4 julio,2022 5:41 am

La violencia contra las mujeres

Florencio Salazar

Liberar a la mujer es
negarse a encerrarla en las
relaciones que sostiene con el hombre, pero no negarlas. Simone de Beauvoir.

La lucha de las mujeres por el reconocimiento igualitario a sus derechos se ha dado a lo largo de la historia. En la antigua Grecia se les consideraba como seres insignificantes cuya única utilidad era la reproducción. También –botín de las infaltables guerras– fueron esclavas. Violadas para poblar con hijos del enemigo o aniquiladas para que el vencido careciera de futuro. Desde la antigüedad hasta la invasión rusa en Ucrania las prácticas salvajes contra las mujeres no cesa.

Las sufragistas inglesas y Rosa Parks, que se negó a levantarse de un asiento para blancos, son precursoras del sufragio universal y del reconocimiento de su derechos políticos. Pero las mujeres siguen batallando por la igualdad: salarios, oportunidades educativas, laborales, políticas y el respeto al derecho sobre su cuerpo. Esto último significa que sólo a ellas corresponde decidir embarazarse o no, el número y frecuencia de los hijos, la dualidad transgénica y la transexualidad; así mismo, el derecho al aborto por indisponibilidad, pobreza, violación o mal formación genética del producto.

El reconocimiento a los derechos de la mujer ha sido una lucha histórica cargada de tragedia. Sus derechos invocan implícitamente la protección del Estado a la vida y su sano desarrollo. La violencia por género –feminicidios–, los matrimonios por acuerdos económicos, y la exclusión por preferencias sexuales, son incompatibles con los derechos humanos. Afirman las feministas que con las relaciones heterosexuales el varón ha establecido una cultura de dominio.

La revolución femenina es global. Fuerza que rompe las barreras del lenguaje, de las fronteras y hasta de las clases sociales. Su cambio debe impulsar una revolución educativa para cimentar la nueva sociedad. Ambos géneros habrán de compartir las tareas, tener las mismas consideraciones y recibir los mismos estímulos. Se ha dicho que la única diferencia entre hombre y mujer es el sexo. Las diferencias emocionales no son atributo de un solo género; afectan a uno y otro, y pueden ser consecuencia de ambientes violentos y represivos, como los conflictos familiares y el bullying.

Rebeca Walker refiere la impotencia de las mujeres para detener el acoso sexual “y rechaza la idea de que en una era postfeminista, la mayoría de las jóvenes disfrutaban (sic) de igualdad con los hombres” y dice que el feminismo ya no será necesario. De acuerdo con el análisis de expertas, ellas han pasado de la igualdad de género al examen de las raíces de la opresión, y puesto que la lucha “para las mujeres de color y las minorías no ha terminado”, el feminismo se encuentra ahora en su tercera ola.

En África, América Latina, países teocráticos árabes, India, China, incluso Japón, y en la mayoría de las comunidades indígenas del mundo, las mujeres sufren la desigualdad al seguir siendo consideradas seres inferiores. Para ellas es un riesgo constante actuar según sus principios. Malala Yousafzai recibió disparos de los talibanes cuando se dirigía a la escuela en Pakistán. Tenía 15 años, pero pudo más su valor que su miedo. Recibió a los 17 años el Premio Nobel de la Paz.

Diez mujeres son asesinadas diariamente en México. Una –21 años– recibe tres balazos de su decrépito marido; otras, encontradas en cisternas; otras más, acribilladas en sus dormitorios junto a sus hijos menores. La solución no está en las fiscalías especializadas –sólo son etiquetas– porque carecen de elementos humanos y recursos de apoyo. Se necesita, simple y llanamente, que prevalezca el Estado de derecho para evitar la repetición del delito. Sé, por experiencia, que las mujeres en los cargos públicos pueden ser tan indolentes como los hombres; y que algunas de las organizaciones de mujeres carecen de músculo, pues tienen más líderes que representadas. Sin embargo, son útiles. Es preferible una voz al silencio en la tormenta.

La causa de los delitos contra las mujeres es multifactorial. Machismo, enfermedades mentales, consumo de drogas, hedonismo exacerbado, actividades delictivas e impunidad, entre otras. En su libro de psicología Violencia dice Luis Moya Albiol que para unos “El ser humano es bueno. La sociedad lo hace malo”, mientras que para otros “el ser humano es malo. La sociedad es reflejo de él”. Concluye que ambas afirmaciones son ciertas y se complementan.

Observar para comprender, y comprender para actuar en favor de una sociedad con igualdad integral, será en beneficio de todos. Construir una sociedad menos conflictiva, más creativa, sin prejuicios ni dogmas. Hagamos lo que nos toca porque, sin duda, las mujeres tienen más valor que miedo.