11 junio,2018 9:40 am

Mujeres tlacololeras vencen el ambiente machista y participan en la danza tradicional de Chilpancingo

Rosalía Martínez Azahar cuenta en entrevista que desde niña deseaba tronar el chirrión en el aire, pero los tlacololeros le decían que no sabía hacerlo, que no iba aguantar, el traje es muy pesado, los sones son muy largos.

Texto: Anarsis Pacheco Pólito
Foto: Jessica Torres Barrera
Chilpancingo, Guerrero. Rosalía Martínez Azahar mejor conocida como Rosi Chavelas, a los 41 años pudo cumplir su deseo de niñez de tronar el chirrión en el aire como integrante de la danza de Tlacololeras, sobreponiéndose al ambiente hostil y machista de la tradición prehispánica originaria y emblemática de Chilpancingo.
Una idea que surgió por la intención de cumplir un sueño, logró movilizar a 30 mujeres capitalinas que compartían el gusto por una danza, en la que toda la vida –hasta hace tres años– sólo participaban hombres.
Vive en uno de los barrios antiguos de la capital, en San Mateo, donde las tradiciones están arraigadas hasta los huesos, donde nació una de las festividades que identifican a Chilpancingo a nivel estatal: la feria de San Mateo que inicia con el Paseo Pendón, en el que Rosi no pudo participar con sus compañeras porque un hombre le dijo que no, “ustedes son mujeres, ustedes vístanse de Adelita”.
El domingo 3 de junio, mujeres tlacololeras participaron en el 15 Encuentro de Tlacololeros. La danza que sólo era integrada por hombres, este año tuvo varios grupos de mujeres, que al son del pitero, bailaron los sones durante el recorrido por las principales calles del Barrio de San Antonio.

