5 enero,2018 8:50 am

Pierde Acapulco otro personaje importante con la muerte de Rosa Rojas Mondragón, dicen

Acapulco, Guerrero, 5 de enero de 2018. Con la partida de Rosa Rojas Mondragón el 26 de diciembre del año pasado se fue otro personaje importante del viejo Acapulco, del Acapulco glorioso, el del glamour y del turista extranjero, aceptó su hijo Guido Rentería Rojas.

Actriz de cine y televisión, incluso stunt woman, empresaria y defensora de la isla de La Roqueta, nació en la Ciudad de México un 24 de septiembre de 1941, recordó en entrevista en un restaurante de la avenida Costera y en la que ofreció apenas unos destellos significativos sobre su madre.

Opereta, zarzuela, teatro con obras tan disímbolas como Ana Frank o La prostituta respetuosa y hasta películas como Chicas de Acapulco, algunas muestras de esa etapa como actriz, resaltó.

Hija de un inmigrante cubano que llegó a Veracruz y se convirtió en hacendado, “mi madre se crió en un rancho con el esfuerzo de mis abuelos; le enseñaron a nadar a ordeñar vacas, en medio de un río donde no había luz, había quinqués, nació en un ambiente libre donde la dejaron que pudiera ser de un carácter con iniciativa”.

Posteriormente y por azahares del destino viajaron a Monterrey, donde Rosa María, de unos 10 u 11 años de edad, descubrió su gusto por la actuación gracias a María Tereza y Alicia Montoya (madre e hija), parientes suyas e íconos del teatro de la época.

“Ya entonces mi mamá empieza a hacer papelitos hasta que la mandan a llamar de la Ciudad de México para hacer un casting y luego una obra de teatro: El diario de Ana Frank”.

Con una belleza que llamaba la atención en cada obra que se montaba en Monterrey o la Ciudad de México se enamora del dramaturgo regiomontano Humberto Robles Arenas y se casa con sólo 17 años. Él sería 30 años mayor.

Los años pasan rápido, y a Robles Arenas de inmediato lo nombran como delegado cultural del ISSSTE para Acapulco quien acompañado de su ahora esposa se van a tener un segundo contacto con el puerto (antes a los 15 años vino de vacaciones).

“Viene a Acapulco (a mediados de los años 50) como maestra de acondicionamiento físico y teatro”, recordó, y tuvo la oportunidad de poner en práctica sus dotes de negociante que le servirían más adelante subarrendado deslizadores.

“Conoce por primera vez el restaurante Palao y a mi papá (Francisco Rentería) casada con Humberto por ahí del 58, mientras él, casado con una canadiense que venía cada seis meses”.

Fue años después que regresando a Acapulco se reencontraría con Francisco Rentería, gracias a la intervención de Germán Valdéz Tin Tán, quedándose en el puerto para siempre.

Mientras Rosa María se había separado del dramaturgo que partió hacia Europa, Francisco había hecho lo propio con su entonces mujer.

 

La empresaria de Acapulco

Rosas Mondragón, recordó su hijo, siempre tuvo la habilidad para los negocios, el orden y la administración fue lo suyo (ya había trabajado en su infancia atendiendo un hotelito durante su paso por Monterrey) y desde que se casó con Francisco Rentería fungió como brazo administrativo de los incipientes negocios encabezados por el restaurante Palao donde incluso vivieron de fijo por unos meses.

Posteriormente, habrían de cambiar su residencia a Mozimba, con el nacimiento de su primer hijo, Francisco, y ya para el segundo, Guido, iniciarían su vida en lo que sería su residencia definitiva en Altomonte, en Las Playas.

Pero al morir Francisco padre en 1982, ella se hace cargo de todos los negocios coincidiendo con el último boom del puerto en los 80 (luego contraería nuevas nupcias con Ibrain, su último esposo).

“En ese momento que mamá fue cabeza de la familia hizo boom Acapulco; eran largas filas de personas, te dabas el gusto de decir que ya no hay espacio, sacábamos tres cuatro embarcaciones hacia el Palao, te habló de 200 ó 300 personas por viaje, te habló de una bonanza impresionante”.

Tanto así, que en la segunda parte de los 80 decide traer desde Cuba un espectáculo del cabaret Tropicana y abriendo para ello al restaurante por las noches.

La defensa de La Roqueta

Otra de sus facetas de fue la de defensora de la ecología, principalmente de la isla de La Roqueta donde tenía su negocio.

Con la colaboración de otra defensora de la naturaleza, Robin Sidney, luchó por muchos años para que la isla fuera considerada parque nacional y protegido por las leyes.

Fue con José López Portillo en 1982, ya muerto el señor Francisco Rentería, que se decretó parque nacional a la isla evitando con ello la invasión de negocios y dejando únicamente a los pocos ya establecidos previo al decreto.

No obstante, los problemas aparecieron, relató Rentería Rojas, pues así como llegó el turismo de los años 80 llegó el desorden: más turistas, más lanchas, más basura, más ambiciones.

“Te hablo de 1994, cuando hay interés de un empresario local de explotar Las Palmitas (una de las playas protegidas) pero entre ellas (las señoras Rosas y Sidney) hacen que se una la comunidad en general, crean una asociación con el apoyo de gente importante de Acapulco llevándolas a lograr la cancelación de diversos proyectos que no eran sustentables”.

Además, recordó, La Roqueta también es un baluarte histórico pues fue parte de la lucha de Independencia de México “cuando el 8 de junio de 1813 es tomada por Pablo y Hermenegildo Galeana por órdenes de Morelos”, recuperándola así de la mano de un destacamento realista de unos 50 hombres.

 

Hoy, el novenario

Rosa María Rojas Mondragón finalmente murió el 26 de diciembre de 2017 luego de dos meses afectada de su salud y “mañana (hoy) es la misa del novenario y su última voluntad era que la cremaran y depositaran sus cenizas en el mar, frente al Palao”.

Así, añadió Rentería Rojas, “nosotros como familia le vamos a ofrecer una misa, viernes 5 a las 7 de la noche en la iglesia de la Soledad y de ahí, el domingo 7 como a las 5 de la tarde llevaremos sus cenizas en una pequeña caravana náutica a la Roqueta Palao y ahí con un buzo vamos a sumergir sus cenizas a medio mar y ahí, abrir la urna para que puedan esparcirse en la corriente marina”.

Ambas actividades, abiertas al público, “pues mi madre fue muy reconocida por la gente y muy querida (…) Se va así ese gran personaje que le dedicó a Acapulco 60 años de su vida” y que en su vocabulario el No puedo no existió, añadió.

 

Texto: Óscar Ricardo Muñoz Cano/ Foto: Cortesía de Guido Rentería.