30 septiembre,2018 9:05 am

López Obrador tendrá que asumir décadas de impunidad del Estado

Para el presidente de la CEAV y para algunos veteranos del movimiento de 1968, la búsqueda de la verdad y la justicia no comienza con los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, sino que se debe empezar desde el siglo pasado, incluyendo a las víctimas de Tlatelolco y de la “guerra sucia”, cuyas familias aún esperan la reparación del daño. Para David Roura, quien participó en el movimiento juvenil de hace medio siglo, el gobierno de López Obrador “va a tener que afrontar” la herencia de décadas de impunidad.

Texto: Gloria Leticia Díaz / Agencia Proceso
Foto: Tomada de Internet
Ciudad de México. Voltear hacia los crímenes de Estado de la segunda mitad del siglo pasado a la fecha, en busca de su esclarecimiento, es desafío que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador deberá asumir, si lo que busca es una verdadera transición política y la pacificación del país, coincidieron, con sus matices, participantes del Movimiento Estudiantil de 1968, así como el presidente de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), Jaime Rochín del Rincón.
En entrevistas por separado, Rochín y los exdirigentes estudiantiles Félix Hernández Gamundi y David Roura expresaron algunas de sus expectativas de cara al próximo gobierno, en el contexto de los 50 años de la matanza del 2 de octubre.
“Si se quiere iniciar en México un proceso real y profundo de pacificación, se deben, en primer lugar, reconocer las violaciones graves a los derechos humanos en el pasado, empezando por el 68, siguiendo con la guerra sucia y luego una serie de hechos y acontecimientos que han cimbrado a nuestro país desde entonces, porque para lograr la pacificación necesitamos primero verdad y justicia”, sentencia Rochín.
Entrevistado el jueves 27, tres días después de que presentó públicamente la “resolución de medidas de satisfacción colectiva” a favor de las víctimas de 1968, Rochín sostiene que “si no hay ese reconocimiento, desde el Estado mexicano, de estas violaciones, nos estamos tapando los ojos y no estamos caminando hacia el futuro”.
La resolución de la CEAV se contextualiza en los actos conmemorativos de la matanza, como la inscripción en letras doradas de la leyenda “Al Movimiento Estudiantil de 1968”, en el Muro de Honor del Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados, y lo propio en el Senado.
El resolutivo, primero en su tipo que emite la CEAV, hace un largo recuento histórico para justificar la erogación de 6 millones de pesos del Fondo de Ayuda, Asistencia y Reparación Integral para cofinanciar un proyecto impulsado por el Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT) de la UNAM, Colección M68 Ciudadanías en Movimiento e Intervención Tlatelolco 68-18.
La primera iniciativa consiste en una recopilación de documentos digitalizados sobre los movimientos sociales, presupuestada en su totalidad en 37 millones de pesos –a la que el organismo destinó 3 millones–, y la segunda, una intervención artística de Yael Bartana, en el patio del CCUT, con un costo de 3 millones de pesos, monto cubierto en su totalidad por la CEAV.
De acuerdo con el documento, disponible en la página en internet de la CEAV, el proyecto se le presentó a Rochín en febrero, en marzo formalizó el cofinanciamiento y el 25 de mayo se emitió la resolución con el objetivo de “abonar al derecho a la verdad, pero también contribuir a que los procesos de justicia continúen, sentando las bases para generar la participación de las víctimas”.
“No estamos diciendo nada novedoso simplemente como un órgano del Estado mexicano, estamos reconociendo hechos conocidos por toda la sociedad que incluso se encuentran en los libros de texto”, advierte Rochín tras señalar que la CEAV tiene un registro de entre 70 a 80 víctimas del movimiento estudiantil, que sumadas a las 450 de la “guerra sucia” y las indirectas, alcanzan unas mil de ese periodo.
Si bien en el texto del documento no hay referencia a reuniones o consultas con víctimas, Rochín asegura que fue producto de “conversaciones muy intensas”, con grupos que pedían “una disculpa pública del más alto nivel” de los tres poderes de la Unión, o que se incluya el nombre de los agraviados de 1968 en el memorial que tiene la CEAV a un costado del Campo Marte.
El comisionado presidente, quien dice que desde que llegó a la CEAV, en 2014 –primero como parte de un órgano colegiado–, buscó que se reconocieran los abusos cometidos contra el movimiento estudiantil, agrega que cuando era candidato para presidir el organismo en 2017, tras la reforma a la Ley General de Víctimas, se comprometió ante el Senado a atender a las de 1968 y a las de la “guerra sucia”.
Al ser cuestionado si hubo obstáculos por parte del gobierno de Enrique Peña Nieto para que se emitiera una resolución sobre las víctimas de 1968, Rochín sostiene que en su primer periodo, “era más difícil porque (la decisión) no dependía de un solo comisionado, sino que tenía que resolverse en un consejo”.
Ya como comisionado ejecutivo, “no es que alguien me haya dicho: ‘No se pueden entrar a esos temas’. No tuve ningún tipo de obstaculización del gobierno, pero tampoco tuve ninguna señal de que esto debiera caminarse y debiera hacerse con total libertad”, comenta.
Por otro lado, agrega, “sí veo ese mensaje, muy específicamente lo he escuchado muy concretamente en Alejandro Encinas (próximo subsecretario de Derechos Humanos), que van a abrir e investigar estos temas con total transparencia. Es reconfortante escuchar esos términos”.
El movimiento estudiantil, germen de la libertad
El tiempo le dio la razón a Gerardo Estrada Rodríguez, que hace años fue criticado por describir al movimiento estudiantil de 1968 como una profunda manifestación de la sociedad civil y una importante revolución cultural.
