7 diciembre,2018 8:07 am

Más política

Jorge Camacho Peñaloza
“Toda dictadura, sea de un hombre o de un partido, desemboca en las dos formas predilectas de la esquizofrenia: el monólogo y el mausoleo”: Octavio Paz.
Con más voluntarismo que razón e institucionalidad arrancó el nuevo sexenio esperado por muchos desde hace 18 años. Sí, después de 18 años de estarla acariciando por fin y después de tres campañas, toma protesta como presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, quien el pasado sábado se dejó ver ante los representantes de la soberanía del país, de los tres poderes públicos tal cual es: más voluntarista que estadista, más centralista que federalista, más idílico que realista.
Habrá que ver, porque en el acto más solemne y patriótico que puede tener nuestro sistema político, en el que se pone la banda presidencial, como si fuera la patria misma, en manos del nuevo titular del Poder Ejecutivo Federal, al jefe del Estado mexicano y su representante ante el concierto de las naciones, pareciera que no le fueron suficientes 18 años de campaña, tres campañas formales, tres procesos electorales, para acusar a la mafia del poder, para fustigar a los que desde su punto de vista son los responsables del desastre, para exhibir a los que a su juicio son los malos. Cuando tener en las manos a la patria obliga llamar a la unidad y a la reconciliación, prefirió fustigar y seguir polarizando.
Ya en el Zócalo lo que pareció una obra de teatro con escenografía y actores de primerísima línea, más que explicar o presentar su proyecto de nación, objetivos, estrategias, programas y acciones, dio lectura a compromisos y promesas que por voluntad propia pretende hacer en sus seis años de gobierno. Sin duda López Obrador trae muchas ganas de gobernar, a su manera, con su propio diagnóstico y soluciones, no con un programa de gobierno y menos con un plan de desarrollo consensuado, sino con sus prioridades personales. No le será fácil gobernar con una visión voluntarista, caudillista, porque a estas alturas el sistema político mexicano es un sistema de instituciones y leyes.
Veremos cómo le va a Guerrero. Por nuestro estado lo mejor es que le vaya bien al nuevo gobierno, a nadie le conviene una relación conflictiva entre el gobierno del estado y el de la República, entre el Congreso local y el Poder Ejecutivo estatal. A nadie le conviene poner sobre la mesa las ideologías, los prejuicios y revanchismos. Se va a requerir hacer más política, más comunicación, trasparencia, rendición de cuentas, más diálogo, debate, tolerancia y capacidad de unir en la diversidad. No estoy seguro de que haya la suficiente capacidad entre los que tienen una responsabilidad o mandato popular, pero lo que sí sé es que el gobernador Héctor Astudillo sí la tiene. Los ejercicios de la reunión con los 81 presidentes municipales, las reuniones en San Lázaro con diputados de diferentes partidos, el inicio de su relación con el delegado federal único, hablan de esa capacidad para hacer política.
Los alcaldes y legisladores también tendrán que hacer más política para sumar esfuerzos en beneficio de sus gobernados y representados. Lo peor que le puede pasar a nuestro estado es que los políticos se confronten haciendo a un lado la búsqueda de soluciones a los problemas de la sociedad. Guerrero tiene muchos conflictos como para generarle más por la incapacidad de los políticos, gobernantes y funcionarios públicos. Más que oposiciones se requieren concesiones entre los diferentes a partir de lo políticamente correcto y que sea bueno para la sociedad. Ésta misma tendrá que hacer más política asumiendo sus derechos, pero también sus responsabilidades y dejar de ser sólo clientela política que quiere todo regalado del gobierno y que todo lo resuelva el gobierno.
Vuela vuela palomita y ve y dile: A López Obrador que no todo lo va a poder hacer porque lo diga su dedito, que también él le va a tener que entrar al arito de hacer más política y hacerle menos al “yo puedo solito”.