La muestra Obertura, de Gabriel O’Shea, se inaugura la próxima semana en Madrid
Ciudad de México, 10 de enero de 2025. En este mundo hiperconectado y acaso cada vez más dependiente de la tecnología, ¿en dónde queda la frontera entre la carne y la máquina?
Los cráneos atravesados por circuitos y metales que el artista Gabriel O’Shea (Metepec, 1998) pintó para la exposición Obertura, a inaugurarse el 16 de enero en la sede madrileña de la galería Hilario Galguera, refieren un inquietante rediseño de lo humano donde dicha frontera es ya indistinguible.
“Obertura es un ‘preludio’ visual hacia un futuro donde la tecnología y la humanidad se entrelazan de formas complejas y tal vez irreversibles”, cuenta en entrevista el creador multidisciplinario.
“Cada pintura funciona como un portal sicológico que explora la fragilidad del cuerpo humano frente a la intervención tecnológica”.
A lo largo del año pasado, O’Shea creó específicamente para esta muestra la serie de óleos sobre madera y lienzo con un “singular tono ciber-gótico”, como califica su visión el crítico español Fernando Castro Flórez en el texto curatorial, y que parecieran situarse a un paso del infierno cenobita concebido por el británico Clive Barker.
Un trabajo que da continuidad a esas inquietudes que nutrieron su anterior exposición individual en la sede capitalina de Galguera, Preludio, acerca de la pérdida de introspección en la sociedad de hoy, con la tecnología ocupando el lugar que antes tenía la espiritualidad o la religión. (Reforma, 5/05/2023)
“Estas piezas no sólo reflexionan sobre esa ausencia, sino también sobre las consecuencias de la desconexión con nosotros mismos. El uso de referencias médicas –como en los títulos de las obras– refuerza la idea de que nos estamos reduciendo a catálogos, perdiendo nuestra esencia en el proceso”, sostiene O’Shea, quien reconoce que el carácter sombrío de su arte se ha intensificado.
“Es debido a la rapidez con la que las tecnologías están transformando nuestras vidas; esto me ha generado una sensación de urgencia por capturar estos cambios y sus implicaciones antes de que se vuelvan irreversibles”, dice el artista, cuyo proceso creativo es “intenso y agotador, pero también profundamente catártico”.
Al igual que con esa distopía digital donde plasmó templos en llamas y pantallas como soportes vitales –Polifonía (Quo Vadis)–, el mexiquense de nuevo se valió de la inteligencia artificial (IA) generativa, aunque esta vez, precisa, “más como un detonante que como un fin”.
“En estas piezas, la IA me sirvió como punto de partida para generar imágenes, creadas a partir de prompts y de un archivo gigante de imágenes que he coleccionado a lo largo del tiempo, que luego fueron reinterpretadas y transformadas en pinturas mediante técnicas tradicionales.
“Me interesa bastante la tensión que se crea entre lo digital y lo artesanal”, añade.
Aunado a ello, el cuero traslúcido que envuelve algunas de las piezas, distorsionando la percepción de las mismas, propicia cuestionamientos sobre la técnica y el vínculo con lo real; “las piezas también nos plantean preguntas sobre cómo procesamos la realidad cuando dispositivos externos reescriben nuestra experiencia sensorial”, detalla O’Shea.
Por último, la oportunidad de tener su primera exposición individual de pintura en Europa resulta un momento significativo y emocionante para el artista, quien lo define como un punto de encuentro entre su visión contemporánea y el legado clásico de Europa.
Y es que, luego de un año formándose en la Escuela de Arte en Barcelona, O’Shea partió en busca de nuevas técnicas.
Su regreso a España como un creador que va afianzando su carrera aún en ciernes le representa continuidad y evolución.
“Mi paso por Barcelona en 2018 marcó un momento importante en mi desarrollo técnico del dibujo, y regresar con una muestra que mezcla técnicas tradicionales con procesos digitales es una forma de conectar esas experiencias, y al mismo tiempo es un recordatorio de cómo mi práctica se nutre tanto de lo clásico como de lo contemporáneo”.
Obertura permanecerá abierta al público cerca de un mes en el espacio ubicado en Dr. Fourquet 12, en el epicentro artístico de Madrid. Por ahora no hay planes para mostrar esas piezas en México, pero una pintura similar podrá verse en el espacio de Galguera en la próxima edición de Zona Maco, que inicia el 5 de febrero.
“Lo que también me emociona contarles es que durante la Semana del Arte, si todo sale como espero, tendré un performance presentando Debris, mi primer álbum de música experimental, en el cual llevo trabajando más de un año”, adelanta.
Inteligencia artificial, riesgos y beneficios
O’Shea, quien lejos de engancharse en debates ha optado por explorar y explotar el uso de la IA en su quehacer artístico, percibe que su relación con tal herramienta ha madurado.
“La veo como un colaborador silencioso que me aporta nuevas perspectivas. Pero el corazón de mi obra sigue estando en las decisiones humanas: cómo interpreto, modifico y recontextualizo lo que surge de estas herramientas.
“No me preocupa tanto cómo influye en la percepción de mí como creador porque, al final, lo importante para mí es la calidad y el impacto de la obra final”.
Sobre el papel que esta tecnología estaría jugando en la debacle de un mundo cada vez más guiado por algoritmos que por el pensamiento propio, O’Shea opina: “La IA es un reflejo de nuestras capacidades y limitaciones como sociedad; puede amplificar lo mejor y lo peor de nosotros.
“Estoy de acuerdo en que hay un riesgo de dependencia excesiva que puede atrofiar ciertas capacidades humanas, pero también creo que el problema no es la IA en sí, sino cómo la integramos en nuestras vidas”, pondera.
“En un mundo que ya enfrenta tantas crisis, podría ser una herramienta de expansión o un catalizador para la desconexión, dependiendo de cómo la utilicemos”.
Texto: Israel Sánchez / Agencia Reforma