En entrevista para El Sur, Rosalía Martínez narró su lucha en contra de estereotipos, de tradiciones y creencias, respaldada en todo momento pos su esposo y sus hijos quienes también son tlacololeros.
“Si no hubiera sido por su apoyo (el de su esposo), sólo hubiera quedado en un deseo, me hubiera dicho que no hay donde, pero su labor y su respaldo se presentó desde nuestra primera cuelga”, describió.
A tres años del inicio del grupo de danza Tlacoloreas, continúan enfrentándose al rechazo de una sociedad que no está preparada para abrir puertas a las mujeres que buscan desempeñar papeles y trabajos que eran pensados para los hombres.
Rosalía Martínez viene de una familia de herencia tlacololera, su bisabuelo Asunción Flores, conocido como Checo Flores, fue pitero en la danza, y además hacía máscaras.
En su vida diaria se dedica al cuidado de sus hijos y de su casa, sin tener un empleo remunerado, puede lidiar con su gusto por la danza y el amor a sus hijos, a quienes antes de un ensayo les prepara la comida, limpia su casa, ve por los deberes de sus hijos y prepara su ropa para le día siguiente.
Narró que cuando se decidió a bailar buscó junto con su marido un grupo de mujeres pero sólo se sabía de uno que se desintegró, después la mandaban con la danza de tlacololeros de Chichihualco, que se diferencian en la forma de tronar el chirrión, pues en ésta no lo hacen al aire sino en el suelo.
Recordó que durante el proceso de organización, se enfrentaron a todo tipo de circunstancias, desde que era pequeña y tenía la intención de bailar les daba miedo porque la mayoría de los tlacololeros estaban borrachos y la podían manosear.
Cuando tuvo la posibilidad de crear su propio grupo, las integrantes fueron cuestionadas por otras organizaciones tradicionales: “Por la cuestión física, nos decían que no, no vas a aguantar, no, está muy pesada, ustedes no saben tronar los chirriones”.
Reconoció que durante este tiempo ha sido muy difícil para las tlacololeras ser parte de este sector, lograr lo que quieren, disfrutarlo y que sean integradas pero sobre todo respetadas.
“Ha sido muy difícil el hecho de que acepten que una mujer baile y represente la danza, en un ambiente tan, pero tan machista, si ha sido muy difícil, pero se ha contrarrestado por el diálogo que ha tenido mi esposo con la mayoría de danzantes”, agregó.
Rosi Chavelas describió la danza como pesada, por lo largo de los sones y sobre todo por la vestimenta, porque el traje se compone de tres costales que protegen el torso y uno de los brazos, en la parte de abajo cargan el Cuaxcli, y llevan protegida la cabeza con pañuelos y toallas para que la máscara de madera no les lastime, un sombrero enorme cargado con Ahuejote, huaraches y chaparreras.
“Nos decían que no podríamos aguantar los costales, que no podríamos gritar como ellos, que no aguantamos físicamente como ellos, bailar los sones es pesado y cansado, por el aire que no entra”, agregó.
A pesar de estas excusas, las mujeres se armaron de valor y dieron su toque a sus trajes, los que a diferencia de los hombres, son hechos a la medida, ajustados y sin que les estorben.
Relató que la primera vez que presentaron la convocatoria para que más mujeres se integraran al grupo, llegaron 14, activas y con muchas ganas de participar, después se fueron sumando hasta llegar a 30.
La primera presentación que tuvieron fue en diciembre del 2015 y para su primera presentación ensayaron durante un meses, en este grupo se incluyeron amigas, cuñadas y primas.
Dijo que su lucha no sólo fue con su comunidad, para integrarse en las cuelgas y festividades, sino también con las instancias que participan en la organización de las festividades a las que se les insistió para que fueran incluidas.
En su primer año de estar bailando en cuelgas, en fiestas particulares, y de promocionarse, lograron ser identificadas, y se atrevieron a llevar un oficio con el presidente del patronato de la feria a quien además le tuvieron que bailar para ser incluidas.
En 2016, con el apoyo también del maestro Juan Carranza que trabaja en la Secretaría de Cultura, pudieron participar por primera vez en el Paseo del Pendón.
A tres años de distancia del inicio del proyecto de danza, Rosi Chavelas reconoció que falta mucho trabajo por hacer, y nunca se terminará de aprender, ni tampoco se podrá llegar a decir “lo logré, ya está el trabajo hecho”.
“Me siento orgullosa de lo que hemos conseguido mi esposo y yo hasta ahora, pero no es el competir contra los varones o contra otras danzas de mujeres, no es vencer, es competir con nosotras mismas, vencernos a nosotras mismas porque yo siempre he pensado que todo comienza desde casa, yo he pensado que a veces en la casa tus papás, hermanos que son tu primera sociedad, te van diciendo que eres tonta te lo vas creyendo y llegar a esta danza y superarte cuando te dicen que te llevas el personaje de la perra maravilla que es uno de los más importantes”, agregó.
Subrayó que lo más importante de haber logrado participar en esta actividad cultural, es que las mujeres se convenzan de vencerse a ellas mismas y dejar a un lado las limitaciones que les hacen creer que tienen.
“Muchas de las chicas han logrado vencer ese no puedo”, enfatizó.
Señaló que en este esquema de educación cultural y de amor a su tradición se han forjado lazos importantes que es han ayudado a ellas a mejorar, pues se demuestran día a día cómo lograr cosas que se proponen.
Relató que una mujer que estuvo entrenando como tigre, para participar en el encuentro del fin de semana pasado, fue sometida a presión por parte de su hermano quien le decía que para qué entrenaba si iba a perder, su compañera se lamentó frente al grupo de tlacololeras, pero éstas le demostraron de lo que sería capaz con el entrenamiento; para el día del encuentro fue ella la ganadora, llevando a su casa el trofeo que lo acreditaba.
Durante estos tres años de convivencia, de lucha en el espacio hostil del machismo, han logrado participar en la tradición que va evolucionado para bien de todos.