31 mayo,2024 9:01 am

Narran las valientes enfermeras del Vicente Guerrero su experiencia límite ante el Otis

La jefa del piso 8 esa noche no hubiera pensado que en las siguientes horas morirían seis pacientes en ese nivel que estaban conectados para recibir apoyo ventilatorio para respirar. El IMSS reportó que en total fallecieron nueve personas el primer día del fenómeno natural en el nosocomio por distintas causas

Acapulco, Guerrero, 31 de mayo de 2024. La enfermera Charo hizo a las 11 de la noche del 24 de octubre un recorrido por todos los módulos del piso 8 del hospital del IMSS Vicente Guerrero para pedirles a los familiares de los pacientes internados que no se durmieran y los alejaran de las ventanas porque en cualquier momento el huracán Otis iba a golpear a Acapulco.

La jefa de piso esa noche no hubiera pensado que en las siguientes horas morirían seis pacientes en ese nivel que estaban conectados para recibir apoyo ventilatorio para respirar; una solicitud de información al IMSS reporta que en total murieron nueve personas ese primer día del huracán dentro del hospital por distintas causas.

El Vicente Guerrero está ubicado en la avenida Ruiz Cortines y fue inaugurado en 1992, en el gobierno priista de Francisco Ruiz Massieu. Está catalogado como un hospital de segundo nivel con 39 consultorios de especialidad y cuenta con 12 quirófanos. La plantilla asciende a dos 2 mil trabajadores de base y confianza.

Ese día también trabajó Carolina, quien en un principio fue asignada al piso 6 de cirugía, que estaba lleno, pero a las 11 de la noche fue trasladada al primer piso, donde están las áreas de Tococirugía, Terapia intensiva, Urgencias y Quirófano.

Una mujer embarazada, casualmente pariente de Carolina, fue trasladada de emergencia de Chilpancingo a Acapulco por un problema de hipertensión, pero la cirugía fue suspendida por los apagones de luz que cada vez eran más continuos.

Charo terminaba de dar el recorrido en el piso 8, el último del hospital, cuando una ventana del módulo 1 de terapia intermedia explotó. La enfermera alzó a la paciente, pero el viento las tumbó y empezó el caos.

La luz se fue y se rompieron otras ventanas, el agua se empezó a meter al hospital y las enfermeras sacaron a los pacientes a los pasillos y otros fueron resguardados en el cuarto séptico. La enfermera de los pacientes de oncología no quería moverlos porque su estado de salud era grave.

Pero la ventana se rompió y un remolino empezó a causar destrozos en el módulo, los colchones salieron volando hacia el exterior, al igual que los medicamentos, los expedientes y las mesas donde colocan la comida.

Los trabajadores les dieron oxígeno a los pacientes de manera manual para sobrevivir, ambuceando con una bolsa reservorio por varias horas y les enseñaron a los familiares para que los relevaran porque era cansado dar respiración manual con la bolsa.

Los pacientes del piso 7 (Traumatología) se pusieron nerviosos después de la primera ventana rota del nivel de arriba. El enfermero Jorge Alfredo Zapata metió a una paciente a un cuarto de materiales médicos porque empezó a llorar al oír la vibración de los cristales.

En el primer piso, Carolina pensaba en su mamá y su hija que estaban en su casa en la unidad habitacional El Coloso. Los familiares que estaban en la sala de espera querían entrar porque tenían miedo de la lluvia y el viento. El temor era que la puerta de Urgencias se quebrara; no sabían, pero la puerta de la entrada principal ya se había quebrado.

El área de Urgencias se empezó a inundar y el agua escurría al sótano. Un señor gritó alterado: “ustedes quieren que nos muéramos afuera”. La jefa de piso sólo permitió la entrada de mujeres, niños y adultos mayores, porque había cuatro mujeres embarazadas y otras cinco se recuperaban de la cesárea.

La jefa de piso les pidió a las enfermeras que limpiaran el área por si llegaba un herido, pero las trabajadoras “como que no estaban ahí”. Estaban en silencio, algunas se quedaron sentadas y otras caminaban de un lado a otro, nerviosas. Eran 25 trabajadores, casi la mitad eran enfermeros y la otra mitad eran médicos.

En el piso 8, el aire acondicionado empezó a expulsar polvo negro y los uniformes impecablemente blanco de las enfermeras se mancharon. Los pacientes ya estaban en los pasillos, una de ellas, que requería apoyo ventilatorio y estaba recostada sobre un colchón en el piso mojada, murió dos horas después.

