7 julio,2024 9:30 am

Muestra Casa Estudio el expediente médico de Frida Kahlo

 

Ciudad de México, 7 de julio de 2024. El sonido de un corazón que late recibe a los visitantes a uno de los cuartos de la Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, en un ambiente oscurecido por dos gruesas cortinas que cubren la ventana y la entrada, y en cuyas paredes se exhibe un expediente médico compuesto por informes de operación, hojas clínicas, órdenes del médico, resultados de laboratorio y relaciones de anestesia y medicamentos.

Impresos como negativos y colocados sobre pantallas de luz, como si fueran radiografías, los documentos dan cuenta de las intervenciones médicas realizadas, entre 1952 y 1953, a la ocupante del cuarto 21 de la antigua sede del Centro Médico ABC: la pintora Frida Kahlo (1907-1954).

Esta instalación museográfica, que se presenta por primera vez en la Ciudad de México, constituye la parte central de la exposición Kahlo sin fronteras, inaugurada este sábado en el recinto de la colonia San Ángel Inn, en el aniversario 117 del nacimiento de la artista.

“Parte de la idea de esta exposición es que rompe la frontera de Frida entre el exterior y el cuerpo, de ahí surge una de las ideas, y también en el hecho de que Frida Kahlo ya no tiene fronteras, porque la vemos expuesta en todos lados”, sintetizó en un recorrido la fotógrafa Cristina Kahlo, curadora de la muestra y sobrina nieta de la pintora.

Una exposición que comenzó a gestarse desde el 2015, cuando la curadora tuvo acceso inédito, en su calidad de familiar, al expediente que el centro médico todavía resguarda de Kahlo, quien tuvo que lidiar con dolorosos padecimientos y numerosas intervenciones a partir de que fuera atropellada por un tranvía en 1925.

Además del innegable valor biográfico y para la investigación académica que este archivo tiene, Cristina Kahlo encuentra que exhibirlo en un museo permite que el público se acerque a la faceta más humana y real de una artista que ha sido sumamente mitificada.

“Frida Kahlo se ha convertido en una figura muy conocida, pero a veces perdemos de vista que no es un personaje de novela, no es una persona ficiticia, y aquí estamos viendo a la Frida de carne y hueso, con las partes difíciles, dolorosas; entramos a su cuerpo con los expedientes”, reflexionó.

En el cuarto donde se muestra el expediente, el público encuentra documentos como el informe de la amputación de pierna que le fue realizada el 11 de agosto de 1953, también la bitácora donde una enfermera señala que pasó bien la noche y comió pastel, helado y ponche, y el laboratorio clínico donde se certifica que su grupo sanguíneo es A Positivo, entre otros.

En esta instalación, que podría considerarse como una pieza artística en sí misma, el sonido del corazón que se escucha en la habitación empata con los electrocardiogramas que registran los latidos de la pintora.

“Hacemos una reflexión sobre qué es lo que sucedía con un cuerpo enfermo como el de Frida Kahlo y cómo es que esos límites que tenemos todos a partir de nuestra propia piel, que podría ser el primer límite físico que podemos encontrar en una persona, esos límites se rompen y ahí es donde quitamos esas fronteras y en donde también interactuamos por primera vez con el mundo”, reflexionó Javier Roque Vázquez, co curador de la muestra.

Ubicada en tres de los edificios funcionalistas diseñados por Juan O’ Gorman, la exposición presenta también un amplio acervo fotográfico donde se muestra la otra cara de la hospitalización de Kahlo, donde se le ve, sí, disminuida físicamente por la enfermedad, pero con el mismo espíritu bravo y la integridad artística que la llevaron a seguir creando en la convalecencia.

“Creo que es lo que hay que destacar de su personalidad, que aun estando en una cama de hospital pintaba, y leía, porque hay alteros de libros en las mesas de noche”, refiere Cristina Kahlo. “A través del arte yo creo que ella sanaba muchas heridas”.

“Las físicas no se podía, pero yo creo que es una forma, una manera, de exorcizar los demonios, lo que te acontece, y eso la hace muy valerosa”.

Una de estas fotografías, realizada por Raúl Anaya en 1953, la muestra un año antes de su muerte, pintando las sandías que protagonizan el cuadro Viva la vida, como una declaración de principios ante la adversidad.

La exposición rinde también homenaje al personal médico que atendió a Kahlo a lo largo de su vida, como David Glusker y Juan Farrill, cuyos nombres figuran repetidamente en el expediente médico y cuyos retratos cuelgan de una sala del museo.

Un núcleo aparte se dedica al médico Leo Eloesser, quien se convirtió en amigo cercano de Kahlo y de su esposo, el pintor Diego Rivera, y a quien le dedicaron numerosas cartas con el cariñoso apelativo de “Queridísimo doctorcito”.

A manera de contexto, otros espacios del recinto están ocupados por fotografías sobre la vida familiar e infancia de la pintora, así como su vida de pareja con Rivera, su amorío con el fotógrafo Nickolas Muray y el encuentro con el poeta surrealista André Breton.

En otro sitio de la recién renovada Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, la figura de la pintora está presente únicamente a través de los objetos que usó en vida, como en la serie de fotografías que Graciela Iturbide realizó en 2005 a los objetos hallados en un baño de la Casa Azul, como su prótesis de pierna.

Cristina Kahlo, por otro lado, realiza una paráfrasis de la pintura Las dos Fridas al fotografiar las batas que la pintora usó en el Hospital ABC, al derecho y al revés, y donde se muestra cómo las utilizaba para limpiar sus pinceles.

Una composición con estas manchas, a manera de mosaico, une las fotografías de las batas, como una muestra de la paleta de color vibrante que Frida Kahlo usó incluso en el más oscuro los momentos.

En exhibición hasta noviembre, Kahlo sin fronteras presenta a la pintora ya no mitificada a través de la cultura pop, sino como una artista de carne y hueso que jamás se doblegó ante las dolencias del cuerpo.

 

Texto y foto: Agencia Reforma