7 diciembre,2017 7:23 am

METALES PESADOS

Tryno Maldonado.

 

La mujeres de Ayotzinapa (5)

Blanca Nava

 

Mi nombre es Blanca Luz Nava Vélez. Tengo 44 años. El nombre de mi hijo es Jorge Álvarez Nava. Cuando despareció tenía 19 años. Son tres años los que han pasado.

Mi esposo es campesino. Cuando era tiempo de la cosecha íbamos todos a ayudarle. Yo me dedicaba al hogar, a atender a mis hijos. Aunque somos pobres, éramos felices. Estábamos todos juntos. Pero esto que pasó… nos cambió la vida totalmente. Lo que pasó el 26 de septiembre de 2014. Quisiera volver el tiempo atrás y tener a mi hijo otra vez.

Mi hijo siempre andaba con su guitarra. Cuando era cumpleaños de mi mamá, por ejemplo, le cantaba. Cuando andábamos trabajando en el campo y estaba el sol de caliente, nos sentábamos en un arbolito. Me enseñaba canciones en el celular. Mucho le gustan a él las canciones de Espinoza Paz porque sabe que a mí me gustan. Bajaba las canciones que a mí me gustaban y se las aprendía en la guitarra. “De todos estos palitos que están aquí en mi libreta te voy a sacar una canción”, decía. A él nadie lo enseñó a leer notas. Solito aprendió con una aplicación.

Jorgito es el que más andaba conmigo. No se me despegaba. Quisiera que estuviera él aquí, que cantara las canciones que me cantaba. Es muy duro para nosotras como madres. No saber nada de ellos nos está destrozando. Ha causado un dolor muy grande en la familia. Su abuelita se la pasa puro enferma, llorando… Llegando a la casa me pregunta: “¿Qué sabes de él?”, y a mí hasta vergüenza me da decirle: “No sé nada, no sé nada de verdad”.

Antes, a mis cuatro hijos no los dejaba. Ahora hace tres años que ya no estoy en mi casa. Cosa que nunca había hecho. Andamos buscándolos. Ya hasta soy abuela. Cuando mi hijo se vino a la normal mi primer nietecito tenía cuatro meses. Mi hijito lo quiere mucho. El niño ahora ve su foto y dice: “¿Ya va a llegar mi tío Jorgito?”. Y luego dice: “Voy a comprar una pistola y voy a matar a todos esos militares que lo tienen”.

Sueño con mi hijo. Lo sueño chiquito, como de siete años.

Esto nos cambió totalmente la vida. Ya no somos las mismas de antes. Ya no pensamos igual, ya no hacemos las cosas que hacíamos antes. Antes íbamos a las fiestas del pueblo. No tengo ganas de salir, no salgo para nada. No quiero que la gente me pregunte nada. No sé ni qué decirles. Dice la gente que por qué no queremos aceptar que nuestros hijos están muertos. Pero no hay ni una prueba que diga que están muertos. Yo sé que mi hijo está vivo.

Ya no tengo alegría de nada. Si voy a algún lado nomás ando piense y piense en mi hijo. Estoy comiendo y pienso: “¿Y mi hijo? ¿Habrá comido?”. O cuando hago comida siento feo, porque sé que es lo que a él le gusta. Siento feo estar en la casa. Me la paso viendo sus cosas: su guitarra, sus fotos… Y me siento mal. Ya no hay alegría. Todo me recuerda a él. Todo es tristeza.

Te voy a ser sincera. Voté por Peña Nieto. Le dimos la confianza a quien ni siquiera se lo merecía. Ve hasta dónde hemos dado. Hasta no saber nada de los muchachos. He estado de frente con Peña Nieto. Cuando lo miré le dije en su cara: “¡Señor, yo le di mi confianza y mire con lo que me ha pagado!”. Y a Osorio Chong le dije de frente: “¡Encuentre a los muchachos! Si según usted es la autoridad, ¿en quién más vamos a confiar?”. Y hasta la vez… no los ha encontrado.

Perdí toda la confianza en los políticos, en los partidos y todo eso. El dinero los transforma. Les vale madre lo que le pase a la gente.

Cuando fuiste al Batallón 27 de Iguala con nosotras, hace más de dos años, íbamos a pedir que nos abrieran las puertas para ver si estaban nuestros hijos allí. Nos recibieron a golpes. ¿Por qué nos cierran las puertas?, digo yo. Empezaron a tomarnos fotos y a tirarnos piedras. Una le dio a un padre en la espalda. A otro en la cara. Lo fracturó. A una de nosotras en el brazo. A otro más debieron darle 12 puntadas en la cabeza. A un estudiante, en la córnea. ¡Y se supone que son quienes nos están protegiendo! ¿A quién le vamos a pedir protección?

            La primera de las líneas de que exigimos es que investiguen a los militares. Porque sí participaron en la desaparición de nuestros hijos. Hay pruebas de que estuvieron esa noche en varios lugares de la desaparición: el Palacio de Justicia de Iguala, el callejón Juan N. Álvarez y en el crucero de Santa Teresa; además en la clínica Cristina. Estuvieron tomando fotos, videos… Es uno de los puntos que seguimos exigiendo. La droga que sale de Iguala a Chicago ¡tampoco la investigan! La PGR no quiere investigar. En vez de que nos den la palabra, en la Secretaría de Gobernación nos reciben con gases lacrimógenos. A mi esposo le echaron gas en la cara, de frente.

No están para que nos chinguen a nosotros. No es justo. Sólo estamos exigiendo a nuestros hijos.

Aunque vuelva Jorge, ya nada va a ser igual. Él ya va a tener otra mentalidad. Cuando se lo llevaron, tenía mente de niño. Ahora, imagínate, todo lo que vio, lo que sufrió. Nada va a ser igual. Y yo no voy a tener paz hasta saber qué pasó con él.