8 junio,2023 5:04 am

Masacre en la Coprera. 20 de agosto de 1967

Anituy Rebolledo Ayerdi

(Primera parte)

 

A la memoria de Andrés Bustos Fuentes. QEPD

El periodista Andrés Bustos Fuentes, ometepequense, falleció la semana pasada luego de varios años de enclaustramiento voluntario. Reportero del diario Trópico de Acapulco, corresponsal en Guerrero del diario La Prensa y de la agencia internacional de noticias France Press, cubrió con fidelidad y valor diversos conflictos locales. Hoy lo recordamos y le rendimos un homenaje de respeto, cariño y admiración con la reproducción de este reportaje publicado hace años en El Sur. Narra un suceso doloroso que él cubrió a la vanguardia de otros colegas.

Antecedentes

La ruptura en el seno de la Unión Regional de Productores de Copra, (URPC), que agrupa a los copreros de ambas Costas, se da por la falta de transparencia en el manejo de cuarenta millones de pesos erogados, presumiblemente, en la campaña contra la fungosis. Una plaga que amenazaba peligrosamente la riqueza coprera de Guerrero. Cifra millonaria que provenía de un impuesto especial de trece centavos por kilogramo de copra, aplicado a una producción anual de 70 mil toneladas. Tampoco estaba claro el destino de tres millones de pesos, sobrantes de la liquidación de la Unión Mercantil de Productores de Coco, encabezada por el profesor Florencio Encarnación Urzúa.

“El gobernador Abarca Alarcón se los chingó”, acusaban los productores.

Metidas las manos de dos secretarios de Estado, ambos presidenciables, le darán al asunto una perspectiva inquietante y sospechosa. Uno de ellos, el profesor Juan Gil Preciado, secretario de Agricultura y Ganadería, quien tenía como adelantado en Acapulco al diputado federal veracruzano César del Ángel. El otro era Luis Echeverría Álvarez, secretario de Gobernación, cuyo cuñado, el diputado federal Rubén Zuno Arce, figuraba como asesor principal de la URPC.

La rebelión

Jesús Flores Guerrero, de San Marcos, resulta electo presidente de la Unión Regional de Productores de Copra (URPC) durante el octavo Congreso Agrario, celebrado en este puerto. Derrota a Eligio Serna Maciel, a Lucio Ríos y a Julio Berdeja Guzmán. Este último, de Coyuca de Benítez, denuncia irregularidades y acusa directamente al diputado Zuno Arce de haber aprovechado su calidad de “árbitro” para amañar el proceso. Efectivamente, la Secretaría de Agricultura y Ganadería encontrará alterados los comicios negando por ello el registro de la organización campesina.

Asesorado por el diputado César del Ángel, Julio Berdeja Guzmán, se proclama presidente de la URPC, “dispuesto a acaudillar una verdadera rebelión agraria en ambas costas”. Denuncia como fraude descomunal la campaña contra la fungosis y revela que las palmeras nunca fueron rociadas con fungicidas, como se hacía creer, sino simplemente con agua con cal Exige cuentas claras en el manejo del impuesto de 13 centavos por kilogramo de copra y que, una vez rendidas, se derogue la alcabala. Berdeja anuncia, finalmente, la celebración de la primera asamblea de la URPC el 20 de agosto en su edificio de Ejido y Calle 9, a las diez de la mañana. Corre 1967, declarado por la ONU “Año del Turista”.

Happy birthday

La reacción de la directiva encabezada por Jesús Chucho Flores, desconocida por la SAG, resultará sospechosa. No cuestiona la legitimidad de la convocatoria de Berdeja, pero tampoco convoca a la disidencia a la unidad y al diálogo conciliador, según costumbre priista. Por el contrario, anuncia kafkianamente un “ guateque costeño para celebrar un año más de vida de la organización campesina, fundada realmente un 6 de agosto. Tendrá lugar el 20 de agosto de 1967, a las diez de la mañana, en su sede acapulqueña, Ejido y Calle 9. Habrá música, barbacoa, relleno de cuche y manjar de Tecpan, además de chelas, güisqui y mezcal como para “ogarse” .

Frente a tan ominoso presagio se producen pronunciamientos, condenas y advertencias que nadie escucha. Uno, inesperado.

Genaro Vázquez

Genaro Vázquez Rojas, preso en la cárcel de Iguala envía un correo (vía Antonio Sotelo Pérez), advirtiendo a los copreros “una celada del gobernador Abarca”. Al líder cívico le preocupa la seducción ejercida sobre los campesinos costeños por César del Ángel, a quien conoce como traidor y manipulador perverso. Aconseja por ello los guerrerenses desconfiar del diputado veracruzano y no acompañarlo en sus aventuras suicidas. Nadie escuchará, lamentablemente, al inminente jefe guerrillero.

Quienes, por el contrario, confiaban en que “todo estaba bajo control por parte del gobierno del estado, no dudaban en una pronta solución salomónica”. Y era que, ingenuos, desconocían la tozudez etílica del gobernador Raymundo Abarca Alarcón. Dotado de una visión política tan pobre como la del comisario de Salsipuedes, pronto entregará los bártulos del gobierno a una camarilla truhanesca capitaneada por su cuñado Bulmaro Tapia Terán. A nadie sorprenderá, entonces, la insensibilidad de Abarca ante los problemas sociales y su notoria proclividad por la violencia institucional.

