9 febrero,2024 5:06 am

María Ospina Pizano: a vista de pájaro

USAR esta

Adán Ramírez Serret

 

El paso del ser humano por la tierra es catastrófico para utilizar un término amable. Desde los tempranos inicios del Neolítico que la humanidad comenzó a poblar todo el mundo y a establecerse y cultivar la tierra; la civilización acabó con muchas especies –la desaparición de los grandes mamíferos coincide con el desarrollo humano–; extinguiéndolas de manera directa dándoles caza o indirecta invadiendo y destruyendo sus hábitats.

De manera paradójica los mitos fundacionales de la humanidad involucran animales. Águilas, jaguares y serpientes son dioses y diosas que fascinan a los sapiens por su belleza, gracia y habilidad. La humanidad sueña con verse reflejada en dioses que muchas veces son las mezclas entre humanos y animales: serpientes con plumas, caballos con torso de hombre y toros con cuerpo humano. Los animales son la posibilidad de observar, vivir, percibir el mundo desde una forma no humana.

Esto se ha hecho desde la ficción en géneros como la fábula e inmortalizado en célebres obras como las de Miguel de Cervantes, Rudyard Kipling o Antón Chéjov. Y recientemente por María Ospina Pizano (Bogotá, 1977) con Solo un poco aquí donde retoma la tradición de dejar de contar desde los humanos con personajes tan sólo humanos y hace a los animales protagonistas de su obra. Abre, retoma una nueva perspectiva donde el ser humano deja de ser el centro del mundo. Hace falta, mucha, salirnos de nuestros ojos y observar.

La novela abre con un poema de Nezahualcóyotl de donde extrae el título, dice el poeta “¿Acaso de veras se vive en la tierra? / No para siempre en la tierra: / solo un poco aquí. / Aunque sea de jade se quiebra, / aunque sea oro se rompe, / aunque sea plumaje de Quetzal se desgarra. / No para siempre en la tierra: / Solo un poco aquí”. Un carpe diem en donde se reflexiona sobre lo efímero. Es pertinente hacerlo cuando se habla de animales, pues ya no conocimos a muchas especies y cada día se extinguen seres vivos para siempre. Estamos poco tiempo aquí, así que es mejor pararse a disfrutar un poco en vez de acabar con el mundo de manera voraz.

La novela abre con el Coloquio de las perras en donde los personajes son dos perras que han sido abandonadas y erran por Bogotá. Sus vidas antes tranquilas cuando no pasaban hambre y tenían un buen lugar para dormir contrasta con su triste presente en donde apenas comen y duermen mojadas, con frío y las acecha la perrera. Los personajes secundarios son las y los humanos que rodean a esas perras, la mayoría las ignora, pero algunas se apiadan de ellas y les dan de comer. Se observa al ser humano desde fuera, desde el punto de vista de las perras quienes son testigos de nuestra barbarie y a veces, pocas, de nuestra generosidad.

La segunda parte de la novela se concentra en las aves; en una tángara que vive en Manhattan. Esta parte de la novela es lírica, por un lado, pues se ven los rascacielos y la ciudad desde el punto de vista de las aves. Esa belleza siempre soñada de ser un ave y poder ver el mundo desde los cielos. También tiene el lado triste de las aves que chocan con los rascacielos de cristal que no pueden ver y en donde se dan de bruces y mueren. También las aves que vuelan cerca del aeropuerto y corren el riesgo de ser hechas puré por un avión.

María Ospina escribe una obra sensible, llena de lírica, de la belleza intrínseca y deslumbrante de los animales, de sus vidas duras acechadas siempre por los humanos que arrasan y contaminan todo. Solo un poco aquí está llena de epígrafes, de citas de otras obras de autores como Arguedas, Sarduy y autoras como Peri Rossi y Vitale.

Es un gran acierto terminar como lo hace con glosolalia pura, como homenaje a Altazor, y recordando que, en el canto de las aves, en su música se esconde la esencia del lenguaje que es autotélico. El mundo a vista y oído de pájaro, “tutui-tutui-tutui”.

María Ospina Pizano, Solo un poco aquí, Ciudad de México, Random House, 2023. 218 páginas.