17 julio,2021 9:59 am

No es visible el trabajo de las mujeres artistas, critica Mónica Mayer, creadora de los tendederos feministas

 

Ciudad de México, 17 de julio de 2021. En las manifestaciones feministas es común encontrar tendederos, donde las mujeres escriben en papel experiencias de acoso, y lo cuelgan con horquillas para que otros las lean. Esa acción tiene origen en el arte y su autora es Mónica Mayer.

La creadora nacida en la Ciudad de México es considerada precursora del arte feminista en Latinoamérica.

La investigadora de arte Andrea Giunta señala en un artículo publicado en 2016 en la revista Artishock que Mayer es la única artista latinoamericana activa desde los años 70 que se identifica con el feminismo artístico.

“Quizá he tenido la constancia de hacerlo. Pero no diría que soy la única”, expresó la artista de 67 años. “Quienes nos dedicamos al arte no vivimos de nuestro trabajo, como mujer artista es más difícil porque hay una cierta invisibilización.

“He tenido la gran ventaja de que me doy cuenta que no es porque sea buena o mala artista sino porque es un problema social. Siempre he trabajado con una red de amigas (historiadoras, funcionarias, artistas) que estamos en esto y nos apoyamos”.

El primer tendedero que realizó Mayer fue en 1978 en el Museo de Arte Moderno en Ciudad de México.

La instalación participativa estaba en la expo Salón 77-78. Nuevas Tendencias, organizada por el escultor Sebastián, su maestro de entonces, y cada artista abordaba distintos aspectos de la ciudad.

“Ya estaba involucrada en el feminismo. La palabra acoso ni siquiera existía en ese momento, estaba perfectamente naturalizado”, contó.

“Planteé una pieza de lo que significaba para mí estar en la Ciudad como mujer y era que me chocaba andar en transporte público, entre el metro, el camión y las manoseadas, el miedo y el acoso sexual que había”.

Para la pieza, la artista salió a la calle a preguntarle a mujeres de diferentes edades, profesiones y clases sociales ‘¿qué detestas de la ciudad?’. Inmediatamente respondían: el tráfico o la contaminación.

“Les decía: ‘¿no te choca que te agarren la nalga en el transporte público?’.’Sí, me molesta mucho’. ¡Pues escríbeme eso! En el museo, las mujeres empezaron a llegar y a escribir, yo ni siquiera planteé que fuera una pieza participativa”, recordó.

“Fue muy lindo porque en cualquier pedacito que encontraban de las hojas rosas escribían su respuesta”.

Un año después, Mayer montó otro tendedero en Santa Fe, California, en el programa Make it safe, organizado por Suzanne Lacy, pionera en el arte socialmente comprometido.

Mayer ha llevado el tendedero acompañado de un taller sobre feminismo a ciudades del país y al extranjero, como en la Trienal de Aichi (2019), en Japón, y en la Kochi-Muziris Biennale (2018), en India.

Y en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM, dentro de su retrospectiva Si tiene dudas… pregunte (2016), el tendedero reunió más de 9 mil respuestas.

De octubre de 2015 a marzo de 2016, el tendedero estuvo en el Museo de Antioquia, en Medellín y la pregunta fue: “¿cuándo fue la primera vez que te acosaron?”.

A la par, en Brasil en 2015, usuarias de redes sociales conversaron sobre su primer acoso con la etiqueta  #PrimeiroAssedio, una conversación replicada en México en el 2016 donde se exponían agresiones desde la infancia.

“Mi versión del tendedero, que es anónima y sin denuncia, es para plantear una situación. Asesoré a muchas mujeres en Morelos, Puebla, a hacer tendederos y en esa época empieza el #MeToo”, relató Mayer sobre el movimiento de denuncia del 2017.

“Las chavas se sienten acompañadas, porque no es fácil, generalmente encuentran rechazo y amenazas fuertes. Si estás en tu facultad, no te sirve tanto el Twitter, sino un tendedero para que se hable de esto.

“Es maravilloso que una pieza mía sirva para estas actividades”.

Proyectos

La primera vez que Mayer escuchó sobre el feminismo fue durante la preparatoria, pero el tema de igualdad le hizo eco durante una charla sobre mujeres artistas impartida por una compañera en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM.

Al final, sus compañeros hicieron comentarios como: ‘las mujeres son menos creativas que los hombres porque a las mujeres se les va la creatividad en la maternidad’.

“Ni siquiera en las clases de Historia del Arte habían mencionado a una sola mujer artista”, evocó. “Entendí que no se trataba de hacer solamente mi trabajo, sino de visibilizar una situación y cambiar la situación social”.

Para 1983 formó con Maris Bustamante el colectivo Polvo de Gallina Negra que estuvo activo hasta 1993. Fue el primer colectivo de arte feminista en México.

En el Hemiciclo a Benito Juárez, en Ciudad de México, hicieron su primer performance “El respeto al derecho del cuerpo ajeno es la paz”. Ahí prepararon una receta para hacerle mal de ojo a los violadores y repartieron la pócima en sobres.

En el transcurso de 1987 y 1988 desarrollaron el megaproyecto ¡MADRES! con varias actividades donde reflexionaban sobre la maternidad y cuestionaban el arquetipo.

Una fue la acción Madre por un día, en la que colocaron un mandil y una panza artificial de embarazo a Guillermo Ochoa mientras conducía su programa Nuestro mundo, en 1987.

Otro gran proyecto es Pinto mi raya, que comenzó junto con Víctor Lerma en 1989 como galería que para 1991 se convirtió en archivo hemerográfico de las artes visuales, con 40 mil críticas de arte y 200 mil notas y entrevistas sobre arte.

El libro Intimidades

Luego de la retrospectiva en el MUAC, la curadora Karen Cordero descubrió la prolífica producción de textos de la artista, desde poemas, críticas, artículos, ponencias, incluso obras de arte en texto, creados en el lapso de cuatro décadas.

Junto con la artista Katnira Bello y la artista de performance Julia Antivilo, Cordero revisó un archivo de más de mil 500 escritos, de los que seleccionaron alrededor de 83 para el libro Intimidades… o no. Arte, vida y feminismo (Editorial Diecisiete).

Fue financiado por más de 200 personas que aportaron a la plataforma de patrocinio público  www.kickstarter.com.

El libro cuesta 450 pesos impreso y se pide en el correo [email protected], y en Amazon, la versión Kindle cuesta 161 pesos.

Tal como la consigna feminista “lo personal es lo político”, para Mónica Mayer su trabajo está entrelazado con la vida.

“Siempre he sido muy abierta con mi historia. Para mí es muy importante hablar siempre en primera persona que me permite situar quién soy y de dónde lo estoy haciendo”, expresó.

Texto: Teresa Martínez / Agencia Reforma