28 noviembre,2023 4:15 am

Neorromanticismo y memoria como recursos novelísticos

 

Federico Vite

 

The only story (Vintage, London, 2019, 213 páginas), de Julian Barnes, está narrada por un hombre mayor que se cuestiona algunos aspectos de la existencia, pero básicamente fundamenta la novela en una pregunta: ¿podrías haber amado más, pero a cambio de eso sufrir más, o amar menos y sufrir menos? Esa es finalmente la pregunta más importante. Paul es el protagonista de la historia y comienza la andanza real de la vida a los diecinueve años. Este personaje, quiera uno o no, se parece mucho a Tony Webster, habitante de The sense of an ending (2010), la novela más conocida y premiada de Barnes; pero Paul, a ratos, parece que nos cuenta sus memorias y hace apreciaciones importantes sobre la vida en los suburbios. La prosa es musical, concisa y elegante. No hay objeción alguna. ¡Qué buen prosista es Barnes! Y la novela se arroja a la naturaleza pantanosa de la memoria, aunque hay cosas que por obvias no se cuentan y eso hecho atrapa aún más porque Barnes compacta la novela, es decir, propone una revisión de los hechos más importantes de su vida y aunque su caballo de batalla sea la memoria, no todo trabaja desde el recuerdo, sino desde lo que no puede recordar. ¿Cómo fue el primer beso del amor más importante en la vida de Paul? No lo recuerda. ¿Eso importa? No, para la novela no.

Paul tiene 19 años, acaba de terminar la universidad y está aburrido, además, claro, está extraviado. Conduce por caminos rurales en un Morris Minor, comprado, como eran los tiempos pasado en Inglaterra, con una beca de estudios. Tiene varios amigos, pero no está muy interesado en rivalizar con ellos, ni está desesperadamente preocupado por el resentimiento hacia sus padres, ni siquiera siente atracción por el sexo. Cuando su madre le sugiere que se una al club de tenis, él acepta amablemente y se hace de nuevos amigos, los “Hugos” y las “Carolines”, prototipos de asistentes al club, con quienes juega tenis para no sentirse más aburrido aún. “Hugos” y “Carolines” son los prototipos de personas que matan el tiempo en un club, porque lo suyo es el chismorreo.

En el club, durante una partida de dobles, literalmente se encuentra con una mujer mayor, atractiva e irónica, Susan Macleod: “Lleva su habitual vestido de tenis y me pregunto si se le desabrocharán los botones verdes. Nunca antes había conocido a nadie como ella”. Paul no se siente avergonzado de jugar como pareja de una de mujer de cuarenta años, atractiva y muy bien conservada. De hecho, la lleva a casa y se embarcan en una atrevida historia de amor que dura décadas. Esa la única historia y, no sobra decirlo, el hito que cambió la vida de Paul.

Paul narra la historia. Su tono es irónico, melancólico y sumamente directo. Cuenta su vida desde los 19 años hasta el final de la relación, doce años después, pero continúa con los hechos y en breves páginas finiquita la tesis que la da título al libro. Susan es un personaje muy atractivo; no flirtea directamente, pero posee eso un imán sexual sin excesos. Hace una vida con un chico de la edad de sus hijas y el esposo, Gordon Macleod, la considera frígida y poco atractiva. El narrador mantiene una constantemente mirada el contexto histórico y especialmente a los arquitectónicos de los años 70. Habla en especial de la manera en la que gastaba el dinero. Yo, como lector, no había reparado en esas distancias: ahora gastamos más; tampoco tenemos un mejor calidad de vida. Habla de sí mismo y se desdobla, logra algunas sentencias como ésta: “Existe el peligro de ser retrospectivamente antiheroico: pretender que uno mismo se ha comportado peor de lo que realmente se comportó puede ser una forma de autovaloración”.

Paul es atravesado por personajes que pueblan su memoria. Brinca al pasado y regresa lentamente al presente; después proyecta la historia a un pasado reciente y le permite al lector disfrutar de este manejo del tempo narrativo. Logra, mediante la valoración de los personajes importantes para el protagonista, contar una historia sin recurrir a dramas familiares. Es decir: las hijas de Susan casi no aparecen y sí, en gran medida, la mejor amiga de Susan: Joan. Más que personaje es un termómetro con el que se mide la madurez de Paul. Tiene grandes conversaciones con Joan cuando él ha dejado de ser un chamaco.

Otro personaje bien trabajado para no caer en melodramas es el esposo de Susan, Gordon Elephant Pants (apodado así por sus enormes boxers). Es un villano jocoso: golfista obeso, violento e intolerante que mastica cebollas antes de las comidas. El conflicto de Paul con él es central, fascinante y dura años; sin embargo, él insiste en hablarnos de él de manera lateral, ocasionalmente, sin un solo momento de furia, a pesar de que él es un golpeador, Paul logra generar una intimidad inusitada con ese tipo, quien literalmente es de otra generación, es un molde viejo de hombres, vigente aún, pero molde viejo a final de cuentas.

Los hilos de la memoria de Paul son fascinantes. El equilibrio entre ternura, ironía y sagacidad narrativa es ejemplar. En especial, el sondeo psicológico del protagonista, quien ve desde los ojos de la memoria todo aquello que le chupó la viuda entera. Cada parte de la única historia real de Paul es en sí una deconstrucción del protagonista de The only story, cada visita al pasado fortifica la certeza de que la vida es literariamente un suspiro.

Cuando Paul presenta a Susan el lector entiende que estamos ante una mujer rica, inteligente e irónica; pero en la segunda parte del libro esa mujer queda reducida a una serie de malas decisiones, círculos viciosos y simplemente ha sido nulificada por el marido, a quien nunca deja.

Hay aspectos estructurales que deben destacarse, Barnes utiliza a Paul para narrar y cuando narra recurre al yo, pero cuando está con Susan se desdobla en una segunda persona del singular (tú). Al final, en la tercera parte, Paul habla de sí mismo en tercera persona (él).  Esto le permite al autor y al lector generar complicidades.

Hacia la parte final del libro, el lector entiende que la apuesta de Barnes es construir una historia de amor, después vaciarla y al final dejarla como si se tratara de alguien que observa una postal fotográfica. El amor, entendido como goce y algarabía, da paso a un cierre de novela melancólico, pero no por ello menos literario. Una de las escenas más atractivas es cuando ellos, Paul y Susan, están en un auto, sostienen la caja de un diafragma que ella se pondrá como método anticonceptivo. Él desestima la vida de sus contemporáneos que tienen familias convencionales y simples trayectorias de vida, porque ellos (Paul y Susan) irradian otro tipo de amor, uno menos romántico y más trivial. Ellos son su propia historia. Y esa historia enmarca un amoroso periodo de vida. Es lo único que tienen.

 

*Como es habitual en este espacio, la traducción de las frases entre comillas es mía.