7 junio,2024 6:03 am

Michiko Aoyama y los libros que son cajas fuertes

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Adán Ramírez Serret

 

Es un lugar común pensar y decir que un libro cambiará tu vida. Te encuentras existiendo, y de un momento a otro lees algo que ayuda a descubrir que la vida no es lo que pensabas. Algo así como aquel personaje de Dashiell Hammett en El halcón maltés a quien camino a la oficina le cae a unos centímetros adelante una caja fuerte desde el piso 40. Medio paso más y hubiera perdido la vida. A partir de ese momento, cuenta el personaje, vio el esqueleto de la vida: la maquinaria desencarnada que mueve el mundo y no pudo volver a su vida; así que tomó un camino diferente y dejó atrás su trabajo, esposa e hijos para iniciar otra existencia.

Hay algunos libros que pueden ser como esa caja fuerte y demostrar que la vida es diferente a tal como la conocíamos hasta ese momento. Y entonces comienzan nuevos sueños y proyectos. De este modo, bibliotecas y librerías son lugares peligrosos porque son capaces de construir nuevos sueños, de modificar los deseos que ha formado el mundo en nosotros.

Pensaba en esto, en los peligros del trabajo de recomendar libros, mientras tenía entre las manos La biblioteca de los nuevos comienzos de Michiko Aoyama (Saitama, 1970). Sé que es muy romántico o ingenuo pensar que la recomendación de un libro puede cambiar a alguien, pero en esta novela de Aoyama, sucede. La obra está situada en Japón, país que es el rey de la melancolía y en donde la gente adora desaparecer. A través de la ficción nipona nos enfrentamos casi siempre a personajes con un riquísimo interior que todo el tiempo está cuestionándose su posición en el mundo, qué se hace en este mundo y si acaso las decisiones que se han tomado han sido las correctas. Si es esta vida la adecuada o se debe dejar todo atrás para un nuevo comienzo en donde se replantee por completo la vida.

Es el tema que se pone sobre la mesa en La biblioteca de los nuevos comienzos: llevar una vida con la incertidumbre de saber si en verdad es la vida que se desea. Los sueños se expanden en la cotidianeidad de la oficina del transporte público y la oficina, pueblan el día a día, pero son relegados por la realidad de un mundo que exige pagar una renta y tener el dinero para comer diario. Así que los sueños deben quedarse en el mundo de la imaginación mientras la realidad cada vez está más llena de tedio y soledad.

Así comienza el primer relato de esta novela, con una joven que es dependienta en un establecimiento de ropa. Se la pasa lidiando con los clientes e ingiriendo comida instantánea. Migró de su pequeño pueblo a Tokio, pero hasta ahora sólo ha conseguido sobrevivir en ese trabajo. Hasta que un buen día, se pone a estudiar Excel, en el lugar que lo hace hay una biblioteca, la profesora le recomienda un manual para que profundice en el programa, así que va a la biblioteca en donde una mujer, la bibliotecaria, le otorga los libros y le pregunta si quiere otro libro. A lo que la chica le dice que no sabe, que ella es una mujer que no sabe tomar decisiones, a lo que la bibliotecaria le dice que claro que toma decisiones, que para llegar a donde está, ha tomado muchas decisiones, como irse de su pueblo y trabajar en la tienda de ropa. La chica se queda sorprendida de la respuesta de la bibliotecaria, quien luego de hablar con ella, se sienta en la computadora y comienza a teclear a toda velocidad y, entonces le recomienda un libro para niños, y le regala un pequeño sartén. Para la chica resulta enigmático, pero se pone a leer el libro y su vida cambia.

La biblioteca de los nuevos comienzos cuenta las historias de diferentes personajes que se sienten perdidos en el mundo y a partir de la magia de la bibliotecaria y de los libros que les recomienda, descubren todo lo que han hecho bien en sus vidas, que tan sólo hacía falta que leyeran un libro que les enseñe cosas sencillas como cocinar o el conocimiento de las plantas, para creer en sí mismos y vivir la vida de sus sueños.

 

Michiko Aoyama, La biblioteca de los nuevos comienzos, Ciudad de México, Planeta, 2024. 301 páginas.