4 mayo,2021 9:19 am

No son graves los daños al Templo Mayor por la granizada de la semana pasada: INAH

Sin embargo, el director Leonardo López Luján advierte que la caída de la estructura muestra la necesidad de que la institución tenga un presupuesto mínimo para atender los sitios arqueológicos

Ciudad de México, 4 de mayo de 2021. Tras la intensa granizada del pasado 28 de abril, una de las joyas arqueológicas mexicanas, el Templo Mayor, sufrió un descalabro que, hasta ahora, ha resultado más aparatoso que dañino, pero que ha revelado la necesidad de destinar mayores recursos al mantenimiento de las estructuras que resguardan el patrimonio.

Con el derrumbe de uno de los techos instalados por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez en 1982, el que guarecía a la Casa de las Águilas de la intemperie, los expertos del INAH trabajan a contrarreloj para resguardar los vestigios comprometidos.

En entrevista vía correo electrónico con Reforma, el director del Proyecto Templo Mayor, el arqueólogo Leonardo López Luján, pondera los daños –por ahora, menores– causados por la caída de la techumbre y explica el porqué del derrumbe de la estructura.

Hace también un llamado a las autoridades culturales: es vital que el INAH reciba el presupuesto mínimo para atender su red de museos y sitios arqueológicos, así como para garantizar contratos dignos para su personal.

–¿Cuál es la situación de los vestigios? ¿Están fuera de peligro por ahora? ¿Hay algún foco rojo de riesgo?

–Los espacios interiores de la Casa de las Águilas, con más de cinco siglos de antigüedad, están decorados con pinturas murales sobre aplanados de tierra y con banquetas policromadas que son extremadamente delicadas. Por fortuna, la manera en que colapsó la cubierta hizo que sólo hubiera impactos en zonas muy puntuales. Los daños son relativamente menores y reversibles.

–¿Se encuentra protegida ya el área comprometida, considerando la posibilidad de más lluvias? De ser así, ¿de qué forma?

–Nuestros especialistas han laborado mañana, tarde y noche apuntalando la cubierta y protegiendo pisos, banquetas y muros con triplay, ethafoam y polietileno, con el fin de mitigar eventuales impactos durante el desarmado de la cubierta, así como el contacto de los vestigios con la lluvia y los rayos solares.

–Hasta donde pueda saberse, ¿por qué la cubierta moderna se vino abajo con esta granizada en particular, habiendo aguantado otras anteriormente? ¿Fue atípica esta tromba?

–Se trata de una conjunción de factores. Por un lado, sufrimos una tromba excepcional. El problema con el granizo es que se acumula muy rápidamente, genera enormes cargas y sólo se drena conforme se derrite. Por el otro, las cubiertas fueron construidas escrupulosamente con pocos apoyos estructurales y muy extensos claros, debido a que se encuentran sobre vestigios arqueológicos muy delicados que, para colmo, yacen sobre un subsuelo lacustre inestable y sometido a asentamientos constantes.

–¿Considera que las techumbres se encontraban con un adecuado estado de conservación y recibieron el mantenimiento suficiente? ¿No ha resentido los recortes presupuestales?

–Nuestro país nunca se ha distinguido por una “cultura del mantenimiento”. Los tomadores de decisiones casi siempre han vivido en el inmediatismo y la respuesta coyuntural, descuidando cualquier perspectiva visionaria y estrategia a largo plazo. En ese sentido, son aleccionadoras tragedias, como el incendio del Museo Nacional de Brasil, que han dejado la moraleja, usando la paráfrasis, de que no puede haber patrimonio cultural rico con mantenimiento pobre.

Por ello, es apremiante que al INAH le sea asignado un presupuesto mínimo para atender la infraestructura de 162 museos y 193 zonas arqueológicas abiertas al público. No podremos cumplir nuestra noble misión sin recursos suficientes ni personal especializado que tenga contratos laborales dignos.

Texto: Francisco Morales V. / Agencia Reforma