5 agosto,2020 5:29 am

Por qué el acuerdo de renegociación de la deuda Argentina es histórico  

Gaspard Estrada

 

El pasado martes el presidente Alberto Fernández anunció un hecho histórico: después de meses de negociaciones, su gobierno y los acreedores privados llegaron a un acuerdo para reestructurar la deuda soberana de ese país. Si bien no se trata del final del proceso de renegociación –el acuerdo se logró con los tres principales bonistas del país, que representan poco más del 20 por ciento del total de los préstamos acordados por el sector bancario internacional– es sin duda la mejor noticia que ha obtenido el inquilino de la Casa Rosada desde su llegada al poder el 10 de diciembre del año pasado.

En efecto, al acordar las condiciones de la renegociación de la deuda soberana con el sector privado más reacio a conceder beneficios al país, Buenos Aires está en condiciones de extender los términos del acuerdo a todos los bonistas privados, y más adelante, con los accionistas del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Durante el gobierno de Néstor Kirchner –en el cual Alberto Fernández fungía como jefe de gabinete del presidente–, la falta de un acuerdo total con los acreedores privados provocó que ese país no tuviera acceso a los mercados internacionales de capital para refinanciar su deuda, lo que complicó la tarea del gobierno de Cristina Kirchner (en particular durante su segundo mandato).

Durante años, uno grupo de fondos “buitres” intentó sacar provecho de esta situación para desangrar las arcas públicas de Argentina. Si los Kirchner no aceptaron este chantaje, Mauricio Macri hizo del regreso de Argentina a los mercados financieros internacionales la pieza angular de su presidencia. Con el beneplácito de Estados Unidos, de la Unión Europea y de buena parte de los mercados financieros internacionales, el gobierno de Macri comenzó a endeudarse a raudales para financiar el déficit público, y buena parte del gasto corriente del Estado. En ese entonces, los mercados financieros decían que esta política económica permitiría a ese país evitar un choque recesivo, a pesar de la severa cura de austeridad impuesta por el ministro de Economía de aquel entonces, Nicolas Dujovne.

Pero la realidad fue diferente. La economía argentina continuó en recesión. Los salarios siguieron disminuyendo. La pobreza aumentó, y la deuda se volvió impagable. De tal suerte que el cuento de hadas vendido por Mauricio Macri y los mercados financieros terminó volviéndose una pesadilla. Fue justamente para salir de esta pesadilla que Alberto Fernández fue elegido como presidente. Para él, era indispensable conseguir este acuerdo, para darle un norte político, económico –y por ende, social– a su gestión. Su premisa siempre fue clara: Argentina está dispuesta a pagar, pero no en las condiciones impuestas por los mercados hasta ese momento. Y después de meses de estira y afloja con los bancos y fondos de inversión, su apuesta fue victoriosa: se trata de la mayor restructuración de deuda soberana en el mundo en décadas.

Queda claro que falta mucho por hacer todavía. La renegociación de la deuda con el resto de los acreedores privados y con el FMI va a durar. Pero las bases de un acuerdo con todas las partes ya están dadas. Ahora, lo que tiene que hacer el gobierno es aprovechar los recursos generados por la restructuración para invertirlo no en gasto corriente, sino en proyectos productivos que permitan relanzar la economía y el consumo.

Está claro que, después de cuatro meses y medio de cuarentena obligatoria, los indicadores económicos del país están por los suelos. La sociedad está cansada de estar encerrada tanto tiempo. Pero, gracias al número reducido de muertos y de personas infectadas por el Covid-19 en comparación con otros países, Argentina está bien preparada para salir del confinamiento y relanzar su economía. Todo depende de las medidas que adopte el jefe del Ejecutivo argentino, que gracias a su manejo responsable y prudente de la crisis sanitaria y económica, mantiene elevadas tasas de aprobación, inclusive dentro del electorado que no votó por él, el año pasado.

Se puede decir entonces que el 4 de agosto del 2020, comenzó realmente el gobierno de Alberto Fernández. Es una buena noticia para América Latina.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París

 

Twitter: @Gaspard_Estrada