27 enero,2023 5:12 am

Michel Houellebecq

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Adán Ramírez Serret

 

Uno de los escritos más antiguos se halla en Babilonia, en donde hace casi tres mil años, un narrador se lamentaba que todas las historias ya estaban contadas.

Hacer algo nuevo es extremadamente difícil por no decir imposible. Pero ¿es importante la novedad? Quizá sí, nadie quiere ver nada que ya haya sido visto y contado.

Si no se puede cambiar el objeto, es decir la humanidad que siempre quiere hablar de lo mismo: de una batalla, de un viaje o de un trío amoroso; lo que sí se puede hacer es cambiar el punto de vista.

Pienso en esto a partir de la más reciente novela Aniquilación, de Michel Houellebecq (La Reunión, 1956) quien se caracteriza por ser un autor iconoclasta en una de las ciudades más icónicas del mundo: París.

Pocas ciudades han sido tan descritas en la literatura, incluso se ha llegado a pensar, con extrema certeza, que muchas veces París es el gran personaje de las novelas de Balzac, Zola o Proust. Nada más y nada menos.

Ninguna ciudad ha sido casa de tantos escritores, de Hugo y Baudelaire a Georges Perec. Pasando por algunos no franceses como Cioran, Vallejo y Cortázar.

Entonces ¿cómo hablar de esta ciudad sin repetirse? Se pueden decir muchas cosas sobre Houellebecq, sin duda la primera la de ser un provocador profesional; la otra, que busca ser un novelista sin dirección que se pierde en sus propias páginas; y también, desde luego, que es un gran escritor que en tiempos saturados por modas y presupuestos monstruosos para que los creadores le den al público lo que quiere; Houellebecq dice simplemente, no.

Así, Aniquilación es una novela futurista y algo panóptica de seiscientas páginas que comienza con un investigador que trabaja en el 2027 en París y quien lo primero que sorprende de la terrible conspiración que se avecina, es un grafiti en el metro, “Se fijaba desde la adolescencia en los grafitis del metro parisino. A menudo los fotografiaba con un iPhone anticuado… Era una afición, si se quiere, pero él prefería la expresión en principio más suave pero en el fondo más brutal de pasatiempo. Uno de sus grafitis preferidos era, de hecho, aquella inscripción con letras inclinadas y precisas que había descubierto en medio del largo pasillo blanco de la estación de Place d’Italie, y que proclamaba con energía ‘El tiempo no pasará’”.

Cita otros que también le gustan como “Reivindico el título honorífico de rey de Israel. No puedo hacer otra cosa”; también, “Mensaje definitivo a todos los telépatas, a todos los Stéphane que han querido perturbar mi vida: ¡No!”.

Houellebecq puede ver con sana ironía la literatura que se hace –de manera hipotética, claro– en las calles de París.

Aniquilación es una novela que comienza original y que se va volviendo cada vez más. Cuenta un futuro bastante probable, aunque muy radical en donde el capitalismo sigue devorando al mundo. Allí, el policía que protagoniza la novela comienza a investigar unos extraños videos, en donde el ministro es guillotinado. Son falsos porque saben que ministro está bien, pero están hechos con tal calidad, que comienzan a estremecer a la policía.

El mundo es tan futurista que por momentos se vuelve algo onírico. Aniquilación es una novela única que logra algo casi imposible: ser profundamente irónica con el género futurista a la vez que cuenta una historia apasionante de suspenso.

 

Michel Houellebecq, Aniquilación, Ciudad de México, Anagrama, 2022. 604 páginas.