La guerrilla

Perseguidos por el gobierno de Abarca Alarcón, Lucio Cabañas Ocampo y Genaro Vázquez Rojas remontarán la sierra guerrerense para iniciar el movimiento guerrillero en la entidad. Lucio lo hará luego de que el gobernador Abarca lo declare culpable de la muerte de ocho campesinos de Atoyac, en realidad masacrados por la policía estatal el 18 de mayo de 1967. Por su parte, Vázquez Rojas hará lo propio después de casi año y medio de reclusión, sin proceso, liberado finalmente por su gente. Responsabiliza al mandatario de la matanza de ocho personas ejecutadas por la policía estatal en el zócalo de Iguala –31 de diciembre de 1962. Ambos habían impugnado en su momento el triunfo electoral del gobernador Abarca.

La muerte de Abarca

El asesinato de Alfredo López Cisneros, líder de la colonia La Laja y síndico procurador del Ayuntamiento de Acapulco, ocurrido quince días antes de los sucesos en la Coprera, tendrá una relación macabra con el médico gobernante. Dos años más tarde, quien fuera su jefe policiaco, Simón Tuba Valdeolivar, preso con otros por la emboscada al Rey Lopitos, acusa al gobernador de haberle ordenado el asesinato de López Cisneros. Abarca Alarcón se entera horas más tarde de la acusación y cae fulminado por un infarto .

Defensores de ex mandatario lo consideraban el menos responsable de la violencia, corrupción, excesos y omisiones de su sexenio. Y es que, argumentaban, él nunca quiso ser gobernador porque su vocación era la medicina, además de estar convencido de “no servir para la política” Lo había comprobado cuando fue alcalde de Iguala, allá por el medio siglo. Su confesión: “Acepté la gubernatura porque de no hacerlo alguien se hubiera molestado y entonces sí me lleva la chingada”.

El señor ministro

Ese “alguien” no era otro que Donato Miranda Fonseca, chilapeño ex alcalde de Acapulco, para quien su amigo Adolfo López Mateos había creado especialmente la secretaría de la Presidencia de la República –a la postre su lujoso y frío mausoleo político. Jorge Joseph Piedra, ex alcalde acapulqueño e igualmente amigo cercano del presidente López Mateos, comparaba a Donato con el mar “porque el mar no perdona”, decía. También lo llamba “El Ministro del odio”.

A cargo de la “tutoría” sexenal de la entidad, corresponderá al hombre de Chilapa decidir la sucesión estatal 1963- 1969. Entonces consumará las venganzas corroyendo su ser. Hombre culto y refinado no utilizará métodos agresivos y tampoco objetos punzocortantes. Se valdrá de una modesta pluma fuente Parker para provocar más daño que con una escopeta recortada. Tachará nombres y más nombres de una lista que le ha pasado el propio presidente de la República, con esta recomendación: “Donato, palomea, por favor, al próximo gobernador de Guerrero. ¡Tú tendrás que vértelas con él!”.

El Seguro Social

Al doctor Raymundo Abarca no le sorprende una convocatoria perentoria de la secretaría de la Presidencia. La cree respuesta a la audiencia solicitada mil veces con El Señor. Está feliz porque al fin podrá pedirle la dirección el hospital del IMSS en Iguala.

–¿Seguro Social? –interroga severo el hombre más cercano en ese momento al presidente de la República. Se dirige a un hombrecito gris como su traje rabón.

Un “sí señor”, apenas audible, provoca en Miranda Fonseca una reacción enérgica. Convertido en Zeus Tonante, estalla:

–¡No me venga usted con pendejadas, señor doctor! ¡Usted va a ser gobernador del estado de Guerrero! ¡Avívese, chingada madre!

Empastillado previamente, el señor doctor no perdió el conocimiento.

Que no llegue…

¡Cómo habrá disfrutado Donato aquella decisión con la que humillaba a la otrora poderosa clase política guerrerense! A unos les desbarata de un plumazo heroicos proyectos de vida, mientras que a otros los remite al ostracismo político, no otra cosa que la muerte civil. Un modesto médico chilpancingueño en calidad de sepulturero de una señera y robusta clase política fraguada en las lides heroicas de la entidad.

El repliegue de los clanes históricos no se hizo esperar, definitivo para los que ya no podrá esperar otra oportunidad, esperanzador sin embargo para los convencidos de que “juego que tiene desquite, ni quien se pique”. Todos marcharon arrastrando adargas y cobijas: los Román Lugo, los Figueroa Figueroa, los Maldonado Pérez, los Román Celis, los Píndaros Urióstegui, los Osorio Marbán, los Ochoa Campos, los Fuentes Díaz y otros de menor nombradía. Todos y cada uno de ellos con una rogativa a la guadalupana:

“¡Que no llegue a la presidencia de la República tamaño hijo de la chingada!”. ¡Y no llegó!