12 abril,2023 5:27 am

Los desafíos de la relación Europa-América Latina

Gaspard Estrada

 

El próximo mes de julio los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea y de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe se encontrarán en Bruselas, para debatir sobre el futuro de las relaciones birregionales, y aprobar una hoja de ruta con metas y objetivos a conseguir durante los próximos años. La organización de esta cumbre es, en sí, un hecho considerable, teniendo en cuenta que los presidentes de estos países no se reunían en este formato desde 2015, en República Dominicana.

Desde entonces, ambas regiones –así como el mundo de manera más general– han cambiado considerablemente. La globalización de las cadenas productivas, fruto del orden internacional liberal construido después de la segunda guerra mundial, ha dado paso a un proceso de fragmentación y de regionalización del comercio internacional. En el plano político, la rivalidad estratégica chino-americana ha aumentado las tensiones en la mayoría de los países en el mundo. Y desde el año pasado, la invasión de Ucrania por parte de Rusia ha transformado de manera fundamental la situación militar de Europa, con consecuencias en todo el mundo.

En este sentido, el reencuentro entre estos dirigentes es más que bienvenido. Sin embargo, la pregunta que nos podemos hacer es saber si la existencia del encuentro, per se, podría considerarse un éxito, o si será posible afirmarlo únicamente si se logran resultados tangibles en los planos políticos, económicos y sociales.

Al día de hoy, la Unión Europea dispone de una serie de acuerdos de asociación político-comerciales con México y Chile, en curso de renegociación en el caso de México, así como de un acuerdo de Libre Comercio con el Mercosur, que no ha sido ratificado por buena parte de los parlamentos de la Unión Europea (incluyendo a Francia, Países Bajos, Austria y Polonia). Además de eso, la Comisión Europea dispone de una serie de instrumentos de cooperación técnica y financiera con los países de América Latina y el Caribe, así como de una red de delegaciones diplomáticas en la mayor parte de los países de la región, desde las cuales se gestionan estos programas de cooperación.

Sin embargo, aunque los recursos públicos movilizados por la Unión Europea en América Latina han crecido durante los últimos veinte años, los flujos comerciales han ido en sentido contrario. La presencia de China en América Latina ha aumentado considerablemente, en particular en el área comercial y de inversión en infraestructura. Si en 2001 el comercio de China con América Latina rebasaba apenas algunas centenas de millones de dólares, veinte años después, Pekín es el primer o segundo socio comercial de la mayoría de los países latinoamericanos. Ahora, el objetivo de China es diversificar su cooperación en materia de seguridad y de defensa, yendo más allá de las relaciones comerciales y económicas.

Estados Unidos, por su lado, ha estado ausente de Latinoamérica, e incapaz de generar una nueva política que evite el crecimiento de la influencia china en la región. Si bien los secretarios de Estado de Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden han insistido en denunciar la “trampa china de la deuda” frente a los jefes de Estado y de Gobierno de América Latina, sus palabras pocas veces han sido acompañadas de actos concretos, en particular en el plano financiero, para evitar el reforzamiento de la presencia china en Latinoamérica. Mientras esta tendencia se amplía, Rusia ha utilizado a América Latina como un territorio para proyectar su influencia frente a Washington, en particular en el terreno militar, para desafiar a Estados Unidos en lo que se llamaba “su tradicional área de influencia”.

De manera que América Latina está pasando por un ciclo de grandes transformaciones en las cuales la Unión Europea se está quedando rezagada, ya sea a nivel político o económico. En un momento en el cual la inflación en la energía y los alimentos está generando nuevos desafíos para el mundo tras la guerra en Ucrania, la región latinoamericana dispone del potencial para volverse un protagonista a nivel internacional. En este sentido, los países latinoamericanos y europeos deberían aprovechar la cumbre UE-CELAC para relanzar efectivamente el diálogo birregional a todos los niveles, para hacer que los resultados de la cumbre sean más tangibles que una simple foto de Jefes de Estado y de Gobierno.

 

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París

 

Twitter: @Gaspard_Estrada