5 abril,2024 4:46 am

Mariana Enríquez: todos somos monstruos

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Adán Ramírez Serret

 

Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973) es uno de los fenómenos literarios de la literatura latinoamericana reciente, sobre este llamada boom de mujeres que escriben. Enríquez es sin duda la más famosa, su novela Nuestra parte de noche ha vendido muchísimos ejemplares y ha sido traducida a varias lenguas. Sin embargo, cuando me enfrenté a las primeras páginas de la novela, no conecté para nada ni con el estilo, los personajes, las atmósferas o la trama. Me tardé en darme cuenta cuál era la razón: es una literatura de nicho, es decir, es para los amantes de los vampiros y los fantasmas.

Con el paso del tiempo Mariana Enríquez es cada vez más famosa, lo cual celebro en varios sentidos, sobre todo en lo que concierne al desprestigio que han sufrido muchas escritoras como Isabel Allende, por ejemplo, quien desde hace décadas vende millones de libros, pero quien también desde hace un tiempo ha sido hecha menos por la crítica. Se le echa en cara ser una divulgadora ‒por decirlo de la manera más amable‒ del realismo mágico. También se le crítica ‒ahí se ven los celos‒ ser una best seller. La autora de La casa de los espíritus ha vendido todos los libros posibles e incluso hay mucha gente a quien no le gusta leer y no se pierden ningún libro de Allende. Ni falta que le hace la crítica, pero hay momentos en que deben ponerse las cosas en su lugar.

Algo muy similar sucede con Enríquez, escriben sobre cosas paranormales, continúan una tradición latinoamericana y tienen miles de lectores. ¿Entonces por qué Enríquez sí es vista por la crítica como literatura seria y Allende no? Hay muchas respuestas, una importante es que vivimos, al menos en el papel, en un mundo menos misógino. Me parece que una de las razones que Allende haya sido menospreciada es porque es mujer y hasta hace muy poco dentro del mundo literario, academia, medios de comunicación y editoriales, la literatura escrita por mujeres era considerada de consumo femenino. Afortunadamente las cosas han cambiado, y así, el nuevo boom latinoamericano escrito por mujeres ya no es visto ni remotamente por el medio literario de consumo solamente para mujeres.

Mariana Enríquez es vista ahora como una gran escritora sin ningún tipo de etiquetas que le quiten prestigio, y espero que no solamente marque una diferencia hacia el futuro, sino que también revalorice el pasado, a escritoras como Allende y que deje de ser vista como un éxito de venta y más bien como lo que es: un fenómeno literario.

Para volver a Enríquez, yo me mantenía respetando su fama y viendo con gusto como está cambiando el mundo. Hasta que las semanas anteriores comencé a leer el conjunto de relatos Un lugar soleado para gente sombría. Inicié de la forma más imparcial posible, no conecté en el primer acercamiento, pero las cosas pueden cambiar. El relato que abre es Mis muertos triste”. En efecto, es sobre fantasmas. La forma de contar es fría, sin involucrarse mucho. No es desde el terror, sino desde la extrañeza. Es más melancólico que aterrador. Hay un hombre que prefiere estar con los muertos que con los vivos. El segundo relato es Los pájaros de la noche, comienza así: “A orillas de este río, todos los pájaros que vuelan, beben, se sientan en las ramas y molestan como posesos con sus graznidos demoniacos durante la siesta, todos esos pájaros alguna vez fueron mujeres”. Hay una intriga un tanto de fábula. Una condena por un acto desconocido. Enríquez se va moviendo por sus relatos con la habilidad de una serpiente para deslizarse e ir encontrando lo turbio. La extrañeza no es solamente hombres sin cara, tener sexo con fantasmas o pumas perdidos en la ciudad que sólo se aparecen a unos cuantos; el pasmo viene en descubrir por qué pensamos de esa forma, qué son en realidad los monstruos que nos aterran. A veces pienso que los personajes de Enríquez son marginales, pero quizá sean más bien normales, porque en las grietas vistas de manera precisa, todos somos monstruos.

Mariana Enríquez, Un lugar sombreado para gente sombría, Ciudad de México, Anagrama, 2024. 229 páginas.