25 mayo,2024 6:02 am

Narrativa, carisma y economía: blindaje ganador de AMLO

DE NORTE A SUR

 Silber Meza

 

Encuestas y resultados electorales coinciden en que durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador alrededor del 30 por ciento de la población no ha estado de acuerdo con él ni con sus políticas públicas. Y ese porcentaje es duro, férreo y tiene razones que en muchos casos están plenamente justificadas, como el desprecio del presidente a las instituciones no controladas por él, dígase Inai o INE, entre otras; la crítica intensa contra los jueces, magistrados y ministros que votan en contra de sus iniciativas y políticas; su molestia con la libertad de prensa crítica y la existencia de asociaciones civiles que lo revisan y auditan desde sus estructuras ciudadanas, sean éstas de la élite o del pueblo. Ambas son un problema para él.

La militarización negada, pero real y creciente, también ha provocado un choque con sectores que temen que los soldados aumenten aún más su presencia; que después sea casi imposible regresarlos a los cuarteles y retirarles la cartera engordada que les ha fomentado López Obrador.

La disminución de la tendencia de los homicidios que presume el mandatario es real –al menos así tenemos que creerlo mientras no se demuestre lo contrario–, pero esto no significa necesariamente más seguridad: los territorios mexicanos cada vez más están tomados por la criminalidad organizada y hoy en día 75 por ciento del país tiene presencia de alguna célula criminal. Esto se puede comprobar con documentos de la propia Sedena conocidos por los Guacamaya Leaks.

Y qué decir del machacado discurso del presidente contra las clases medias, a las que no ha bajado de hipócritas y aspiracionistas. Es verdad que mucho de ese 30 por ciento que no piensa votar por él ni por su partido, Morena, se halla en las clases medias, quizá por eso el choque.

Pero, a pesar de esto, más de 50 por ciento de la población está de acuerdo con él, dispuesta a votar por la continuidad de su gobierno reflejada en Claudia Sheinbaum Pardo. Claudia tiene sus activos y sus capacidades científicas, políticas y gubernamentales demostradas, sin duda, pero su popularidad está directamente relacionada con la de AMLO. Ella misma lo ha dicho: la gente no solo votará por las candidatas y el candidato, también votará por un proyecto, y el suyo es el mismo del presidente: la llamada Cuarta Transformación. Si la 4T entra en crisis, todos entran en crisis; si la 4T está legitimada, a todos les va bien.

Y como lo he venido diciendo en las columnas anteriores: ha llovido, tronado y relampagueado, y los pronósticos electorales no se han movido: el último resultado de la suma de encuestas Oraculus del 21 de mayo arroja 55 por ciento de preferencia electoral para Claudia Sheinbaum, 33 por ciento para Xóchitl Gálvez y 12 por ciento para Jorge Álvarez Máynez. El único que ha crecido levemente es el abanderado de Movimiento Naranja.

Ante este escenario es obligado buscar las razones que han llevado a que, suceda lo que suceda, la popularidad del presidente AMLO, horcón de en medio del voto de Morena en México, no se desvanezca. Una de ellos, sin duda, es su apoyo a los sectores más pobres a través de entregas de dinero directo, sin intermediarios y con aumentos constantes. Y aquí no sólo es la acción presidencial, sino la defensa de quienes resultan beneficiados. Por primera vez en muchas décadas las clases más bajas se sienten representadas y defendidas por un político, al menos en el discurso.

La mayoría de los apoyos –tal vez todos, y esta es otra razón importante– se dan sin condiciones, lo que hace que la gente los pueda utilizar en libertad.

El aumento al salario mínimo, además, ha sido un reflejo directo en la mejora de los hogares con menos ingresos.

La estabilidad macroeconómica ha resultado beneficiosa porque permite que no se dispare la inflación y que el dinero no se devalúe.

El carisma de López Obrador es innegable. No imagino a otro presidente o presidenta que cometa la aberración de exhibir datos personales de opositores, por ejemplo, y salga ileso. La conferencia mañanera de AMLO le ha servido para consolidar su narrativa de “lo viejo no ha terminado de morir, y lo nuevo no ha terminado de nacer”, lo que le da un bono de tiempo que parece inacabable.

Ese carisma para decir las cosas más incomprensibles en un político profesional combinado con la defensa y dominio de la narrativa y agenda durante las conferencias diarias mañaneras ha logrado que, como él dice, el presidente (y su movimiento político) sean, hasta el momento, indestructibles.