Adán Ramírez Serret
I sit and watch the children play
Doin’ things I used to do, they think are new
Jagger-Richards
Se dice que la infancia termina cuando se toma conciencia de la muerte propia. Quién sabe qué inicia –¿adultez, adolescencia, sabiduría o desesperación?–; pero lo cierto es que algo acaba y viene un comienzo de descubrimientos extraños.
Recuerdo, por ejemplo, descubrir a los diez años que mi vida, los juegos que hacía, ya habían sido vividos e inventados antes. Fue por una canción de los Rolling Stones. Eran mi grupo favorito por Satisfaction, Ruby Tuesday o She’s a rainbow, hasta que un día escuché As tears go by, en donde en la letra Jagger dice ver a los niños en los mismos juegos que hacía de niño y que ellos piensan que son nuevos.
Vi por primera vez una infancia repetida durante décadas y décadas de seres humanos que han pensado que hacen algo por primera vez en la humanidad. Me vi a mí mismo ingenuo. No sé si me enfrenté en cierto grado a la muerte, pero sí con un patetismo ineludible que me dio ganas de llorar.
Pienso ahora también en el amor, pues acaso cuando se está enamorado es el momento cuando nos sentimos más vivos y cuando nos parece imposible que nadie más haya vivido jamás eso tan profundo que sentimos. Esto es patético, sin duda; pensar que somos únicos cuando nos enamoramos, que la otra persona lo es. Porque resulta obvio que cualquiera ha vivido al menos alguna vez el amor, ¿o será que alguien jamás lo haya hecho?
Esto ha dado material a grandes reflexiones y también a novelas y cuentos. En especial algunos que han visto el patetismo de la originalidad; del amor para siempre e incondicional. De los más importantes que recuerdo El libro de los amores ridículos del recién fallecido Milan Kundera y No todo el mundo, de Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990). Una serie de quince relatos que giran en torno al amor/desamor y a lo predecibles, divertidas y tiernas que pueden ser las relaciones amorosas cuando las viven otras personas que no seamos nosotros.
Así, en estos relatos, el lector es un testigo un tanto morboso de las rupturas amorosas. Se lee a los personajes decirse a sí mismos, “Te lo digo: esto es muy distinto. Distinto de lo de antes, de lo de mi hermana, de todo. No todo el mundo es igual, ¿no?”.
Con estos relatos cargados de ironía descubrimos que, si acaso el amor y el sexo ya lo han vivido todos los humanos antes que nosotros, no necesariamente les quita lo divertido; el desparpajo imprescindible para pasar de una pareja a otra resulta cada vez más patético por repetitivo, pero no necesariamente menos feliz.
Marta Jiménez plantea personajes tipo del Madrid contemporáneo. Hombres y mujeres treintañeros que hasta hace pocas generaciones ya eran todos padres y madres a esa edad y quienes han postergado la juventud, entendiéndola sobre todo como la libertad de no casarse y tener hijos.
El relato inicial Tenemos que dejarlo trata sobre una mujer y un hombre a quienes les dicen Elo a ambos, por ser Eloísa y Marcelo. La voz que lleva el relato se mueve en una ironía cruel, pues advierte por el perfil de los personajes que su único destino es terminar, por lo que cada beso, cena o reconciliación, son parte de un final ineludible.
El humor es uno de los rasgos decisivos, aparece en el relato Clamorosa y frenético; va sobre dos personas a quienes les repugnan las primeras letras de su ex pareja inmediata, cl, por Clotilde; y fr, por Fred. Pero la vida siempre da sorpresas. Así, “En aquella noche de sexo Claudia le devolvió a Francisco las palabras que empiezan por cl… La claridad de Claudia, la clavícula de Claudia y también –claro–, el clítoris de Claudia”. Y a ella, “aquella noche de sexo Francisco le devolvió a Claudia las palabras que empiezan por fr., la frecuencia y la fricción, la fricción y Fran frotándose y el fragor del frenillo de Fran hasta el frenazo”.
Marta Jiménez Serrano entrega una literatura en donde se descubre que no habrá nada nuevo en las vidas humanas, tan sólo una repetición de patrones, de gestos, sentimientos y cópulas que en la repetición encuentran la armonía, a veces la alegría y por qué no, la eternidad.
Marta Jiménez Serrano, No todo el mundo, Ciudad de México, Sexto Piso, 2023. 210 páginas.