22 abril,2021 4:52 am

Marchan 3 mil “deliveristas” en NY; exigen seguridad y justicia tras el asesinato de Francisco Villalva

Portaban casco, tapabocas, impermeables o capas de plástico y la bandera de su país. Sobresalían las de franjas verde, blanco y rojo. Es la primera vez que se congregan tantos manifestantes convocados en redes sociales con los esfuerzos sólo de los propios repartidores de comida

Ciudad de Nueva York, Estados Unidos, 22 de abril de 2021. En punto de las 14:00, en lo que se conoce como “la esquina del tiempo”, Times Square, más de 3 mil “deliveristas” (repartidores de comida) latinos, pero sobre todo de México y Guatemala, se congregaron este miércoles para demandar seguridad para poder hacer su trabajo, sanciones a sus agresores y justicia en los casos de homicidio o agresiones violentas que han denunciado.

La columna, conformada mayoritariamente por manifestantes montados en bicicletas y motonetas, contó con la participación de unas 200 mujeres repartidoras –según el cálculo hecho por ellas– y de un nutrido contingente guerrerense.

Sin que la fuerte lluvia y la repentina baja temperatura les impidiera cerrar calles y avenidas, avanzaron rumbo al City Hall, el ayuntamiento neoyorquino. Convocado desde las redes sociales, es la primera vez que un acto de esta naturaleza logra congregar a tantas personas mediante los esfuerzos de los propios repartidores y no a través de organizaciones políticas o no gubernamentales.

Los manifestantes portaban casco, tapabocas, impermeables o capas de plástico y, muchos de ellos, la bandera de su país; sobresalían las de franjas verde, blanco y rojo.

Al llegar a las afueras del ayuntamiento, la marcha se tornó en mitin alrededor de unas bocinas y una carpa. Varios deliveristas expusieron la situación de inseguridad que padecen.

Al final de las intervenciones se hizo hincapié en las demandas del sector: cárcel para los ladrones, multas para quienes compren bicicletas robadas y para quienes invadan los carriles de bicicletas, mejores y más rápidas investigaciones por parte de la policía cuando se presente un reporte.

Finalmente, se le advirtió al Departamento de Policía de Nueva York que, de no actuar a tiempo ante un llamado, se promovería el uso de gas pimienta para defenderse.

“Estamos cansados de los robos”: Lucas Villalva 

Muchas mantas en la marcha mostraban el rostro dibujado del repartidor guerrerense Francisco Villalva Vitinio, quien fue asesinado tras el robo de su bicicleta el pasado 29 de marzo y cuyos restos llegaron este domingo 18 de abril a su natal Xalpatláhuac, región de la Montaña. En tanto, la investigación policiaca del caso se ha estancado.

“La policía no nos ha dado nada de avances. Resulta ahora que las cámaras de la escuela que está ahí no funcionaban y que no tienen información”, dice a El Sur Lucas Villalva Vitinio, hermano mayor de Francisco.

Con poco más de 10 años de vivir en Nueva York, Lucas asegura que Francisco era muy trabajador, que nunca quiso hacer algo malo y que no es justo que lo hayan matado, pero que es más injusto que no den con el culpable y que esta situación de inseguridad continúe.

Destrozado por el homicidio de su hermano, sin poder reprimir las lágrimas, asegura que ha dejado de salir a la calle, excepto para acudir a las protestas. “Todos los días hay entre 20 y 30 asaltos en Manhattan, más los que pasan en el Bronx, Brooklyn o Queens. Estamos cansados de los robos y por eso nos estamos manifestando”.

Nuevas agresiones a deliveristas han ocurrido después del asesinato de Francisco. Algunas han sido captadas por celulares y publicadas en los perfiles de redes sociales convocantes, como El Diario de los Delivery Boys en la Gran Manzana, en Facebook. Otras sólo se cuentan de voz en voz.

Por ejemplo, a Santiago Apolinar Martínez, de 23 años, nacido en el municipio de Tlapa, le robaron la bici eléctrica el 12 de abril; de inmediato acudió a un taller de bicicletas en donde pensó que podrían intentar revenderla los ladrones y dejó sus datos. Al día siguiente le llamaron del taller porque la habían recibido. Cuando llegó se encontraban ahí quienes cometieron el robo y lo atacaron con un cuchillo.

Con una gran herida en el brazo izquierdo, el deliverista acudió al hospital para ser atendido y posteriormente hizo el reporte en la policía. “Me dijeron que ya había unos detectives encargados del caso y que cuando hubiera resultados me avisarían”.

Un amigo de Santiago, originario de Xalpatláhuac, también resultó herido, aunque de menor gravedad.

Recién llegado a Nueva York, sin documentos, Santiago se empleó como delivery boy y su carga de trabajo aumentó durante la pandemia de Covid-19. Tras la agresión, se siente temeroso de volver a ser asaltado o incluso perder la vida.

Actuar en colectivo

La violencia contra comunidades mexicanas no es nueva en esta ciudad. A comienzos de los noventa, una oleada de migrantes de Puebla y del Estado de México se instaló en la Gran Manzana, particularmente en el barrio del Bronx. El recibimiento no fue cordial.

“Nos tiraban huevos, entonces decíamos que había tanta abundancia que hasta la comida caía del aire; luego nos empezaron a asaltar, a pegar, y nos organizamos en grupos para defendernos y poder caminar en la calle sin ser golpeados”, recuerda Esteban Estévez, tapicero del municipio de Teopantlán, Puebla, con más de 30 años en Nueva York, durante un pequeño encuentro entre migrantes mexicanos que tienen décadas viviendo y trabajando en Nueva York y repartidores provenientes de Guerrero.

