23 septiembre,2024 6:16 am

Los mártires de Ayotzinapa

 

 

Vidulfo Rosales Sierra

 

El ataque a la educación socialista no es nuevo. Desde que el gobierno trató de implantarla, los cristeros y la Iglesia católica que representaban a la derecha conservadora reaccionaron virulentos asesinando a varias maestras y maestros.

En octubre de 1935, los fanáticos cristeros arrastraron a galope de caballo a la maestra María Rodríguez Murillo por los escarpados caminos de Huiscolco, municipio de Tabasco, Zacatecas. Le cortaron los senos y los colgaron en los arbustos del lugar como advertencia para que los demás maestros desistieran de la enseñanza socialista.

Por las mismas fechas los cristeros rodearon la escuela donde estaba laborando el maestro Carlos Toledano en el poblado de Tlapacoyan, Veracruz. Lo de pies y manos ataron con alambre de púas. Con los muebles de la escuela, cuadernos y libros hicieron una hoguera y lo quemaron vivo frente a sus alumnos. Así, decenas de maestros fueron atacados por las hordas cristeras y caciques locales mientras la Iglesia justificaba las atrocidades y los sacerdotes en misa absolvían a los asesinos.

Es importante destacar la justificación que la derecha daba frente a sus crímenes. Después de que asesinaron simultáneamente a los profesores Librado Labastida, Carlos Sáyago y Carlos Pastrana en noviembre de 1935 en Puebla, dijeron: “Debemos hacer resaltar el hecho de que (los cristeros de la zona) han castigado severa y definitivamente a varios pervertidores de la niñez, que al amparo de la tiranía venían desarrollando una labor incalificable. Los nombres de esos llamados ‘profesores’ son los siguientes: Librado Labastida, de la escuela de Santiago, municipio de Xiutetelco; Carlos Sáyago, de la escuela La Legua, y Carlos Pastrana, que prestaba sus servicios en la escuela rural de Ixtipan. Todos han sido muertos y estampados aquí sus nombres, para ignominia de los mismos…”.

Lo mismo ha ocurrido con los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa. De 1980 a la fecha se cuentan 11 estudiantes asesinados y 43 desaparecidos por las fuerzas policiacas. El último ocurrió el 7 de marzo de este año cuando policías estatales privaron de la vida a Yanqui Kothan Gómez Peralta en Chilpancingo.

Cada 26 de septiembre se suelta la jauría de neocristeros, ultraderechistas y caciques que arremeten en redes contra los normalistas de Ayotzinapa. Los adjetivos no caben en la lista de las redes sociales: “Ayotzinapos, vándalos, delincuentes, mátenlos, desaparézcanlos, cierren esa escuela de delincuentes”. El odio de los derechistas llegó a su límite el 18 de septiembre pasado cuando bajo la penumbra de la noche y la impunidad quemaron el antimonumento 43 ubicado en la glorieta de Las Banderas de Chilpancingo, Guerrero, al tiempo que algunas barras de abogados llaman a aplicar la ley contra los estudiantes, un grupo no identificado de personas de Tixtla pide el cierre de la Normal, grupos de empresarios se quejan de que las protestas de los estudiantes impactan negativamente en la economía.

Todas estas declaraciones y acciones tienen un tufo rancio e ideológico de derecha. Al igual que los cristeros de décadas pasadas, los de ahora despliegan su odio contra los alumnos de las normales rurales y principalmente de Ayotzinapa con expresiones que rebasan los límites de la libertad de expresión promoviendo el odio y la violencia abiertamente contra los normalistas sin que las autoridades hagan algo al respecto.

Las exigencias de estos grupos tienen un evidente sesgo ideológico. ¿Por qué no condenan con la misma energía a las organizaciones delictivas que siembran el terror en vastas regiones del estado, que autogobiernan ciudades y zonas completas imponiendo las reglas de convivencia a sangre y fuego? ¿Por qué permanecen indiferentes ante miles de desapariciones forzadas? ¿Por qué cerrar la Normal que es una oportunidad para los hijos de los pobres? Es mejor que existan escuelas y no grupos delictivos.

Ayotzinapa es la juventud organizada que cuestiona las injusticias, que encara con arrojo a las autoridades corruptas, no se arredra ante el crimen, es la conciencia crítica, es la juventud digna que a contracorriente exige un mundo más justo y más humano, donde no se mate, no se desaparezca y donde la educación pública para los pobres sea una realidad.

Esa forma de pensar y actuar de los jóvenes de las normales rurales concita recalcitrantes odios de la derecha, persecución y represión del gobierno, incluso a las autoridades en turno que se dicen progresistas les resultan incómodos. No se ajustan a las coordenadas de la 4T. Por eso consienten toda clase de tropelías de la derecha.

Las distintas formas de protesta son la expresión de una sociedad plural y democrática con intereses diversos y encontrados, no debe criminalizarse bajo ninguna circunstancia este ejercicio ciudadano, por el contrario, es la herramienta del pueblo para denunciar las injusticias y exigir el cumplimiento de sus derechos. Genera contrapesos frente al autoritarismo y favorece la transparencia y rendición de cuentas de los gobiernos.

Frente a esos intereses encontrados y las tensiones que genera la protesta social es menester acudir al diálogo como herramienta privilegiada para resolver los disensos y atacar las causas que generan la inconformidad social.

No es con el garrote y las balas como se resolverán los problemas sociales de un estado marcado por la pobreza, la represión y la impunidad. Ayotzinapa lucha por saber el paradero de sus 43 compañeros desaparecidos, justicia para los once asesinados, denuncia con estridencia la colusión de los cuerpos policiacos y militares con los delincuentes de Iguala, señala con énfasis que la noche siniestra del 26 de septiembre de 2014 actuaron de manera conjunta para atacar cobardemente a los jóvenes que soñaban ser maestros y cuestiona al actual gobierno el incumplimiento de su palabra empeñada y su decisión de dar la espalda a las madres y padres para encubrir a los militares.

Por ello frente a las acciones de odio de la derecha que salen a relucir en estos días, cobran relevancia las acciones de la gobernadora Evelin Salgado de realizar la campaña para romper los pactos de silencio. Su mensaje de solidaridad con las madres y padres de los 43 reconforta a las víctimas y los alienta a seguir la búsqueda de sus seres queridos y seguramente inhibirá a los grupos de derecha que fomentan el odio contra los normalistas de Ayotzinapa.