17 junio,2023 5:19 am

Padres, padres

Amerizaje 

Ana Cecilia Terrazas

Para JATL

 

Este junio de 2023, como pareciera ocurre desde hace todos los junios, se celebra el Día del Padre en México. Uno de los textos más recientes y redondos sobre ese tema del padre es el libro de Juan Villoro publicado por Random House, La figura del mundo. Aquí algunas entradas para comentar sobre los padres.

El padre de Juan Villoro. El autor se embarca en una nave escritural en busca de su padre, el famoso y ya fallecido filósofo zapatista, Luis Villoro Toranzo. Sin dejar de insistir cuan poco cercano le fue siendo durante casi toda su vida, el copilotaje narrativo de este hijo (integrante como también lo fue su progenitor de El Colegio Nacional) se logra, según deja ver, gracias a la relatoría amable de su madre, Estela Ruiz Milán; a los partidos de futbol que compartió con él durante la infancia; a las anécdotas y cuentos reporteados; a los textos del padre leídos a profundidad; a las preguntas arrojadas a su contexto, gente y a su propio universo reflexivo, subconsciente, consciente.

El saldo de esa figura del mundo, el don Luis Villoro de Juan Villoro, es uno apologético, aunque nunca fuese esa la meta o el objetivo del autor. Cualquier lector o lectora del libro guardará para sí la imagen de ese padre cultísimo que abraza sus inconsistencias para resolverlas en vida, con absoluta voluntad de congruencia. El magnífico e íntimo ejercicio de autoindagación en este título alude –quizá sin quererlo– a un entramado filosófico por triple partida: hace un examen de la vida del filósofo bajo la mirada filosófica del hijo; arroja luces sobre cómo Luis Villoro pone su propia vida bajo la lupa filosófica y, motiva al lector o lectora –como indicaba Sócrates al señalar que “una vida no examinada no valía la pena ser vivida”– a realizar un repaso fino y crítico de los niveles de congruencia con los que se anda o se debe andar por el mundo.

La vida de Luis Villoro trenzada capítulo a capítulo con la ligereza, hondura, simpatía e increíble pluma del hijo, resulta un amenísimo repaso de la historia reciente, presente, de México en sus pulsiones relevantes.

Los padres literarios más próximos. En estas latitudes tenemos a la mano, en la cabeza, al Pedro Páramo de Juan Rulfo; en el poema de Algo sobre la muerte del Mayor Sabines, al padre de nuestro Jaime Sabines; las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique desde nuestras tareas preparatorianas y, de alguna manera más simbólica, política y latinoamericanamente amplia, El otoño de patriarca, de Gabriel García Márquez.

Demasiado padre, no padre. Logan Roy, personaje ficticio de la serie Sucesión (Succession en inglés), inspirado tal vez en el magnate de los medios informativos Rupert Murdoch, tiene mucho de las figuras no padres de los padres que impactan a la humanidad. Ese maltrato y descrédito desde el pináculo del poder hacia los vástagos que siempre querrán el reconocimiento, pero que nunca podrán alcanzar, rendir o satisfacer lo que se esperaría de ellos. Es esa general y universal sensación de insuficiencia, prepotencia, predominio, discriminación del padre, de los padres, lo que hizo probablemente empatía con millones de televidentes seguidores de la última temporada que terminó hace unas semanas.

Padre huella y ausencia. En México la psicocomunidad explorada por José Cueli y Carlos Biro atribuía –en voz de este último– a la falta de padre y exceso de madre la mayoría de los conflictos en el desarrollo integral de las personas y comunidades en el país. Parte del trabajo de salud mental que sostenía ese par de psicólogos sociales tenía que ver con lograr desvirtuar esos roles y estereotipos de padre ausente frente a una madre chantajista, para descolocar y recolocar la forma en la que nos relacionamos con la amabilidad, el afecto, el cuidado.

Padre propio. Los padres, por lo menos los del siglo pasado, casi nunca fueron personajes todo terreno. Se ocupaban de manera fragmentada de la familia cuando lo hacían; acaso velaban por la proveeduría económica desentendiéndose del vínculo cariñoso cotidiano. Tener un padre (que tuvo a su vez una larga ausencia de padre durante su infancia) que a pesar de haber heredado completos los estereotipos de una cultura patriarcal y machista, haya podido hacerse cargo de una reconciliación con la ternura, así como jamás claudicar a sus compromisos de cuidados, responsabilidades y protección familiar, es un privilegio indecible, inenarrable, inexpresable, que solamente se puede agradecer mucho y todos los días.