Ciudad de México, 18 de junio 2023. Cuando se habla de los grupos de personas que buscan a familiares desaparecidos, es común imaginarse a mujeres andando por zonas despobladas con palas, picos o varillas. José Raúl Servín García es una excepción.
Él es el único hombre del colectivo Madres Buscadoras de Jalisco que, además de compartir el dolor de no saber el paradero de un ser querido, está presente en los trabajos de campo.
Su hijo Raúl Servín Galván fue visto por última vez el 10 de abril de 2018 en Tlajomulco, cuando tenía 20 años.
“Hacemos búsqueda de campo, en fosas o en casas abandonadas; somos de los colectivos que hacemos más búsquedas de campo”, contó José Raúl, quien es mesero, pero en sus ratos libres rastrea fosas.
En total tiene seis hijos, incluyendo a Raúl.
El colectivo está conformado principalmente por mujeres. Aunque hay otros varones aparte de José Raúl, ellos no tienen a parientes desaparecidos.
Según sus cuentas, desde el año pasado, cuando se unió a las búsquedas de campo, ha localizado cerca de 115 bolsas con restos humanos.
“Mi trabajo me lo permite ya que mis eventos por lo regular son los fines de semana, entonces a mí se me acomoda de lunes a miércoles o de lunes a jueves hacer las búsquedas de campo o ir a Ciencias Forenses para ver lo de los cuerpos que han ingresado, o a veces hacemos búsquedas en vida en centros de rehabilitación.
“Este colectivo de Madres Buscadoras está compuesto por alrededor de 300 personas, aunque no acuden todas, por lo regular acuden unas 15 personas (a las búsquedas), pero el único hombre que busca a su hijo soy yo”.
El padre lamentó que sean pocos los varones que integran a los colectivos o las búsquedas, aunque entiende que sus actividades podrían impedírselo.
“Yo he estado haciendo comunicado a los padres porque ocupamos las manos de los hombres porque, pues, realmente nosotros tenemos más fuerza física que ellas y podemos ayudar.
“Las mujeres son muy buenas para escarbar, mis respetos, pero sí hacen falta más hombres para hacer estas búsquedas”.
José Raúl dice que antes estuvo en varios colectivos, pero no hacían búsquedas de campo y era lo que él necesitaba.
“Yo tengo presente que, encontrando a mi hijo, yo quiero continuar ayudando a las demás personas porque sé el dolor que traen, sé el dolor que sienten, como el mío, que, a lo mejor, el de uno como hombre es más difícil expresarlo.
“Yo siento la necesidad de seguir apoyando porque el trabajo es pesadísimo. Yo me puse como meta no parar en la búsqueda, aunque encuentre a mi hijo”.
El hombre reconoce que siente dolor, pero no miedo.
“A mí me da temor por las personas que me acompañan, pero realmente yo no siento temor de nada; yo, la verdad, desde que me quitaron a mi hijo perdí el miedo absolutamente”.
Texto y fotos: Agencia Reforma