16 diciembre,2017 2:32 pm

Marisol Schulz y la FIL desde las entrañas 

Guadalajara, Jalisco, 16 de diciembre de 2017. Ser invitado de honor en la Feria Internacional del Libro (FIL) que se realiza desde hace 31 años, conlleva una serie de requisitos que no cualquier entidad puede cumplir: uno de ellos es erogar una cantidad onerosa para solventar los gastos de traer escritores, espectáculos, montar exposiciones y, por supuesto, levantar un gran pabellón.

A unos días de concluida la FIL, la más importante en lengua hispana, Marisol Schulz Manaut, su directora desde marzo de 2013, con un rostro más relajado a como lucía durante la realización del evento, concede la entrevista en su oficina, una casona de la avenida Alemania, en la colonia Moderna.

En esta edición la invitación fue para una ciudad, Madrid, y para el año entrante la estafeta quedó en manos de Portugal, con lo que cierra el ciclo de países iberoamericanos. Pero la planeación de quién será el invitado de honor requiere un tiempo entre dos o tres años.

En 2017 el costo total de la FIL fue de 102 millones de pesos, presupuesto, precisa Schulz, que incluye el pago de nómina de las personas en apoyo de la organización –en el directorio del portal sólo se informa sobre 26 miembros, entre directores, administrador, coordinadores, asesor y asistente–, más la publicidad, entre otros rubros.

La FIL es “totalmente autofinanciable, al final recuperamos eso y un poco más”, apunta.

Cuando se le pregunta a Marisol Schulz cuáles son los criterios que se toman en cuenta para elegir al invitado de honor, comienza a detallarlos:

“Tenemos un criterio muy claro de lo que queremos. De entrada, tenemos una serie de requisitos, de condiciones para que sea un país, una ciudad, una región, quizá una cultura la que venga como invitada de honor.”

Prosigue:

“Estas condiciones implican que quien asume esa responsabilidad –porque es una responsabilidad– tiene por un lado que cumplir con traer, obviamente pagado, nueve noches de espectáculos de foro FIL. Que pueden ser conciertos de rock, música folclórica, danza. Nueve noches diferentes, no se puede repetir. Sobre todo para el público joven.”

También, debe de “traer un mínimo de cuarenta escritores, cuarenta autores literarios más otros de otra índole que participen en FIL Niños, que sean divulgadores científicos o incluso científicos para participar en coloquios o académicos”.

Abunda:

“Diseñar, montar y pagar en todos los sentidos un pabellón que tiene un número de metros cuadrados específico y que tiene varios usos, uno de demostración de lo qué es la cultura de ese invitado de honor. Tiene un auditorio, una promoción turística del país, región y si se quiere también venta de artesanías, de productos locales.”

Además, el invitado debe de traer un par de exposiciones de artes visuales y escénicas –teatro o danza–, una curaduría de películas que los representen para exhibirse durante nueve días, al igual que un festival gastronómico que incluya un banquete inaugural. A los interesados se les entrega los requisitos en una guía.

Admite la directora que no es sencillo traer a un invitado de honor, puesto que aunque precisa que “nosotros no cobramos derecho de piso, pero este es tu compromiso”, y hay gente que no lo puede asumir por el costo económico o porque no lo puede cumplir, “se nos han acercado entidades que no tienen industria editorial, no tiene sentido que vengas a una feria del libro, si no es un Festival Cervantino, no es sólo de música”.

Considera que la ganancia para el invitado de honor es abrir un mercado para los editores de su país.

Y subraya orgullosa: “En Latinoamérica somos una envidia, y esto es real, perdón que yo diga esa palabra, pero toda la gente dice cómo le hicieron. Quieren aprender de nosotros.”

Incluso dice Schulz que dan asesorías pero no de manera formal a países que cuentan con eventos similares a la FIL. Relata que en la pasada edición sostuvo reuniones con los directores de las feria del Libro de Lima, de Guayaquil, de Medellín, de Quito, y “todos vienen a decir es que queremos aprender de ustedes. Todos vienen a ver qué y cómo le hacemos, algunos se llevan ideas”.

Con relación a que algunos expositores comentaron que no les representó un buen negocio asistir a la FIL, pues tuvieron que ofertar sus libros –cuyos precios estaban en 300 pesos, a 50 pesos para recuperarse– Marisol Schulz asevera que hay una lista de espera de al menos 60 editoriales, por lo que “si no fuera negocio, no regresarían”.

Esas críticas no son nuevas, apunta. Sin embargo, reitera que los expositores “están gastando para venir, traen los libros en tráileres, tienen que montar su pabellón, traer a su personal y darle gastos para nueve días de viáticos. Los stands grandes deben de tener por lo menos 15 personas que atiendan, si no fuera negocio para 2 mil casas editoras de México y del mundo, no regresaban”.

De acuerdo con estadísticas de la FIL en este año el número de visitantes fue de 814 mil 833, mientras que en 2016 acudieron 800, 821. Otro de los datos del organismo obtenidos mediante una encuesta que se efectuó en 2015, es que cada visitante compra en promedio de tres a cinco libros, y gasta per cápita entre 800 y mil pesos. Remata Marisol Schulz su comentario sobre la falta de venta:

“Si no tuviéramos ese número de gente se quejarían más.”

Informa que “el negocio de una editorial no es la venta directa, te están viendo bibliotecarios, agentes literarios y autores de toda América Latina y Estados Unidos. Es un escaparate de negocio que se cierra el resto del año. Si tú valúas la FIL por lo que vendiste, no es una librería… el negocio lo cierran durante el año”.

Avala a Schulz en este aspecto no sólo su punto de vista como directora de la FIL, sino una reconocida trayectoria en el mundo editorial iberoamericano que abarca 30 años, entre los cuales destaca su gestión con el Grupo Santillana donde fue editora ejecutiva y posteriormente directora editorial de ediciones generales.

Entrevista: apro/ Foto: Marisol Schulz (Facebook).