Ese año, sostiene, hubo en el mundo diversas revoluciones que siguen influyendo en la sociedad a pesar de que ya pasó medio siglo. Como ejemplos cita el uso de las pastillas anticonceptivas –que liberó del yugo biológico a las mujeres–, las revueltas en Estados Unidos contra la guerra de Vietnam, y en Brasil contra el militarismo, en Francia contra el autoritarismo y en Checoslovaquia para oponerse a la invasión soviética.
En México el movimiento fue el inicio o el germen de la sociedad civil, al manifestarse contra del yugo presidencialista, y el comienzo de la crisis del sistema político, aunque éste no ha desaparecido.
Sociólogo, investigador y académico de la UNAM, escribió en 2004 el libro 1968. Estado y Universidad, en el cual hace una revisión de los movimientos estudiantiles precedentes, señala las causas y las consecuencias del de 1968 en México y describe los procesos contestatarios que se generaron en varios países.
La nueva edición de 1968. Estado y Universidad, con prólogo del politólogo francés Alan Touraine y epílogo de Carlos Monsiváis, da pie a su autor para reiterar en la entrevista que está cada vez más claro que el movimiento estudiantil fue un parteaguas en la historia de México, como lo reconoció por cierto el presidente José López Portillo.
Con estudios de maestría y doctorado en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de la Universidad de París, además de ex director del Instituto Nacional de Bellas Artes, Estrada destaca que en 1968 hubo una ruptura del régimen mexicano de partido hegemónico y acendrado presidencialismo, en el cual el Congreso estaba supeditado al jefe del Ejecutivo.
“Por primera vez reconocimos la pluralidad, la existencia de otros mexicanos que pensaban distinto. Ya había habido otros movimientos, como los realizados por los obreros, por los sindicatos de educación, los médicos, así como focos de guerrilla, pero por primera vez, de manera masiva, las clases medias protestaban con causas eminentemente políticas”, precisa.
Indica que, si vemos en perspectiva las demandas de los estudiantes (libertad a los presos políticos, castigo a los responsables, la renuncia del jefe de la policía, la desaparición del delito de disolución social), se trata de temas que podrían cubrirse con transparencia y rendición de cuentas.
–Usted menciona la participación de la clase media y el inicio de la crisis del sistema de partidos, así como de la estructura política. Hoy vivimos lo mismo de manera más profunda…
–Sí, claro. El movimiento estuvo inspirado en la desconfianza hacia los partidos, hacia las organizaciones institucionales. Hay gente que pretende asociar el movimiento estudiantil con los partidos de izquierda, pero no fue así. Fue un movimiento muy amplio en el que los estudiantes de ciencias políticas y filosofía tenían más conciencia, pero el ejemplo del rector Barros Sierra hizo que otros estudiantes, de medicina, ingeniería, administración pública y otras carreras, se dieran cuenta de la manera en que procedió el Ejército en la Preparatoria 1 de San Ildefonso.
“Todos teníamos desconfianza de las organizaciones, de los partidos, y eso se ha ido acentuando. Tan es así que Morena no es un partido político, es más un movimiento social que recoge la experiencia del movimiento del 68. Esa tendencia hacia el asambleísmo, que para bien o para mal es real aunque políticamente es negativa, es producto de la desconfianza hacia las organizaciones institucionales. Yo espero que, en la medida en que pasen los años, el país madure políticamente y los ciudadanos volvamos a organizarnos, porque la política es organización.”
Agrega que, como se demostró en la reciente elección presidencial, “Morena le ha apostado más a la espontaneidad social que a la organización política. Si bien detrás hay un aparato, lo cierto es que la gente se entusiasma porque siente que no hay ataduras, no se compromete con una ideología en particular, sino con ciertas demandas y principios, pero tampoco siente que este señor (López Obrador) la vaya a traicionar.
“En cambio, vemos muy desgastados a todos los partidos que acabaron por traicionar sus principios y sus ideales. La gente se apuntaba al PAN porque representaba ciertos valores, y de repente se convirtió, al llegar al poder, en una olla de grillos al igual que el PRD. El escepticismo ha ido creciendo, pero espero, por el bien del país, que no siga aumentando.”
Otro elemento de paralelismo histórico es el uso de la fuerza militar por el gobierno, que desde entonces ha recurrido a ella para tratar de resolver situaciones difíciles, especialmente conflictos sociales.
“Es difícil entender esto, porque el poder tiene una lógica y es algo que descubrimos en 1968. La respuesta tan violenta y brutal del gobierno el 2 de octubre, la toma de la UNAM y del Politécnico, no fueron más que la expresión de la lógica del poder, y no había manera de enfrentarlo. Si bien se trataba de un régimen autoritario y si bien es cierto que el presidente Díaz Ordaz tenía una personalidad paranoica y que se vio con el tema de las Olimpiadas, creo que en el fondo había esa lógica del poder que no iba a permitir que se le cuestionara, y nosotros estábamos cuestionando al poder, que hasta entonces había sido intocable.”
A su parecer, eso lo plasma muy bien Octavio paz en Posdata, cuando habla del gran Tlatoani y señala que nadie más podía ascender la pirámide del poder porque en seis años él era el punto más alto.
“En eso es en lo que ahora debemos estar alerta –dice– porque la historia no camina en un solo sentido, se puede repetir otra vez y podemos volver a cometer los mismos errores. Una experiencia que nos dejó el 68 a algunos de nosotros es cierto escepticismo, fuimos muy ingenuos y creíamos que podíamos hacer más de lo que debíamos. (Con información de José Gil Olmos).
(En la imagen: Sergio Jaime Rochín del Rincón, titular de la CEAV. Foto: tomada de internet)