19 enero,2021 5:34 am

Las mujeres de Ayotzinapa (25) Anayeli Guerrero de la Cruz

TrynoMaldonado

Metales Pesados

Tryno Maldonado

 

Soy hermana de Jhosivani Guerrero de la Cruz, uno de los desaparecidos. Tengo 36 años. Fue un cambio muy radical, muy drástico. Nadie se esperaba esto. Desde lo ocurrido tuvo que cambiar todo en la familia. En su momento, la mayoría de mis hermanos nos unimos. Pero, como unos viven en Estados Unidos y Puebla, estuvieron aquí un mes. De Omeapa, de donde somos, todos se tuvieron que venir a Tixtla: mi mamá, mi papá… Tuvieron que abandonar la casa, los animales. Desde ese día, en la noche, se tuvieron que quedar aquí para andar en las búsquedas y en todas las actividades, las marchas, todo lo que se estaba haciendo por entonces.

Yo creo que esto ya no se va a reconstruir. La familia. Ya no. Porque hasta la fecha no hay cumpleaños o actividad familiar en que no esté presente Jhosi: siempre nos acordamos de él. Nos hace falta.

La primera que se enteró fue mi mamá. Ese día eran como las ocho de la noche. Yo estaba enferma y me acosté temprano. Me empezaron a marcar y a marcar. No quería contestar. Al final contesté. Era la esposa de mi otro hermano. Me dijo que si no sabía lo que estaba pasando. “¿No te ha llamado Jhosi?”, me dijo. “¿Qué pasó?”. “Acaba de venir el comisario a avisarle a tu mamá que pasó algo y Jhosi no nos contesta”. Desde ahí empecé a marcarle a él. Raro, porque él siempre nos contesta. Pero nada. Nos levantamos todos y nos fuimos para la normal.

Empezaron a llegar los familiares. Nadie sabía qué había pasado. No había ni luz en la normal. Allí estuvimos toda la noche. Esperando. Fue cuando alguien llamó, uno de los muchachos, y oímos todavía los balazos. Mi mamá se quedó toda la noche en la normal a la espera de noticias.

Nos habían dicho que estaban detenidos. Al día siguiente era el bautizo de mis sobrinas en Chilapa. Pero antes de las siete de la mañana sonó el teléfono de mi esposo. “Uno de los caídos es Jhosi”, dijeron. Fue uno de los alumnos de la normal el que nos llamó. “¿No se enteraron?”. Y mi esposo dijo que mi mamá estaba en la normal: les pidió a los alumnos que no le fueran a dar la noticia de golpe. Teníamos miedo de que se fuera a poner mal.

Nos salimos de la iglesia antes del bautizo. Ya ni vimos al padre. Buscamos un taxi. En las noticias empezaron a decir que uno de los caídos era mi hermano. “Está muerto”. Así nos dijeron. “Está muerto, está muerto”… Y mi mamá ahí solita en la normal. Le dijeron que tenía que irse al Semefo de Iguala para reconocer el cadáver.

Mi esposo y yo nos quedamos en la normal para la rueda de prensa. Allí confirmaron que Jhosivani era uno de los caídos.

Mi mamá en el Semefo vio que no. Que no era Jhosi. Ni al que le habían quitado el rostro ni el otro, Julio César. Mi mamá lo tuvo que ver. Al entrar ahí se puso mal. Se le tapó el pecho. Lo vio empapado… la ropa empapada de sangre. Y como no tenía rostro… Ella esperaba ver algo, alguna seña. Le revisó las manos, todo. ¡La impresión que le dio cuando vio que un ojo estaba tirado en el piso! Ahí fue cuando ella se fue para atrás. Se iba a desmayar. El doctor la agarró y pidió que la sacaran.

Mi mamá le revisó el bóxer. Tenía figuritas. Y a Jhosivani siempre le gustaban lisos. Al entrar mi papá le vio unas cicatrices en la rodilla y él se quedó con esa duda: “Creo que sí es… creo que no…”. Mi mamá se vino con esa misma impresión. Mi papá la dejó con la duda.

Por la tarde me llamó mi cuñado: “Sabes qué, Ana. No es Jhosi. Ya lo chequé y no es Jhosi”. Como mi mamá se puso mal, él tuvo que pasar  identificarlo. Como a las siete de la noche dieron otra rueda de prensa y seguían diciendo que era él.

Cuando llevaron los cuerpos a Chilpancigo, mi esposo y yo fuimos a identificarlos. Era el cuerpo de Julio César (Ramírez Nava), el hijo de doña Bertha, y ahí vimos salir a la esposa de Julio César Mondragón Fontes, Marissa: ya había identificado a su marido. Llorando, con la pena. Ahí supimos que no era Jhosi. Pero faltaban los otros. Yo no quise pasar. Yo soy muy miedosa para eso. Mi esposo vio al hijo de doña Bertha con el balazo en la cara. Trató de identificarlo para saber si no era Emiliano, el hijo de Celso. O Everardo. Como también ellos estaban desaparecidos… Ningún chavo de los de Omeapa.

Nos han dado golpes muy fuertes ya dos veces. Imagínate. Al dar luego la noticia de que habían encontrado un fragmento de un hueso de un normalista… ¡Qué más podía esperarse una! El día que lo anunciaron todas las madres se pusieron a llorar. Decían que si habían encontrado el hueso de uno, qué no había podido pasarle a todos.

Las cosas de Jhosivani están en su cuarto. Tal y como él las dejó. Dejó sus lentes, su celular, la cartera… Todo quedó encima de su maleta en la escuela. Cuando checamos, se ve que hasta se había bañado antes de salir. La toalla estaba húmeda, enredada todavía con su jabón en una bolsa.