO en los estados del Pacífico norte

Arturo Santamaría Gómez
Salvo la victoria de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 en Baja California, la izquierda no había triunfado electoralmente en ningún otro estado del norte de México hasta que la abanderó Andrés Manuel López Obrador el 1 de julio pasado.
Había una especie de dogmas ideológicos entre muchos comentaristas políticos sobre el norte mexicano: la izquierda no gana porque la influencia cultural y política de Estados Unidos es muy grande; porque el nivel de vida de un buen número de sus habitantes es en promedio mayor que el de gran parte del país; porque el norteño es más individualista, etc.
Al margen de una explicación profunda y detallada de qué es lo que sucedió el 1 de julio de 2018, lo cierto es que esas aseveraciones se derrumbaron. Tan sólo veamos las cifras que obtuvo AMLO en los estados del Pacífico norte:
Baja California, 63 por ciento; Baja California Sur, 63.2; Sonora, 59.8; y Sinaloa 64. 3 por ciento.
Centrémonos en Sinaloa, que sin ser fronterizo, es un estado norteño que comparte varias características culturales y socioeconómicas con los otros mencionados.
En 2006, en Sinaloa Andrés Manuel López Obrador obtuvo 35.31 por ciento, y en 2012, 31.59 por ciento de la votación total, cuando perdió ante Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. En 2018, el tabasqueño duplicó la votación que logró en 2012.
Los resultados que obtuvo Andrés Manuel el pasado domingo 1 de julio en la Ciudad de México o en estados como Michoacán, Guerrero y Oaxaca no sorprenden tanto; pero los que captó en los del Pacífico norte en relación a los procesos  de hace doce y seis años son extraordinarios.
Tal y como sucedió en prácticamente todo el país, la ciudadanía mexicana marcó un hito, generó una ruptura histórica, quizá definitiva, con una cultura política de casi un siglo, si partimos del fin de la Revolución Mexicana en 1921 y la emergencia del PNR en 1929: su subordinación mayoritaria al régimen político que surgió de los hechos históricos mencionados.
El control político corporativo, el autoritarismo gubernamental y partidista, la corrupción cómo método de gobierno, la manipulación y el soborno como métodos electorales, y otras prácticas políticas antidemocráticas más se desgastaron profundamente ante una sociedad hastiada por todo lo anterior, pero también por la violencia y la inseguridad, así como por la enorme desigualdad social. Lo anterior, en un contexto histórico en el que las nuevas tecnologías han establecido nuevas formas de información y comunicación, todo lo cual contribuyó decididamente al triunfo de una formación política que ha ofrecido un comportamiento diferente.
Sin embargo, también contaron las especificidades de cada región.
En Sinaloa, por ejemplo, el PRI ganó la gubernatura apenas en 2016 con cierta holgura, más del 15 por ciento de ventaja sobre el PAN. Fue de los pocos estados donde ese año el tricolor no perdió la gubernatura. No obstante, ahora, al igual que en el conjunto del territorio nacional, se derrumba.
La fuerza de AMLO, por sí misma fue enorme, pero el trabajo puerta por puerta, silencioso y abnegado, de las bases morenistas a lo largo de cuatro años, así como la estructura emergente, entusiasta, numerosa y sólida de Rubén Rocha Moya, el candidato a senador, contaron mucho.
Rocha Moya tenía el antecedente de haber sido el candidato de izquierda, con el PRD, en haber obtenido el mayor porcentaje de votos de 1988, poco menos del 18 por ciento,  a la fecha. Los demás habían obtenido cifras irrelevantes. Antes había sido rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), lo cual fue un factor importante para arrebatarle protagonismo y miles de votos a Héctor Melesio Cuén, el cual también ex rector de la universidad y quien creó un partido regional, el Partido Auténtico de Sinaloa (PAS), en base a un control dictatorial de la UAS, y se alió con el PAN y el PRD para ser su candidato a senador. Cuén fue relegado a un lejano tercer sitio.
El PRI logró la primera minoría al Senado con Mario Zamora, un tecnócrata muy cercano a José Antonio Meade, en gran medida porque la ciudadanía lo prefirió por encima de Cuén quien le ha hecho un profundo daño a la universidad y a la ciudadanía sinaloense. Su corrupción desmedida fue revelada por investigaciones periodísticas y eso no se lo perdonaron los votantes.
Pero Morena no tan sólo le concedió una altísima votación a AMLO y a sus candidatos a senadores, sino también ganó siete alcaldías de 18, entre ellas las de las tres principales ciudades del estado: Culiacán, Mazatlán y Los Mochis, así como  la mayoría de los congresistas estatales y del Congreso federal.
Mientras que Morena actuó con mucha cohesión y energía, el Frente por México siempre estuvo dividido, con un PAN en crisis. El PRI también se presentó con fuertes fracturas internas y socavado por abajo, donde numerosos liderazgos locales plebeyos no actuaron en su favor o lo hicieron francamente en apoyo a AMLO.
En Sinaloa, Morena sólo cuenta con dos políticos experimentados: los senadores electos, Rubén Rocha Moya e Imelda Cruz y una joven promesa, la ex diputada local, Merary Villegas ; los nuevos alcaldes y legisladores carecen de ella. Éstos han prometido honestidad y entrega. Si no fuese así, numerosos sinaloenses les han dicho que no les entregaron un cheque en blanco.