31 agosto,2019 4:58 am

¿Prosperidad sin crecimiento?

Ruta de Fuga
Andrés Juárez
 
“No tienen para comer, pero ya tienen aprobado el matrimonio igualitario”. Con una frase similar sentenciaban en redes sociales la aprobación en Oaxaca del matrimonio entre personas del mismo sexo. Hay un montón de temas que se pueden derivar de este tipo de comentarios. Por ejemplo, el dejo de desprecio por el sur, pues les han hecho creer que es una carga para los estados con un crecimiento económico considerado adecuado. ¿En Oaxaca no tenemos para comer? Depende de quién se trate, como en el resto del país. Hasta en Aguascalientes, cuyo crecimiento del PIB es el más grande del país, hay pobreza extrema. No se trata de negar el retraso del sur en términos económicos, pero tampoco se vale omitir aspectos de la prosperidad que el sur nos ha regalado. ¿No se coloca una sociedad un poco adelante del resto cuando es más respetuosa –y reconoce en términos legales– de la diversidad? ¿Una sociedad más abierta a la diversidad no se dispone a detonar procesos de bienestar más allá de la acumulación y el consumo?
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho que no le importa mucho el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) porque la gente está feliz, feliz, feliz. Lo dijo basándose en los resultados de la encuesta del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi) sobre la percepción de bienestar. Se le ha condenado públicamente por hacerlo, porque para muchos políticos y tecnócratas tomar decisiones que no estén basadas en el crecimiento del PIB es inconcebible. Por supuesto, ninguno de ellos se siente cómodo al cuestionar si este crecimiento del PIB conlleva reparto equitativo de la riqueza. Mucho menos si este PIB toma en cuenta trabajos existentes como el mantenimiento del medio ambiente o las labores domésticas. Se refugian en conocer simplemente la división del PIB entre el número de personas que habitan el país, como si todos y cada uno de nosotros recibiera esa rebanada de pastel imaginaria.
Desde la economía ecológica se ha impulsado durante muchos años el estimar el bienestar más allá del crecimiento del PIB. Podría ser un buen momento para levantarse a aplaudirle al presidente. Si embargo, no se ven muchas razones para hacerlo. El estancamiento de la economía en términos del PIB no responde a un Estado que pone las condiciones para que la población alcance su mayor florecimiento más allá del consumo y la productividad, sino a una vulgar falta de inversión pública y privada. La primera provocada por la renovación y el cambio de régimen –que pasa por la centralización de las decisiones–; y la segunda, por la desconfianza ante decisiones fallidas, como la cancelación de proyectos que genera incertidumbre entre los inversionistas.
No existe aun un Estado que se proponga romper el paradigma del crecimiento. Pensar la economía más allá no significa conformarse con un crecimiento cero; más bien, significa que cada habitante del país tenga la oportunidad de florecer dentro de los límites ecológicos, y esto atraviesa temas torales como salud –vivir rodeado de aire, agua y ecosistemas sanos–, alimentación –acceso a alimentos locales libres de venenos y producidos con el menor impacto posible al sistema climático global–, educación –que cada persona pueda ser lo que guste sin tener que endeudarse de por vida para conseguirlo, y aquí se incluye la posibilidad de elegir con quién vivir y a quién amar–, movilidad –trasladarse dentro de un territorio sin temor a perder la vida–. No parece que México vaya en la ruta de lograr esta prosperidad en las comunidades. Al menos no por las condiciones proporcionadas por el Estado. Entonces no podemos hablar de que el crecimiento cero se deba a que estemos orientados a asegurar el bienestar sino más bien a un error de gobierno.
La parte central de lo que entendemos como desarrollo sigue siendo el consumo y la deuda, la formación de individuos hedonistas y egoístas. La economía sigue basada en la vergüenza de no poder comprar. Por eso resulta tan escandaloso que no se estén generando la cantidad de empleos remunerados que permitan incrementar el consumo, pagar deudas y mejorar la productividad. Mientras este enfoque no sea cambiado como política de Estado, éste no podrá seguir diciendo que el crecimiento del PIB no importa porque la gente está feliz feliz feliz.
Desde hace años, Oaxaca viene dando lecciones de vida comunitaria, de empresas forestales comunitarias que son ejemplo mundial, de economía colaborativa basada en la cooperación y el tequio, una fiesta dinamizadora de la economía local y la comunión. Desde Oaxaca ha salido la comunalidad. Oaxaca ahora nos permite un poco de esperanza al abrirse a la diversidad sexual aún más, en sus instituciones. Quizás desde Oaxaca se pueden tomar notas sobre cómo generar en serio prosperidad duradera para un planeta finito, como sugiere el economista británico Tim Jackson en su famoso ensayo Prosperidad sin crecimiento, antes de ponernos a decir que el crecimiento cero, así a secas, no importa porque hay felicidad.
La caminera
Los siete países más ricos del mundo se unieron para donar 20 millones de dólares para controlar incendios en el Amazonas. Ojalá que esa cantidad no desequilibre sus finanzas.