Al ver el recrudecimiento de la violencia en contra de los deliveristas, compartieron experiencias y se están organizando para enfrentar la situación.

“El Bronx –continúa Esteban– era muy solitario, parecía abandonado y sólo unidos pudimos salir adelante. Formamos grupos que luego se llamaron pandillas, pero eso se desvió, al principio fue defendernos. Todos los migrantes han pasado por esto, primero nos tocó a nosotros y luego, a comienzos de los 2000, había un auge de asaltos y asesinatos de taxistas. Ellos se organizaron y hoy tienen una asociación laboral, pusieron cámaras dentro de los carros. Ahora les toca a ustedes –los deliveristas– y es mejor que nos unamos”.

El tapicero hablaba en la reunión realizada antes de la marcha que este 21 de abril llenó las calles del downtown de Manhattan, consiguió expresiones de solidaridad entre los transeúntes y asombró a muchos automovilistas.

Debido al miedo que crece entre los repartidores, especialmente los que vienen de Guerrero por la muerte de Francisco, se difunden recomendaciones como: no resistirse a los asaltos, mantenerse comunicados constantemente y juntarse en grupos para cruzar puentes o zonas de la ciudad que ya cuentan con un patrón de agresiones en contra de ellos.

División y racismo: “te vas a morir como un perro”

“Mira, mexicanito, te vas a morir como un perro desangrado en la calle y nadie va a decir nada”, le espetó un desconocido a Juan Eduardo Licurgo, nacido en Tlapa y fallecido en Nueva York en enero pasado durante un aparente accidente vial, el cual no ha sido esclarecido. Los investigadores del caso le han dicho a la viuda del guerrerense que creen que fue un suicidio.

Antes de morir, Juan Eduardo fue víctima de una agresión en la que resultó herido por arma blanca en una mano; después recordó esta amenaza de “morir como un perro” y se la contó a su esposa.

Esa es la misma frase que otros guerrerenses han gritado ante el dolor de ver a sus compañeros muertos, violentados, asaltados. “A mi hermano lo mataron como a un perro”, dijo hace casi un mes Pedro Villalva Vitinio, al hablar de su hermano Francisco.

En el contexto del aumento de la violencia contra los deliveristas y la falta de resultados concretos en las investigaciones iniciadas en cada caso reportado, este martes una noticia acaparó los titulares de los periódicos en Estados Unidos: el homicida de George Floyd, un policía llamado Derek Chauvin, fue declarado culpable de todos los cargos imputados, por lo que enfrentará una condena de hasta 40 años.

En este caso –del que hubo videos que mostraron cómo el policía asfixiaba al detenido afroamericano y que circularon masivamente– en menos de un año de investigaciones y juicio se obtuvo justicia.

Las protestas por el asesinato de Floyd, el 25 de mayo de 2020, fueron recibidas con asombro por sectores de migrantes latinos que han denunciado y hecho públicas las numerosas amenazas y asesinatos a los que se han enfrentado desde hace décadas.

“Nadie nos mira, nos pueden matar como perros y nadie dice nada. También queremos que se nos haga justicia a nosotros, aunque seamos mexicanos o vengamos de donde vengamos, merecemos ser tratados como seres humanos”, se quejaba Esteban Estévez en el momento álgido de las movilizaciones convocadas por Black Lives Matter y el aumento de la violencia contra deliveristas, a fines de mayo de 2020.

A decir de los repartidores que ahora encabezan acciones a partir del asesinato de Francisco Villalva –y ante la necesidad de defenderse en grupo para poder trabajar–, las mayores agresiones han venido de comunidades que en el pasado sufrieron lo mismo: puertorriqueños, dominicanos, ecuatorianos, colombianos, incluso afroamericanos provenientes del sur de Estados Unidos.

El común denominador es que son poblaciones afectadas laboralmente, racializadas en cada ámbito de la vida pública y con pocas posibilidades de acceder al sueño americano.

Jóvenes como Francisco, Juan Eduardo o Santiago emigran a Estados Unidos con la idea de estar pocos años, ahorrar dinero para construir su casa en sus pueblos y abrir un negocio con qué mantenerse. Llegan con la idea de regresar con sus familias.

“Nosotros venimos con mucho entusiasmo, con ganas de superarnos para tener una calidad de vida mejor de la que tenemos como pueblos indígenas, pero las muertes como la del repartidor mixteco nos muestran que somos muy vulnerables y que muchas de las veces perdemos todo por lo que hemos luchado, por eso estamos creando la unidad de pueblos indígenas migrantes, para que luchemos por justicia y nos apoyemos en cada caso, no sólo de asesinato, también de accidentes o de robos”, explica Yoloxóchitl –omite su apellido–, mujer tu’un savi integrante del Consejo de los Pueblos Originarios, una organización dedicada a ayudar en la interpretación de lenguas indígenas.

Por su parte, el consulado mexicano “ha brillado por su ausencia”, menciona, irónica, Yoloxóchitl. Cuenta que varios deliveristas han acudido a la representación del gobierno mexicano por homicidios, agresiones físicas y robos, pero se les ha negado el apoyo, tanto económico como de gestión.

“Dicen que si no se mueren de Covid no hay fondos para ayudar a las familias de los repartidores asesinados; sólo se hace el tramite de repatriación y ya”.

Ningún integrante del consulado mexicano en Nueva York respondió a las solicitudes de El Sur para conocer qué tipo de respaldo están dando a los repartidores guerrerenses y pertenecientes a otras comunidades de pueblos originarios mexicanos residentes en esta ciudad.

Texto y foto: Heriberto Paredes, especial para El Sur