23 enero,2023 5:41 am

Poesía guerrerense

no usar ya

Florencio Salazar

 

No puedo / sin la vida vivir, / sin el hombre ser hombre.

Pablo Neruda

El poeta Pedro Serrano, chilpancingueño nacido en Canadá, es autor de una obra significativa: La construcción del poeta moderno (de T. S. Elliot a Octavio Paz), Gabriel, Parachoques, y más títulos. Ha sido director de la Revista de Literatura de la UNAM. Con él impulsé el festival de poesía El Avispero.  En 2018, 2029 y 2020 Chilpancingo escuchó  a poetas nacionales y extranjeros. Lamentablemente se atravesó el Covid y ya no se pudo continuar con ese convivio lírico que, con el apoyo de Olivia Hidalgo, ya había llegado a los barrios y estaba en ruta de convertirse en parte de nuestro patrimonio cultural.

Desde Arcadia Centro Cultural los citados estamos interesados en reimpulsar El Avispero este año. Guerrero necesita actividades sostenidas que contribuyan a ampliar nuestro horizonte cultural; abrir todos los foros para hacerlos represas y vertederos de todas las aguas. El género lírico es el más popular y al mismo tiempo el menos leído. No hay contradicción: mucho se habla de la poesía pero poco es leída. La novela vende más. Se pueden agotar millones de ejemplares en meses, como es el caso de El infinito en un junco de Irene Vallejo o la Trilogía del siglo de Kent Follett. El Nobel chileno Pablo Neruda, considerado como el mayor poeta del mundo y su Poema 20 el más leído de todos los tiempos (Wikipedia),  no alcanzó el éxito económico de los narradores.

En 1997 encargué al escritor José Gómez Sandoval –premio nacional de cuento del IPN–, la elaboración de una antología poética guerrerense (acreditada, así lo solicité, al Gobierno del Estado; yo era coordinador de la LV Legislatura local). El resultado es Yo vengo de una tierra de montañas (Poesía guerrerense de Altamirano a Villela). Son 37 poetas, menciono a algunos: Rubén Mora Gutiérrez, Celedonio Serrano Martínez, Isaac Palacios Martínez, Marcial Ríos Valencia, Catalina Pastrana (única mujer de la antología), Lamberto Alarcón, Juan García Jiménez, Alejandro Gómez Maganda, Manuel S. Leyva Martínez, Raúl y Juan Pablo Leyva y Córdoba, Agripino Hernández Avelar, Juan Alarcón Hernández y Arturo Nava Díaz.

Dos años después, en 1999, con motivo de la celebración de los 150 años de la erección del Estado de Guerrero, como secretario ejecutivo de la Comisión Organizadora de los festejos (por mi condición de secretario general de Gobierno), nuevamente requerí del talento de Gómez Sandoval: otra antología poética, ahora contemporánea. Surgió Ríos interiores que, junto al anterior volumen, sin querer queriendo, integra una antología completa hasta esa fecha. En la publicación hay obra de 43 poetas de los cuales ocho son mujeres. Entre otros: Alejandra Cárdenas, Victoria Enríquez, Isaías Alanís, José Villanueva Núñez, Rafael Ricardo Klimek, Angélica Gutiérrez y Salgado, Liliana Huicochea, Luis Raúl Leyva, Óscar Basave, Noé Blancas y Carlos Ortiz.

En la nota introductoria de Yo vengo…, señala Gómez Sandoval: “Presumiblemente, corrí, al revés, tras la raíz de una supuesta tradición, que vendría de Ignacio Manuel Altamirano a su más dilecto receptor: Rubén Mora Gutiérrez y se prolongaría hasta la actualidad en la obra de Manuel S. Leyva Martínez y en el gusto popular, sin soslayar su rezago –más bien apuntalándolo con datos elementales del atraso histórico de la entidad– en el panorama de la poesía mexicana, que a su vez (dijo Reyes) “llegó tarde al banquete de la cultura universal”.

Gómez Sandoval se pregunta si hay tradición poética guerrerense y, si la hay, porqué no sobresale después de Altamirano. Él encuentra dos posibilidades: “Guerrero no es un vertedero de poetas” o “aquí no hay tradición, poesía ni poetas”. Él antologador asume que las grandes oposiciones son: “Guerrero tierra de héroes y mártires, semilla de valientes, pilar de las luchas libertarias, región indómita, pueblo ingobernable, cabuz del desarrollo, riqueza potencial de la patria, vergel florido…” Con mirada certera pone el dedo donde duele.

“La tradición –afirma Stefan Zweig– es una muralla de piedra hecha de pasados que rodean el presente: quien quiere ir hacia el futuro tiene que saltarla, pues la Naturaleza no tolera altos en el camino del conocimiento”. Estamos amurallados en tanto sólo importa la cultura como la expresión del folklor y las tradiciones.  Señala el mismo escritor austriaco: “No son los psicólogos ni los científicos quienes conocen en toda la profundidad del alma moderna, sino los poetas que no saben de medidas ni fronteras”. Son los que conducen a la modernidad.

La poesía abre la oportunidad de enriquecer el lenguaje, la comunicación y la imaginación.  Puesto que el “El poema se tiene como modelo acabado de lo que entendemos por literatura” (Garrido Gallardo), es necesario estimular su expresión y hacerlo clave del entendimiento. La poesía eleva al ser humano. Lo coloca fuera de sí mismo para observarse como se  observa a otra persona desde el quirófano. Y esa oportunidad,  tras el aluvión de dudas e incertidumbre,  puede crear la plataforma para los jóvenes poetas –varios incluidos por el autor como “semillas” de modo que no cesen de romper con el canto criollo y procedan a la creación de un nuevo orden en la lírica guerrerense.

Por eso y más, es necesario reponer el festival de poesía El Avispero en Chilpancingo.