Las enfermeras amortajaron el cadáver en medio del agua. Su esposo lloraba a un costado de ella y le reclamó a Charo que él ayudó a sacar a los pacientes de los módulos, pero cuando él pidió ayuda para su familiar, nadie le hizo caso.

Los demás pacientes estaban recostados sobre cartones; las enfermeras intentaron quitarles lo mojado con ropa seca y algunas entraron en crisis porque querían irse a sus casas. Le preguntaban a Charo qué hacer y la enfermera sólo les contestó que rezaran. El edificio se cimbraba y ella pensó que iba a colapsar.

El médico de guardia no fue encontrado en toda la noche, un joven de terapia intensiva ayudó a las enfermeras con los pacientes en el piso. Los plafones estaban caídos, los cables colgando y la electricidad iba y venía. Sólo había luz en los módulos, pero no había nadie dentro de ellos, todos estaban en los pasillos resguardándose.

Una mujer embarazada del quinto piso se asustó por el quiebre de las ventanas y se le adelantó el parto, por lo que tuvo que ser introducida a cesárea a las 4 de la mañana, donde estaba Carolina, quien en los momentos más intensos de la noche sólo imploraba a Dios. “Soy muy sensible”, dice con la voz quebrada por los recuerdos a siete meses de distancia de ellos.

Murieron seis pacientes que estaban graves, pero ningún bebé

Además de la cesárea, hubo otro parto en la noche. Las enfermeras bajaron a los bebés que estaban en el quinto piso en sus cunas para llevarlos con sus mamás. Las enfermeras consultadas desmintieron la versión de que murieron bebés por el meteoro del 25 de octubre.

A las 5 de la mañana se apagó completamente la luz, la planta se quedó sin diésel. Todo quedó oscuro, a excepción de la lámpara que quedó encima del recién nacido porque es de batería recargable. Pasaron unos 20 minutos para que regresara la energía eléctrica. No se podía caminar, las enfermeras limpiaron porque todo estaba inundado mientras que sus compañeras de pisos más arriba bajaban llorando.

El piso 8 tenía ese día 78 pacientes, clasificados como delicados, graves y críticos. Charo recibió 11 pacientes con apoyos ventilatorios, de los cuales murieron seis durante la madrugada del 25 de octubre. La mayoría eran adultos mayores en un estado grave y la enfermera piensa que si no hubieran muerto esa noche, tal vez hubieran fallecidos los días posteriores.

Los familiares estaban conscientes de su estado de salud crítico, pero no aceptaban que murieran así y los abrazaban despidiéndose de ellos en medio de la caída de los plafones y el agua. Fueron falleciendo mientras estuvieron aguantando la oxigenación manual que les daban los enfermeros y los pacientes.

La intensidad del huracán descendió, pero la hora más angustiante comenzó en ese momento porque nadie sabía qué hacer y no se podían mover porque las escaleras estaban obstruidas. Los enfermeros estaban lastimados porque les cayeron encima vidrios y plafones, como a Jorge, del piso 7, que no se dio cuenta que le escurría sangre de la frente hasta que le avisó una compañera.

Charo escribió una nota informativa de la hora de la muerte de cada uno de los pacientes, a quienes bajaron cargando por las escaleras. Eran las 5 de la mañana y se empezaron a escuchar los gritos de auxilio del Infonavit Alta Progreso.

Charo ya se quería ir para visitar a su mamá en La Cima y a su esposo en El Coloso. No se pudo ir hasta que llegó el relevo después de las 10 de la mañana. El saqueo del Aurrera que está a un costado ya había comenzado y la enfermera fue por su carro que estaba bajo algunos escombros en el estacionamiento.

En el camino en la avenida Ruiz Cortines se encontró a Carolina y a la jefa de piso. Tuvieron que abrir camino con sus propias manos y “serpentearon” las calles. Charo sufre ansiedad desde entonces y Carolina aún le conmociona observar los edificios dañados.

Los pacientes del piso 8 que sobrevivieron fueron trasladados en helicóptero a otros hospitales, al igual que los heridos que llegaron graves al hospital en las primeras horas tras el paso de Otis.

Después de la emergencia de los primeros días, el Vicente Guerrero volvió a saturarse con pacientes enfermos de dengue y desde entonces, las enfermeras no han parado de trabajar.

Texto y foto: Ramón Gracida Gómez