27 junio,2023 5:36 am

Las sorpresas de AMLO, el superpeso, los reacomodos y pendientes en la sucesión

 

Abelardo Martín M.

A unos pocos meses ya de cumplir su quinto año de gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene el dominio y el control de las riendas no sólo del poder político (y económico, en cuanto al apoyo y la disciplina de los principales grupos económicos nacionales y extranjeros), sino de los procesos de sucesión presidencial. Para algunos analistas López Obrador logró ya la recuperación, el restablecimiento y la operación de los principales valores del antiguo llamado Sistema Político Mexicano: la disciplina, la unidad y la suma creciente de sectores y esfuerzos hacia el proyecto de continuidad de gobierno que encabeza.
Muy pocos líderes o analistas dudan del éxito del proyecto de López Obrador, ya sea desde el enfoque económico, la cotización del peso, el ritmo de las inversiones públicas, la suma, a cuentagotas, de las inversiones privadas, el cumplimiento de la recaudación y disciplina fiscal, son algunos de los elementos financieros y económicos que se atribuyen a su favor, no obstante la estridencia en los ataques a su persona y al gobierno.
Los hechos son que al interior de Morena la consigna o el convencimiento de la unidad por encima de cualquier interés personal o de grupo, ya lograron hacer de Morena una maquinaria electoral útil (y seguramente eficiente) como quedó demostrado en las últimas elecciones en el estado de México, en la que resultó electa como gobernadora la maestra Delfina Gómez, a quien se mantuvieron unidos todos sus compañeros aspirantes a suceder al gobernador priísta Alfredo del Mazo.
El Estado de México fue para el presidente López Obrador y la 4T un auténtico laboratorio político-electoral, cuya estrategia acciones y resultados están hoy al servicio y la operación de la selección del abanderado o abanderada de Morena a la presidencia de la república.
Como resultado de la nueva vida del llamado “sistema político mexicano” está también la situación real en que están los partidos de oposición, divididos, pulverizados, con escasa y a veces nula, influencia no sólo entre su militancia, sino ante la ciudadanía. Corrupción, componendas, debilidad y carencia de liderazgos hacen que su papel frente al poder del gobierno o del sistema sea raquítico. Su última esperanza frustrada fue ganar la elección en el Estado de México, en donde Morena mostró su capacidad para operar y hacerse del poder hacia el futuro.
La sucesión presidencial adelantada y la separación apresurada de las llamadas “corcholatas” de sus cargos en el gobierno, para dar paso a la singular precampaña que ahora vivimos, propició un reacomodo en el gabinete presidencial y en el gobierno de la ciudad, para cubrir los puestos vacantes.
Por primera vez en la historia de México, la Secretaría de Gobernación, tradicional coto masculino, ha sido ocupada no una, sino dos veces, por sucesivas mujeres, y ahora es encabezada por Luisa María Alcalde, quien por su juventud ha recibido ataques y descalificaciones, no obstante su buen desempeño en la secretaría del Trabajo y Previsión Social, durante los últimos casi cinco años, en los que desarrolló la habilidad de la negociación entre empresarios y trabajadores, en un gobierno comprometido y no sólo identificado con las clases trabajadoras. A ella, seguramente, se deben las decisiones de elevar muy por encima de los porcentajes históricos el nivel de los salarios de los obreros, en especial el mínimo, cuyo incremento ha sido incómodo para los empresarios acostumbrados a la protección y servicio del gobierno.
Otros relevos se suman para reconformar el equipo que, según la intención expresada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, lo acompañará el resto de su gestión, de la que ya no queda mucho, apenas poco más de quince meses.
Pero lo importante para el mandatario, según lo ha expresado, es asegurar que la transformación que ha emprendido continúe el próximo sexenio, y a eso se encamina la estrategia en marcha.
Veremos si le resulta, en un sistema que durante casi un siglo no ha roto con el tradicional presidencialismo que dota al mandatario en turno de un poder casi absoluto, meta constitucional, calificaban los politólogos de la pasada centuria, y frente al descontento de sectores que se sienten lastimados por el actual régimen, que pudiera capitalizar la oposición, la cual hoy luce sin embargo muy desmadejada y sin rumbo.
Los precandidatos de Morena y sus aliados a convertirse, en los primeros días de septiembre, como la coordinadora o coordinador de la Defensa de la Cuarta Transformación, iniciaron su recorrido por todo el país, con la única consigna de que a toda costa y por encima de sus ambiciones de grupo o intereses personales, la unidad del partido y la consecución del sistema que tanto ha costado recuperar, estarán siempre en su único objetivo. La unidad como única herramienta para fortalecer al gobierno, mantener el rumbo, evitar las traiciones y mantener a raya las ambiciones de alcanzar el poder. La disciplina que esta decisión implica no es fácil de obtener, pero hasta ahora, esa meta parece ser el único motivo del trabajo de los precandidatos de la 4T. A ello se irán sumando, como ocurrió ya con el sector empresarial, el resto de los factores económicos, políticos y sociales.
Mientras el régimen presume resultados favorables, por ejemplo en el ámbito económico, también hay alarmas encendidas en diversos rubros por rezagos que no han podido resolverse, el más evidente de los cuales es la inseguridad y la violencia, cuyos indicadores habían venido lentamente a la baja pero en lo que va del año han vuelto a descontrolarse.
En los próximos meses presenciaremos el despliegue de estrategias partidarias y la definición de quiénes, a final de cuentas, contenderán por la Presidencia, y podremos seguir las tendencias de las preferencias de los ciudadanos, rumbo a la elección de 2024. En ese camino, muchas cosas podrían cambiar.
Lo que no ha cambiado y preocupa porque podría empeorar es la situación de violencia que se vive en muchos lugares del territorio nacional, lamentablemente uno muy relevante es el estado de Guerrero. El recuento reciente es elocuente. El fin de semana en una camioneta abandonada en una plaza céntrica de Chilpancingo aparecieron siete cuerpos desmembrados de una familia desaparecida hace dos semanas, en hechos que a su vez aparentemente tienen relación con la ejecución del director de un hospital en Quechultenango, del que dimos cuenta en nuestra anterior colaboración. Pero no se trata del único hecho. De manera simultánea fue ejecutado en la capital estatal el jefe de escoltas de la alcaldesa de Juan R. Escudero, y hace unos días ha habido también asesinatos de servidores públicos de los municipios de Iguala y Taxco, entre otros hechos de violencia e intimidación.
En el ámbito nacional y en el estatal, la violencia no comenzó con los actuales gobiernos, pero sin lograr su control y abatimiento, será muy difícil que se avance en una transformación de fondo de nuestra realidad social.
Ese es uno de los grandes pendientes, de cara a la sucesión presidencial, y en el caso de Guerrero, con un gobierno que apenas vive su segundo año de gestión, pero al que ya se le ha revertido la tendencia de disminución de la criminalidad, o sea que los semáforos rojos se le encendieron y algo habrá que hacer, por que el tiempo vuela y si la descomposición regresa ya sería tarde para recuperar lo perdido.