15 marzo,2019 5:29 am

Las amistades con extraños de Sara Mesa

Adán Ramírez Serret
 
Hay libros que son reflexiones. Pensamientos que se transforman en historias. Cara de pan, por ejemplo, de la joven escritora Sara Mesa (Madrid, 1976). Se trata de la cuarta novela de esta escritora radicada en Sevilla, que se encuentra, como se dice, “en los cuernos de la luna”.
Cara de pan parece una puesta en escena en donde se reflexiona sobre la soledad y la amistad. Se trata de dos personas, una adolescente que es casi en todo. Casi tiene 14 años, casi es mujer y casi tiene amigas.
La chica a quien la narradora decide llamar Casi por lo anterior, un buen día decide ya no ir más a la escuela. Así que en lugar de dirigirse a la escuela como todos los días, toma otro camino y se va a sentar en un claro en un parque. Pasa un rato allí, hasta que de repente llega un hombre mayor y comienza a sacarle conversación. Ella no sabe muy bien qué hacer, si debe responderle o no, pues aunque parezca inofensivo nunca se sabe, y menos con los hombres mayores cuando se trata de entablar amistad con una jovencita.
Sin embargo, con el paso de los días, ella faltando a la escuela, y él llegando puntual a encontrarla a su refugio del mundo, comienzan a hacerse amigos. Pero se trata de una amistad por demás extraña, no sólo por la diferencia de edades, por la ausencia de parentesco y por el sexo de cada uno. También porque la casi adolescente se está ausentando de clases (sus padres por supuesto, no están enterados) y porque el hombre es misterioso, ¿por qué tiene tiempo de pasarse la mañana completa con ella? ¿Acaso no tiene familia, hijos, esposa o cualquier otra cosa? Y, sobre todo, una pregunta que atormenta a la niña, ¿qué es lo que busca en ella? ¿Es acaso un depravado y está esperando el momento justo en el que ella se descuide para abusar?
Estas son las preguntas que atormentan a la niña, al narrador y sin duda al lector. Pero, gracias a esta extrañez, han decidido no decirse sus nombres así que ella es Casi y él, el Viejo, construyen una amistad en cierta forma única; con una pureza, un desinterés fantástico porque al no haber ninguna responsabilidad en cuanto a lo social, en cuanto al futuro y a las convenciones sociales y el peso usual de la amistad “seria”; comienzan a descubrirse según los descubre el otro.
Mientras pasan el tiempo, la mañana suave que se extiende por el parque y que poco a poco con el recorrido del sol que matiza la luz se va convirtiendo en tarde, ellos pasan el tiempo hablando de pájaros, el Viejo es un erudito y tiene libros sobre miles de aves y le apasionan sus cantos y colores. También pasan el tiempo escuchando música, pues el hombre ama la música, en especial a Nina Simone de quien conoce cada momento de su vida y se la va platicando a la niña.
A pesar de que la novela es breve, poco más de 130 páginas, se vive un clima algo angustiante, pues en cuanto más pasan los días y el lazo de su amistad se va haciendo más profundo; la tensión dramática por ser descubiertos es más profunda. ¿Es imposible preguntarse qué lo que hacen mal? ¿Por qué no podemos soportar una amistad así?
Cara de pan representa con maestría la belleza de la amistad, y la maravilla de los extraños. Aquellas personas que no saben nada más de nosotros que lo que se ve, y quienes por esto, son capaces de mostrarnos aquella parte, aquel lado oscuro y luminoso que nunca veremos, explícito para los demás y vedado a nosotros. En los extraños está lo que jamás podremos ver de nosotros mismos. El maremágnum de nuestra personalidad que sólo mediante un desconocido podemos atisbar.
(Sara Mesa, Cara de pan, Anagrama, Barcelona, 2018. 137 páginas).